Ocho novilleros permanecen huelga desde hace 17 días para exigir que se reabra la plaza de toros; el toreo al completo, con César Rincón a la cabeza, apoya el gesto y pide una gran manifestación.
Tres de los novilleros en Huelga de hambre.
P. S.
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PABLO SCARPELLINI
Bogotá
El gesto serio, concentrado, solemne, como si fueran a abrirse las puertas de la Santamaría. Muerto de hambre, pero aguantando, con la ilusión intacta. «El sueño de ser toreros es lo que nos mantiene en pie», confiesa Diego Torres, novillero colombiano de 19 años, uno de los ocho jóvenes que llevan 17 días en huelga de hambre frente a una plaza de toros referente en América Latina, la Santamaría de Bogotá. Su intención es combatir la férrea posición del alcalde de la ciudad, Gustavo Petro, que desde que asumió su puesto hace dos años decidió echarle el cierre a la plaza y prohibir las corridas.
Por tal motivo, Torres se trajo sus trastos de matar a las inmediaciones de la plaza hace más de dos semanas, instalado en unas tiendas de campaña, aguantando hambre y el frío de Bogotá, sobreviviendo a base de suero que les suministra una ambulancia aparcada justo en frente, enviada por la alcaldía de Petro. Este político de corte liberal dijo en su momento que no prestaría la plaza, ubicada en pleno centro de Bogotá, para un espectáculo «alrededor de la muerte», y fue más allá la semana pasada tras una tensa reunión con los novilleros en su despacho. De acuerdo a la revista 'Semana', su enfado ante el tema le llevó a romper un vaso y asegurar que no acatará el fallo de la Corte Constitucional, si es que, como todo parece indicar, se inclina a favor de una ley nacional que permite el toreo e impide que alcaldes y concejos municipales lo prohiban de forma unilateral. «Sería traicionar mis principios», indicó Petro, a quien, por otra parte, relacionan con las peleas de gallos que se celebran en algunas partes de la ciudad. «Prefiero renunciar antes que reabrir la plaza de toros».
Son palabras contundentes que no han logrado frenar el ímpetu de los manifestantes. «Hay problemas de salud pero la ilusión no se pierde», confiesa Torres, que habla de gastritis, mareos y asma, que le complica aún más soportar el frío constante de Bogotá. De hecho, dice, ya ha tenido que pasar por el hospital.
El toreo al completo ha reaccionado al gesto de los novilleros. El maestro César Rincón ha encabezado las muestras de solidaridad a través de una carta en la que llama a una gran manifestación en la ciudad que lo vio nacer. Y compañeros de profesión han inundado después las Redes Sociales con mensajes de apoyo bajo el lema 'Ole'.
Desde ayer, el grupo de chavales cuenta con un nuevo integrante en la lucha. Se trata de Enrique Parra, que recorrió durante 25 horas los 100 kilómetros que separan su casa de Ubaté de Bogotá. Como el padre de todos ellos se puede considerar a Alfredo Peña, de 64 años, el más veterano de todos con 50 años a sus espaldas en el mundo del toro, como matador y empresario. Peña habla de «soberbia», «tiranía» y «de un ejercicio dictatorial sin fundamentos» por parte de Petro, a quien espera derrotar permaneciendo unidos. «Estoy aquí por la juventud, porque soy el único que ha toreado en la Santamaría y sé lo que se siente. Si luchamos unidos, ellos podrán también cumplir su sueño», dice sobre los novilleros, que denuncian haber sido objeto de agresiones físicas y verbales de grupos antitaurinos que han intentado sacarlos a la fuerza de las inmediaciones de la plaza.
Wilmar Villamil, de 30 años, tiene ya experiencia al haber toreado en Colombia, España, Perú y Ecuador. Y quiere completar su sueño. «He tenido una trayectoria larga, pero con este cierre todo se vino al piso», dice. «Bogotá tiene mucho impacto en el resto del país, y desde que se produjo el cierre de esta plaza, el 50% de las ferias a nivel nacional se acabaron. Antes toreaba unas 60 corridas al año y ahora no llego a 30». Si por Petro fuera, no torearía ni una sola.
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