domingo, 11 de mayo de 2014

LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Aplausos para el cobarde

Silencios para Robleño, Pérez Mota y Delgado con desrazados 'escolares'

MARCO A. HIERRO

Fue un encierro desigual en las formas, escurridas por lo general, variada en la pinta, distinta en el tipo y mansa como denominador común. Pero hasta en eso hubo variedad, porque no era la misma la mansedumbre del primero que el genio defensivo del sexto o el gazapeo medidor del quinto. Faltó la raza y no acudió la tan manida casta a la cita de Escolar con Las Ventas, pero hasta esa ausencia se aplaudió. Con dos bemoles. Que para eso es afecto al régimen de los cuatro que gobiernan la deriva de este tendido.

Fue el aplauso para el cobarde, para el toro sin entrega, sin transmisión, sin duración, sin fondo y sin maldita la gana de pelear en una muleta que quisieron sacarse de encima a cabezazos cuarto y mitad de los seis que comparecieron hoy. Parece entenderse eso como 'casta'. Y parece valer, porque todo se pone a favor del que aplaude al cobarde: volverá el hierro a Madrid para solaz de sus gentes, porque le ríen las gracias donde hubieran sacrificado vivos a ganaderos con otros hierros, le pasan plantas escurridas, cruces altas, zancos agalgados y sienes estrechas, y hasta escasa romana le pasan a Escolar, porque vienen a ver la 'casta'.

Y, como no tienen muy claro lo que es, se fían de los que defienden el freno fácil, el gazapeo constante, la mirada para adentro y la llegada dormida e indecisa al embroque para defenderse luego en cuanto sienten trapo. Todo cuanto define a la entrega nada tiene que ver con esa 'casta'. Pero la corrida es barata, la matan tres toreros baratos que vienen a comer las lentejas que les ofrece la empresa con media plaza en los tendidos -que hacen 12.000 personas- y el negocio sale a cuenta. A todos menos al que sale del ruedo con la boca partida por ver como aplauden al cobarde.

Le pasó a Robleño, que fue el que más cerca estuvo de que sucediese algo en el enorme ruedo venteño, que se hace más aún cuando las cosas se tuercen. Pero está acostumbrado el pequeño gran torero a lidiar con estas pieles y esta plaza, y tiró de oficio y veterana sapiencia para doblarse torero con el primero en un inicio de suave mando, ignorando las miradas hacia adentro, precisando toques para llevar siempre metido en el trapo al escurrido escolar, cornivuelto para aparentar y pitado en el tendido. Le consintió Robleño para que le diera una tanda humillada y larga, dejando muerta la flámula para repetir trazos pero se le apagó pronto al cobarde la luz de la embestida; en cuanto le gobernaron con mando las dos arrancadas que aplaudió el tendido. Y aún así, volvieron a corearle el arrastre.

Cuando arrastraron al cuarto ya estaba Madrid aburrido de tanta 'casta' en la arena. Y eso que fue el toro más entipado y mejor hecho del encierro de los grises, y que empujó con brío en el autoritario y buen tercio de Pedro Iturralde, que le dejó el desliz para el inicio muletero hasta que comprendió el animal que no podía con el de blanco. Se quedó puesto Robleño, le aguantó vencidas a zurdas aplastado sobre los talones y le tocó fuera para que se viniera al carril, pero prefirió buscar tobillo el cobarde, reponer y remontar donde no le aguardaba defensa. Esos fueron los defectos evidentes. Los demás los tapó un firme Robleño para que se llevase los aplausos el cobarde.

A contraestilo de concepto le venía a Pérez Mota la corrida de Escolar, pero aceptó las lentejas porque no había otra cosa en el menú de la empresa por jugarse la vida el pasado mayo con la de Samuel. Y le partieron la boca en el tendido sin mirarle nombre, matrícula o forma de torear, que es a lo que vino el gaditano, saliera lo que saliera. Y pareció que iba a valer el segundo cuando le dejó un inicio de templado ralentí sin un quebranto ni una duda, pero se acabó lo que se dada al rematar con pectoral brillante la primera serie a diestras. Pareció bobalicón y soso porque no le permitió Manuel que se subiera a la chepa, pero no es este un torero para andar buscando vueltas mientras aplauden al cobarde. Volvió a escucharlo con el incierto quinto de manso gazapeo y embestida irregular que no te dejaba colocar, primero, y te cruzaba la vista después en la pasada con apariencia tontorrona y fondo de hule. El que no se queda en lo evidente, lo vio. Los demás aplaudieron al cobarde.

Peor fue lo de Miguel Ángel Delgado, que pudo pasar por medroso y sin mando cuando el genio del sexto quiso imponer su cobardía a tarascadas defensivas para quitarse de en medio toda molestia. Y el torero era una, pues quiso echarle trapo abajo y de frente para medirse en pelea y recibir oleadas de desordenada huida que casi se lo llevan por delante. Expuso sin venderlo Delgado, porque no está en su ADN buscar la galería, y propuso muy quieto, muy vertical, muy mentalizado para tirar la moneda, pero no se pierde ésta entre las aguas cuando no tiene el fondo más que piedras. Y en lugar de a él, Madrid aplaudió al cobarde.

 
Aplaudieron al cobarde porque no es de recibo en la tasca decir que lo de Escolar fue manso, pero lo fue. Aplaudieron al cobarde porque no se sabe detectar la fuente del aburrimiento, y fue aburrida la corrida como un discurso de Fidel Castro. Que también tenía la barba gris...

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, tercera de abono. Algo más de Media entrada. Toros de José Escolar, desiguales de presencia. Humillado y embestidor el mansurrón primero; dormido y soso el segundo; incierto y dormido el exigente tercero; reservón y medidor el entipado cuarto; gazapón y mirón el complicado quinto; geniudo y a la defensiva el sexto.
Fernando Robleño (blanco y plata): palmas tras aviso y silencio.
Pérez Mota (blanco y plata): silencio y silencio.
Miguel Ángel Delgado (marino y oro): silencio y silencio.
Saludó Ángel Otero tras parear al cuarto, al que aplicó dos buenos puyazos Pedro Iturralde.

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