Aplausos para el cobarde
Silencios para Robleño, Pérez Mota y Delgado con desrazados 'escolares'

Fue un encierro desigual en las formas,
escurridas por lo general, variada en la pinta, distinta en el tipo y
mansa como denominador común. Pero hasta en eso hubo variedad, porque no
era la misma la mansedumbre del primero que el genio defensivo del
sexto o el gazapeo medidor del quinto. Faltó la raza y no acudió la tan manida casta a la cita de Escolar con Las Ventas,
pero hasta esa ausencia se aplaudió. Con dos bemoles. Que para eso es
afecto al régimen de los cuatro que gobiernan la deriva de este tendido.

Y, como no tienen muy claro lo que es, se fían de los que defienden el
freno fácil, el gazapeo constante, la mirada para adentro y la llegada
dormida e indecisa al embroque para defenderse luego en cuanto sienten
trapo. Todo cuanto define a la entrega nada tiene que ver con
esa 'casta'. Pero la corrida es barata, la matan tres toreros baratos
que vienen a comer las lentejas que les ofrece la empresa con media
plaza en los tendidos -que hacen 12.000 personas- y el negocio sale a
cuenta. A todos menos al que sale del ruedo con la boca partida por ver
como aplauden al cobarde.

Cuando arrastraron al cuarto ya estaba
Madrid aburrido de tanta 'casta' en la arena. Y eso que fue el toro más
entipado y mejor hecho del encierro de los grises, y que empujó con brío
en el autoritario y buen tercio de Pedro Iturralde, que le dejó el desliz para el inicio muletero hasta que comprendió el animal que no podía con el de blanco. Se quedó puesto Robleño,
le aguantó vencidas a zurdas aplastado sobre los talones y le tocó
fuera para que se viniera al carril, pero prefirió buscar tobillo el
cobarde, reponer y remontar donde no le aguardaba defensa. Esos fueron
los defectos evidentes. Los demás los tapó un firme Robleño para que se llevase los aplausos el cobarde.

Peor fue lo de Miguel Ángel Delgado,
que pudo pasar por medroso y sin mando cuando el genio del sexto quiso
imponer su cobardía a tarascadas defensivas para quitarse de en medio
toda molestia. Y el torero era una, pues quiso echarle trapo abajo y de
frente para medirse en pelea y recibir oleadas de desordenada huida que casi se lo llevan por delante. Expuso sin venderlo Delgado,
porque no está en su ADN buscar la galería, y propuso muy quieto, muy
vertical, muy mentalizado para tirar la moneda, pero no se pierde ésta
entre las aguas cuando no tiene el fondo más que piedras. Y en lugar de a
él, Madrid aplaudió al cobarde.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, tercera de abono. Algo más de Media entrada. Toros de José Escolar,
desiguales de presencia. Humillado y embestidor el mansurrón primero;
dormido y soso el segundo; incierto y dormido el exigente tercero;
reservón y medidor el entipado cuarto; gazapón y mirón el complicado
quinto; geniudo y a la defensiva el sexto.
Fernando Robleño (blanco y plata): palmas tras aviso y silencio.
Pérez Mota (blanco y plata): silencio y silencio.
Miguel Ángel Delgado (marino y oro): silencio y silencio.
Saludó Ángel Otero tras parear al cuarto, al que aplicó dos buenos puyazos Pedro Iturralde.
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