El torero vasco pincha una emocionante faena con un ejemplar muy encastado
paloma aguilar
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Se respira buen ambiente en la Feria: acude mucho público a la Plaza, hasta en la novillada. Se habla de toros en la calle,
en el trabajo. En Madrid sigue habiendo muchos aficionados y esta Feria
supone, también, un acontecimiento social (lo cuenta, en sus crónicas, Rosario Pérez).
Afronta Fandiño,
que ahora mismo está en boca de todos, su segunda tarde en la Feria,
después de haber salido en hombros. El público lo espera. Es torero sobrio, serio, clásico, además de matador extraordinario. (A este tipo de diestros, si eran de Bilbao,
se les solía llamar «toreros de hierro»). El segundo toro, justo de
presencia, estrecho de sienes, muy pronto flojea. Lo protestan pero no
se devuelve. Al segundo muletazo, va al suelo:
bronca al presidente. Este toro no sirve para ningún diestro pero menos
aún para uno del corte de Fandiño. A mi lado, le piden que respete a un
pobre inválido... que acaba dándole un trompazo. No ha debido prolongar
un trasteo sin sentido. «Un torero de hierro necesita, por lo menos, un toro de bronce», dice mi amigo Federico.
El momento culminante de la corrida se vive en el
quinto, que se mueve mucho, a veces por oleadas. En cuanto lo llama, ya
lo tiene en la muleta. Fandiño le planta cara, aguanta mucho; cuando el
toro disminuye algo su ímpetu, los naturales suben de categoría.
Me parecen innecesarias las manoletinas, tan repetidas. (Hace años,
pasaron de moda cuando dio muchísimas, en un festival, Montalvo, que
jugaba de medio izquierda en el Madrid, junto a Miguel Muñoz. Por
desgracia, ha vuelto la moda). No ha sido faena perfecta pero sí ha
tenido emoción, por el toro y por el torero. Entra a matar con su excelente estilo, sacando la espada del centro del pecho, pero pincha.
A la segunda, logra una magnífica estocada. El toro encastado se
resiste a caer: una hermosa muerte, aunque da tiempo a que suene un
aviso pero se ovaciona fuerte al diestro.
Con entrega absoluta y repertorio variado, el mexicano Joselito Adame
(que hoy sustituye al operado Miguel Abellán) ha logrado conectar con
los públicos de Sevilla y Madrid. El tercer toro, justo de presencia,
levanta protestas pero, al llamarlo desde el centro, se viene como un
obús y se lleva la muleta, como un trofeo. En los terrenos de sol, Joselito le planta cara, luce su oficio, aguanta mucho. Al final, le coge el sitio, muy en corto; acaba con un arrimón. Mata trazando con el acero una amplia curva y saluda: el valor siempre merece respeto.
El último vuelve rápido, embiste con brusquedad,
pega arreones. Los estatuarios iniciales dan lugar a desarmes. Adame
hace el esfuerzo, con oficio y valor. Al final, dobla al toro por bajo,
lo que debía haber hecho antes. Mata a la segunda. El público de Las
Ventas lo ha adoptado.
No le sucede lo mismo al Fandi.
El primero derriba pero sale huyendo. Las banderillas no levantan los
aplausos que él suele recoger; la parte exigente de este público se fija
en que clava fuera de cacho. En la muleta, el toro se mueve sin fijeza, vuelve rápido, pronto se apaga. Igual que la faena.
Recibe al cuarto con dos largas de rodillas,
en tablas, y chicuelinas. El toro galopa en banderillas. Lo que más se
aplaude es cuando corre el diestro hacia atrás y consigue que se pare.
Le da distancia. Antes de que lo llame, lo tiene encima: es otro de los
buenos toros de la tarde. El trasteo del Fandi es voluntarioso pero
insustancial. Se muestra seguro con la espada.
El estilo del Fandi, que tantos triunfos le ha dado, no conecta con esta afición.
El público de Las Ventas ha adoptado a Adame, por su entrega y arrojo.
Fandiño no repite el triunfo pero no lo devuelve: su estilo recio
necesita un toro que se mueva y es un formidable estoqueador.
División de opiniones
La corrida de Jandilla suscita
división de opiniones. Depende del concepto de toro que se tenga. Si se
quiere un toro para que el diestro esté a gusto, delante de él,
«disfrutando» (el tópico que ahora tanto se repite), no ha sido buena.
Si se busca un toro encastado, con movilidad, al que haya que dominar,
ha tenido tres toros (tercero, cuarto y quinto) de notable interés. Pero
eso supone que los diestros sean lidiadores. Ésa es la línea que nunca
pasa de moda: la de Gallito, el gran maestro, al que esta tarde se ha recordado, un año más, en el aniversario de su muerte.
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