Porco destino
Adame firma un trasteo rotundo sin eco y Fandiño se esfuerza sin recompensa
MARCO A. HIERRO,
Madri
Fue lástima la tarde en que regresaban
los dos paladines de la emoción al ruedo de Madrid en el mismo cartel.
Lo fue porque en Las Ventas no es fácil que se sientan dos veces
seguidas las mismas ganas de levantarse del asiento con el que juega a
ganar. Por eso Madrid es Madrid. Esta plaza ni es justa ni lo será nunca, pero eso hace que un triunfo aquí valga su peso en dinero.
Pero es peligroso que se junten a la vez dos contendientes afines,
porque uno le desnudará por fuerza las puntillas al otro. Y entonces,
¡porco destino!
Le pasó a Joselito Adame
en la segunda vuelta de su paso por Madrid, en sustitución ganada a ley
para que viera esta plaza de nuevo las armas del mexicano, que fueron
las mismas con los dos toros. Pero valieron con el malo y se atascaron con el bueno. ¡Porco destino!, pensará Adame, como lo hace cualquier madre que eduque igual a sus dos hijos y salgan éstos con distinto proceder.
Fue el tercero un regalo de sordo peligro y aviesa intención que, por poco evidente, resultó menos agradecido. Con ese se jugó las carnes Joselito con el talón atornillado,
metido el riñón y la moneda al aire, ofreciendo siempre el frente con
un valor sin mácula ni cartel del que aún no se ha enterado Madrid. Por
dentro vino el toro en la constante. Tieso como una vela lo recogió el
mexicano. Tieso como se acordaba que estuvo un día y no quiere volver a
estar. Porque fue todo entrega José para consentir pasadas locas,
tragar quina con las miradas para adentro de un animal que nunca estuvo
en la muleta y apretar los dientes para darle trapo con ciega fe en su
verdad sobre la arena. Fue la colocación, la búsqueda de la pureza y la
verdad con el desclasado Jandilla que iba y venía como
un tren, amenazando con bajar gente en cada estación y sucumbiendo al
fin al arrojo asentado de Adame. Fue de oreja, sin duda, pero apenas
volaron los moqueros de la plaza llena. ¡Porco destino!
Porque no se encontró con el pulso con
el noble, embestidor y humillado sexto, que fue exigente porque imponía
el enigma para descifrar su misterio. Toro de máxima concentración, de máximo temple para estar en ritmo, para aceptar su premio imponiendo tu ley. También con este salió la versión espartana y apabullante de un Adame que
entiende Madrid como plaza de actitud, pero le faltó el toreo cuando
más lo necesitaba. Sólo en una serie se encontraron los buenos. El de
luces descubrió el pulso y el negro toro la entrega, la humillación, el
empuje y el misterio. Luego volvió todo por el camino de la guerra, y ni
el uno ni el otro dijeron nada por desencuentro fatal. ¡Porco destino!
Porque se fue sin premio el que más lo mereció.
De premio comentaban en los mentideros de cuadrillas que había sido el Jandilla
quinto. Serio en la cara, generoso en el perfil, amplio en los pechos y
rematado en la culata. Bien hecho para lo alto que sale el toro en
Madrid. Manejable y con opciones en su constante embestir, en su
transmisora movilidad, en su exigente embestida, que no era franca, ni limpia ni enclasada. Y pudo haber durado menos, pero desistió Fandiño
de la impositora exigencia, de la línea curva y del largo caminar en
favor de la línea recta que quebrantase menos y ligara más. Lo que
necesitaba para calentar Madrid. No fue el Iván de otras tardes, pero
dejó sus detalles de peso en plaza. Como la comprometida tanda de mano
zurda y máximo gobierno con que crujió al colorao antes de matarlo,
cuando ya no le servía la repetición sin entrega. Pero no fue suficiente
para retirarse premiado.
Y hasta pitos escuchó Iván
de la plaza que lo sacó en hombros hace cuatro días escasos. Fue con la
burra inválida que se coló en la corrida para el segundo acto, de la
que sacó en claro apenas una voltereta. ¡Porco destino!
Dos tipos de emocionate propuesta son el mexicano y el vasco. La del granadino Fandi
se basa en el espectáculo, las facultades y la entrega. Y se entregó
David en el cuarto para clavar en la cara en el tercio que le habían
pitado -con razón- con el negro abreplaza. Solvente Fandi, digno, capaz.
Pero nadando en esa medianía de soso sabor que derramaba su lote.
Técnico y preciso para limpiarle defectos al mortecino cuarto. A la
búsqueda de soluciones que no llegaron con el deslucido primero, sin
raza ni empuje para servir a peleas. ¡Porco destino!
Porque no se alinearon los astros en una
tarde extraña, donde ni los buenos de otras tardes fueron tan buenos
siempre ni los malos de costumbre tuvieron tantos defectos. Porque quiso la fatalidad que no se entendieran el hambre y las ganas de comer. De ambas hubo por arrobas. Hasta en el que pagó la entrada.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, octava de abono. Lleno en tarde soleada y calurosa. Cuatro toros de Jandilla
parejos en hechuras y desiguales en peso (protestón y sin raza el
primero; inválido y sin fuelle el segundo; medidor y reservón el
tercero; embestidor con transmisión sin clase el quinto) y dos de Vegahermosa, (informal y mortecino el cuarto; humillado y exigente el sexto).
David Fandila "El Fandi" (barquillo y oro): silencio y silencio
Iván Fandiño (grana y oro): pitos y ovación tras aviso.
Joselito Adame (azul pavo y oro): ovación y silencio.
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