Apretar los dientes
Abellán corta una oreja lesionado y serios Ferrera y Luque
MARCO A. HIERRO,
Pamplona
Apretar los dientes es cosa de toreros. Rechinar la piñata, blasfemar en arameo por lo bajini y tirar para adelante con una sonrisa en los labios es cosa de esa gente para la que aún existen honor, vergüenza y pundonor,
valores a la baja en esta sociedad de mercado donde todo se mercadea.
Difícil cuantificación tienen esas tres cosas, como la salud, el dinero y
el amor que decían las tonadas de antaño.
Por eso cuando se las ves a tres hombres
frente a cinco brutos y medio, y eres capaz de rascar la marejada
disfrazada de leve ondear, no te quedan más bemoles que reconocer el mérito de esos tipos que apretaban los dientes por causas variadas durante las más de tres horas que duró la primera corrida de San Fermín.
Cuando concluyeron, una oreja brillaba entre los silencios, que en Pamplona se escuchan menos entre los temas de Barricada y los estribillos de AC/DC. Esa la cortó un Abellán
que se está acostumbrando a ganar por la brava lo que busca por la
bella. Apretó los dientes para pasearla el madrileño, porque llevaba el
muslo partido por un mal gesto, pero dolía como si hubiera sido una mala
cornada. "No puedo", deslizaba Miguel la voz entre
barreras para que se enterase su gente, pero ofreció metros con el trapo
en la derecha, apretó los dientes y dejó que llegase y se fuese el buen
quinto a media altura. Le dio la suavidad que siente y la quietud que le imponían los dientes rechinando.
Hoy era el muslo, pero podía ser el catéter que llevaba bajo el blanco y
azabache o el maltrecho cuerpo menudo que está sufriendo este año para
enseñar la grandeza y el sufrimiento a que somete esta profesión. Tuvo
entre las telas al mejor de Torrestrella, pero también arrestos y sutileza para darle altura y bajarla en el final para sentirse torero con el toro sometido.
Porque también Antonio Ferrera
apretó los dientes en una lidia gallarda y seria a un colorao salpicado
y basto que salió cuarto para poner exigencias y ofrecer remisión. Fue
con ese, que miró alamares, buscó bordados y giró sobre las manos con
geniuda y rabiosa intención, con el que ofreció el extremeño su versión maciza y recia. Apretó los dientes Ferrera
porque eso es de toreros, y se siente tal Antonio desde que se levanta
hasta que se acuesta. Sometió en el inicio, buscó terrenos y arrancadas,
ofreció soluciones al problema integral con el hierro de Torrestrella
y anduvo mucho rato en la cara sabiendo que no habría premio, pero
necesitaba Ferrera una excusa personal para apretar los dientes. El
motivo, que no la excusa, era que estaba en Pamplona y andaba la plaza
llena. Y con el primero, que pasó sin entrega y sin sal, ni para apretar
los dientes tuvo.
Con los dos de su lote debió hacerlo Daniel Luque,
al que el triunfo de Madrid le ha enseñado a reposar lo que busca para
encontrar lo que quiere. Una prenda fue el tercero, reponedor, mirón y
con todas las reservas que no se dejó en el hotel el sevillano. Tuvo
inteligencia Luque para hacerle las cosas a favor, darle las ventajas y
andar seguro en las soluciones para no dudarle al de la exigencia.
Y le vino bien el asiento del torero para que sus muchos defectos
parecieran menos. Los tuvo también el sexto, que se fue, sin embargo,
detras de todos los trapos. Porque no fue de prontitud ni de movilidad
de lo que careció el cierraplaza, sino de clase, de entrega y de final. A
este hasta le compuso Daniel tras imponerse a la
condición y gobernar las intenciones, templado en concepto y en trazos
para que no le tocase el trapo, valeroso en las plantas para tragarle
impávido mientras seguía sonando Rosendo en el tendido. Aún así pudo
haber tenido premio su aplomo y su fe de no haber marrado con la
cruceta.
Tarde de apretar los dientes por
diversos motivos y en variados escenarios, que abrían una feria donde
hoy no acompañó el encierro. No por pararse, sino por no moverse con
clase. Por eso no funcionó el encierro de Torrestrella, cuya atolondrada y exigente prontitud dejó sin premio cinco faenas de tres tíos dispuestos. Y no suele entenderse bien el silencio en tendido tan bullicioso.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Pamplona. Tercera de
la Feria de San Fermín. Seis toros de Torrestrella, variados de pinta y
tipo, con movilidad todos, pero con distinta condición. Sin entrega ni
ritmo el primero; de feble calidad a menos el segundo; bruto, exigente y
medidor el tercero; deslucido y mentiroso el exigente cuarto;
embestidor y noble a media altura el quinto; repetidor el deslucido y
áspero sexto.
Antonio Ferrera (ciruela y oro): silencio y silencio.
Miguel Abellán (blanco y azabache): silencio y oreja.
Daniel Luque (berenjena y oro): silencio y silencio tras dos avisos.
Miguel Abellán se resintió al matar al
segundo de una lesión en los abductores que se agravó y toreó infiltrado
al quinto con una visible cojera que fue a más, pendiente de estudio
radiológico.
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