Aplausos para el cobarde
Silencios para Robleño, Pérez Mota y Delgado con desrazados 'escolares'
Fue un encierro desigual en las formas,
escurridas por lo general, variada en la pinta, distinta en el tipo y
mansa como denominador común. Pero hasta en eso hubo variedad, porque no
era la misma la mansedumbre del primero que el genio defensivo del
sexto o el gazapeo medidor del quinto. Faltó la raza y no acudió la tan manida casta a la cita de Escolar con Las Ventas,
pero hasta esa ausencia se aplaudió. Con dos bemoles. Que para eso es
afecto al régimen de los cuatro que gobiernan la deriva de este tendido.
Fue el aplauso para el cobarde, para el
toro sin entrega, sin transmisión, sin duración, sin fondo y sin maldita
la gana de pelear en una muleta que quisieron sacarse de encima a
cabezazos cuarto y mitad de los seis que comparecieron hoy. Parece
entenderse eso como 'casta'. Y parece valer, porque todo se pone a favor
del que aplaude al cobarde: volverá el hierro a Madrid para solaz de
sus gentes, porque le ríen las gracias donde hubieran sacrificado vivos a
ganaderos con otros hierros, le pasan plantas escurridas, cruces altas,
zancos agalgados y sienes estrechas, y hasta escasa romana le pasan a Escolar, porque vienen a ver la 'casta'.
Y, como no tienen muy claro lo que es, se fían de los que defienden el
freno fácil, el gazapeo constante, la mirada para adentro y la llegada
dormida e indecisa al embroque para defenderse luego en cuanto sienten
trapo. Todo cuanto define a la entrega nada tiene que ver con
esa 'casta'. Pero la corrida es barata, la matan tres toreros baratos
que vienen a comer las lentejas que les ofrece la empresa con media
plaza en los tendidos -que hacen 12.000 personas- y el negocio sale a
cuenta. A todos menos al que sale del ruedo con la boca partida por ver
como aplauden al cobarde.
Le pasó a Robleño, que
fue el que más cerca estuvo de que sucediese algo en el enorme ruedo
venteño, que se hace más aún cuando las cosas se tuercen. Pero está
acostumbrado el pequeño gran torero a lidiar con estas pieles y esta
plaza, y tiró de oficio y veterana sapiencia para doblarse torero con el
primero en un inicio de suave mando, ignorando las miradas hacia
adentro, precisando toques para llevar siempre metido en el trapo al escurrido escolar, cornivuelto para aparentar y pitado en el tendido. Le consintió Robleño
para que le diera una tanda humillada y larga, dejando muerta la
flámula para repetir trazos pero se le apagó pronto al cobarde la luz de
la embestida; en cuanto le gobernaron con mando las dos arrancadas que
aplaudió el tendido. Y aún así, volvieron a corearle el arrastre.
Cuando arrastraron al cuarto ya estaba
Madrid aburrido de tanta 'casta' en la arena. Y eso que fue el toro más
entipado y mejor hecho del encierro de los grises, y que empujó con brío
en el autoritario y buen tercio de Pedro Iturralde, que le dejó el desliz para el inicio muletero hasta que comprendió el animal que no podía con el de blanco. Se quedó puesto Robleño,
le aguantó vencidas a zurdas aplastado sobre los talones y le tocó
fuera para que se viniera al carril, pero prefirió buscar tobillo el
cobarde, reponer y remontar donde no le aguardaba defensa. Esos fueron
los defectos evidentes. Los demás los tapó un firme Robleño para que se llevase los aplausos el cobarde.
A contraestilo de concepto le venía a Pérez Mota la corrida de Escolar,
pero aceptó las lentejas porque no había otra cosa en el menú de la
empresa por jugarse la vida el pasado mayo con la de Samuel. Y le
partieron la boca en el tendido sin mirarle nombre, matrícula o forma de
torear, que es a lo que vino el gaditano, saliera lo que saliera.
Y pareció que iba a valer el segundo cuando le dejó un inicio de
templado ralentí sin un quebranto ni una duda, pero se acabó lo que se
dada al rematar con pectoral brillante la primera serie a diestras. Pareció bobalicón y soso porque no le permitió Manuel que se subiera a la chepa,
pero no es este un torero para andar buscando vueltas mientras aplauden
al cobarde. Volvió a escucharlo con el incierto quinto de manso gazapeo
y embestida irregular que no te dejaba colocar, primero, y te cruzaba
la vista después en la pasada con apariencia tontorrona y fondo de hule. El que no se queda en lo evidente, lo vio. Los demás aplaudieron al cobarde.
Peor fue lo de Miguel Ángel Delgado,
que pudo pasar por medroso y sin mando cuando el genio del sexto quiso
imponer su cobardía a tarascadas defensivas para quitarse de en medio
toda molestia. Y el torero era una, pues quiso echarle trapo abajo y de
frente para medirse en pelea y recibir oleadas de desordenada huida que casi se lo llevan por delante. Expuso sin venderlo Delgado,
porque no está en su ADN buscar la galería, y propuso muy quieto, muy
vertical, muy mentalizado para tirar la moneda, pero no se pierde ésta
entre las aguas cuando no tiene el fondo más que piedras. Y en lugar de a
él, Madrid aplaudió al cobarde.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, tercera de abono. Algo más de Media entrada. Toros de José Escolar,
desiguales de presencia. Humillado y embestidor el mansurrón primero;
dormido y soso el segundo; incierto y dormido el exigente tercero;
reservón y medidor el entipado cuarto; gazapón y mirón el complicado
quinto; geniudo y a la defensiva el sexto.
Fernando Robleño (blanco y plata): palmas tras aviso y silencio.
Pérez Mota (blanco y plata): silencio y silencio.
Miguel Ángel Delgado (marino y oro): silencio y silencio.
Saludó Ángel Otero tras parear al cuarto, al que aplicó dos buenos puyazos Pedro Iturralde.
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