Ponce y Manzanares emborronaron con los aceros dos grandes faenas
M. A. H., Málaga
Expectación en Málaga para el cartel del 22, con el cartel de 'no hay billetes' y con Enrique Ponce, Morante de la Puebla y José María Manzanares preparados para despachar una corrida de Zalduendo recomendada con un toro de Juan Pedro Domecq.
Serio, rematado y con cuajo el primero, de Juan Pedro, con más brío que ritmo en las verónicas que dejó inconclusas Ponce, resistiendo del saludo. Apenas una media dejó Ponce a modo de quite. Le costó caminar al animal en la muleta que le dejó el valenciano en la cara y a media altura, quitándola sólo para evitar el celo de un animal que no estaba aún para ligar. Lo estuvo después, cuando le tiró del morro la muleta templada en la media altura de un Ponce que no falla con el que tiene justo el fuelle. Un pinchazo y media estocada bastaron para finiquitar, pero no para tocar pelo.
Le faltó ritmo en el capote al bajo segundo, enmorrillado y serio, con el que desistió de estirarse Morante en el saludo. Mansión el toro descaradamente tras la primera vara ante las protestas del personal. Manso y sin fondo, demasiada coba se dio el sevillano con el Zalduendo para pasaportarlo y a otra cosa.
Tuvieron cadencia y armonía las verónicas con que saludó Manzanares al tercero, con el que cuajó Curro Javier un gran tercio de banderillas. Le vio pronto la calidad Josemari para convencerlo en estética línea recta hasta que se hubo asentado el Zalduendo. Entonces llegó la exigencia al natural, siempre por abajo, para que rompiera un trasteo que culminó con la diestra y con sacacorchos a toro vencido antes de la estocada fulminante y la concesión del trofeo.
Con pulcritud y cadencia lanceó Ponce al cuarto, menos que sus hermanos, que humilló con más calidad que ritmo en el percal del de Chiva. Protestó el toro en el caballo en vara larga antes de humillante el explosivo inicio de doblones a Ponce, que arrancó los oles con torería y firmó una gran tanda en redondo para abrir boca con la diestra. Fue por allí y en redondo cuando llegó la tanda de la exigencia, la verticalidad y el desmayo tan personal del valenciano, que trazó encajado y hasta comprometido. Falló con la espada y todo quedó en ovación.
Muy justo en la fuerza, que no en el trapío salió el quinto, rematado sin llegar a los cinco quintales y con entrega en el caballo, donde hubo que medirle el empleo, que le llevó a medir la arena en el quite por chicuelinas de Morante. Fue de menos a más la faena al enclasado Zalduendo, al que la falta de fuelle obligaba a embestir al ralentí. Y así lo cuajó Morante, descargado en los riñones y roto en las muñecas para saborear el toreo. Se aburrió más el animal al natural, pero el final de abandonada mano diestra, hundido en la arena y desgarrado de trazo, puso en pie La Malagueta. Muy derecho se tiró Morante a matarlo y enterró el estoque en la yema para pasear una oreja por otra que le mangó el palco.
Con armonía, cadencia y compara le meció Manzanares La humillación enclasado al castaño sexto, de poco empleo en el jaco de Chocolate. Se desmonteraron Rafa Rosa y Luis Blázquez en banderillas, poco antes de que brindase Manzanares a Morante. Construyó sin inicio el alicantino para comenzar pronto a torear en redondo, encajado, compuesto y seguro ante la franca embestida, que fue de embeberlo en los vuelos cuando se rompió al natural. Fue la traca final una serie de maciza diestra fabricada con un cambio de mano monumental. Pero pinchó en la suerte de recibir y el aviso emborronó la obra.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Malagueta, Málaga. Sexta de abono. Lleno.
Toros de Zalduendo y Juan Pedro Domecq (primero, de nobleza y media humillación sin fuelle; manso el segundo; con clase y fondo el buen tercero; de más calidad que clase el cuarto; de gran clase y pulcritud el quinto; de humillada calidad el sexto.
Enrique Ponce (grana y oro): ovación y ovación.
Morante de la Puebla (verde botella y oro): silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.
José María Manzanares (sangre de toro y oro): oreja y ovación.
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