Primera corrida de rejones de la Feria: muy buena entrada. Un clamor acoge la noticia del triunfo del Atlético. Los murubes de Fermín Bohórquez ofrecen un comportamiento desigual.
Confirma la alternativa el onubense Andrés Romero,
discípulo de Diego Ventura. En el primero, que galopa con clase, se
luce en quiebros y piruetas. No acierta al matar.
No se entrega el sexto: el caballero posee una buena cuadra, brilla en
banderillas con el albino «Cantú». Pero vuelve a fallar al matar.
El tercero mansea, obliga a Leonardo Hernández
a esforzarse. Arriesga en tablas pero tiene la desgracia de
descordarlo: petición. Es violento el quinto, la faena tiene mérito;
brilla al clavar banderillas a dos manos, entrando muy de frente. Esta vez sí acierta con un rejonazo: oreja.
Diego Ventura es,
en estos momentos, la primera figura indudable del toreo a caballo. En
Sevilla ha demostrado estar a un nivel extraordinario. Al segundo toro,
lo para espectacularmente, galopa de lado, con temple; brilla en los
quiebros; «Remate» pone a la gente en pie.
Pierde el trofeo por matar a la tercera. Encela bien con «Marsellés» al
cuarto toro, que se duele. Toda la faena es muy brillante; sobre todo,
cuando el castaño «Nazarí», su estrella, lo lleva cosido, levantando clamores. Por pinchar una vez, pierde la segunda oreja.
Romance del toreo a caballo
A la salida, un vecino este romance me entrega,
diciéndome: «Mire usted si he escrito yo cosa cierta». Esto me da mi
vecino, así su romance reza:
«El diecisiete de mayo, en la Plaza de Las Ventas,
un festejo de rejones, el primero de la Feria. A Romero aplauden mucho
sus llamativas piruetas pero no acierta al matar, ningún trofeo se
lleva. Es muy valiente Leonardo pero
su cuadra, algo nueva, y tampoco tiene suerte con los toros que sortea;
aún así, nos emociona, corta merecida oreja. Y Ventura, igual que
siempre, como un maestro se muestra, ante un público feliz
que casi la Plaza llena. Tan solo el rejón de muerte le ha impedido
abrir la Puerta una vez más, porque Diego es el rayo que no cesa. ¡Quién
hubiese tal ventura por esos cosos de arena como hubo Diego Ventura en
la Plaza de Las Ventas! Al segundo, que es buen toro, con “Maletilla”
lo encela; con “Chalana”, hace pasadas que son casi milimétricas; con el
tordo “Nazarí”, lo deja llegar muy cerca pero
no acierta al matar. Tiene más suerte en el cuarto porque esta vez sí
que acierta pero sólo a la segunda y el triunfo no se completa: “Oro”,
quieto ante la res, levanta mano derecha; un milagro es contemplar cómo “Milagro” lo quiebra; entusiasma con sus bailes el poderoso “Mandela” pero ha pinchado una vez y corta solo una oreja. En la triunfal vuelta al ruedo porta un gallo de pelea. ¡Quién hubiese tal ventura por esos cosos de arena como hubo Diego Ventura esta tarde madrileña!»
Mi vecino es del Atleti, le doy yo mi enhorabuena por una Liga ganada con tanta casta torera. Y, como el romance dice muchas cosas verdaderas, lo copio y así, por hoy, remato yo mi faena.
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