El extremeño se enfrenta esta tarde a seis toros de Jandilla en Nimes
MARCO A. HIERRO
Hablar con Miguel Ángel Perera puede
ser tan fácil o complicado como uno lo marque con su actitud. El
extremeño es un tipo tan sincero fuera del ruedo como lo es con el trapo
en la mano, de modo que será la entrega y la sinceridad con que lo
abordes lo que te marcará el camino. Va por derecho, vive por
derecho y habla por derecho, por eso no es extraño que exija con su
actitud y su forma de ser que hagan lo mismo con él. Porque uno
llega a comprender mucho más el toreo de Miguel a medida que conoce
mucho más a la persona que lo alberga. Y esa no tiene dobleces.
Concluye su andadura europea Miguel con
seis toros encerrados en el túnel del miedo, igual que en aquella otra
de 2008 cuando escaló las escarpadas paredes del monte Olimpo. Esta vez
será en Nimes, con una corrida de Jandilla esperando para ofrecerle la
posibilidad de volver a hacerlo inmortal. "Es una apuesta
bonita y me apetecía terminar así el año en que celebro mi década como
matador de toros, pero te promteo que no tengo nada preconcebido. No sé
lo que voy a hacer ni lo que va a pasar; la afronto con la mente abierta
y dispuesto a lo que sea".
Vive Perera el año de
cumplir una década de ponerse ante el cuatreño, y más que vivirlo, lo
está paladeando. Ya no es Miguel aquel torero decidido y capaz que
quería comerse el mundo; ha madurado, ha macerado su interior y ha
ordenado su circunstancia para crecer saboreando cada mordisco que antes
tragaba crudo. Se le ve en la cara y en los ojos, que nunca te engañan,
y ahora lo sabe. Por eso comparar aquel 2008 de los récords con este
2014 del asalto al trono tiene muchos matices. "Es difícil comparar", asegura Miguel, intentando buscar similitudes entre las dos vivencias y repasando diferencias. "La
campaña de 2008 vino en un momento clave para terminar de eclosionar y
de situarme. Entonces había que ganarse los contratos tarde a tarde en
un momento en que el número de festejos era mucho mayor; de hecho, este
año acabaré con la mitad de festejos que aquella. Sin embargo esta se
planificó muy bien desde el principio y han rodado las cosas. No es
fácil dar una imagen tan rotunda en Madrid, en Bilbao, en Pamplona...
Son las sensaciones las que te quedas al final, y no son sólo las del
2014 las que me llevo, sino también las de 2012 y 2013, que han sido
temporadas absolutamente rotundas que me han llenado mucho como torero.
Ha sido, tal vez, cuando he desarrollado un poso y una forma de estar en
la plaza que hasta entonces no había tenido. Creo que fue el 2012, y
las circunstancias externas que abarcaron aquella temporada, el que me
hizo sacar lo mejor de mi".
Habla del G10 y se refiere a que quizá
fue él uno de los más perjudicados por aquella guerra, que le hizo
buscar en el desván del pundonor armas mucho más rotundas que las que
había enseñado para encaramarse al árbol del triunfo. Entonces, con la
continuidad que luego ha tenido, fraguó el poso que hoy le lleva a ser
uno de los toreros más importantes de la actualidad. Pero prefiere
hablar de sensaciones que de trofeos. Disfruta más con el sentimiento
que con la victoria, aunque muchas veces le falten las palabras para
expresarlo. "Para llegar a este momento personal y profesional en que me encuentro", explica con serenidad, "deben
darse muchas circunstancias, pero entre todas sobresale el tiempo. Creo
que es el tiempo el que asienta a las personas, el que te da el poso
que no por quererlo antes te va a llegar, porque todo tiene su proceso
de maduración, de trabajo y de conocimiento". Tal vez sea
este año cuando ha llegado. Tal vez éste es sólo el último de los años
vividos y quede mucho más en los que restan por vivir.
Desde luego que el 2014 era un año especial para Perera, y así se planificó. "Yo soñaba poder recordarlo después como un año especial", recuerda Miguel, "y
no sé cuantificar en qué medida ha sido este año o no cuando he
culminado el proceso, pero sí puedo decir que he llegado hasta aquí
siendo el torero que quería ser. Y ese torero no está forzado por el
ansia de triunfo, por la necesidad de resultados o por circunstancias
externas. Esa libertad total que tengo ahora es la que me hace crecer. Y
también la que me da las mayores satisfacciones, porque eso me hace
capaz de transmitir aquello que quiero y que siento de una forma mucho
más clara. Lo ves cuando te sientes comprendido en las plazas de toros,
cuando sabes que lo que has intentado transmitir ha llegado al que lo
capta. Es esa la sensación que de verdad te llena".
Sin embargo no da Perera
la impresión de haber tocado techo. Por eso causa cierta curiosidad
saber, llegado a este punto, qué ve Miguel cuando mira al futuro. Qué
busca. "Pues lo cierto es que no pienso en esos términos
porque no tengo nada claro qué va a ocurrir mañana. Sí puedo decirte que
sólo tengo una obsesión, y esa es crecer. Es mi principal objetivo.
Sólo quiero salir de las plazas teniendo la certeza de que he dado lo
mejor que puedo dar. No soporto no estar un día al nivel que esperan de
mi. Vivo con esa obsesión y es tanto mi alimento como mi cruz".
Obsesión por la paz espiritual y la tranquilidad interior, que no por
el número. Porque si nos ponemos a sumar, no es fácil alcanzar los datos
de un Perera con cinco orejas en dos tardes en Madrid, puerta grande en
Pamplona, rotundidad en Bilbao y esa sensasión de superioridad que ha
traído consigo el año 2014. Miguel ríe cuando ponemos los datos fríos
encima de la mesa. "No es fácil conseguir todo eso", asegura, "pero
no es lo que recordaré cuando me retire. Son las sensaciones, los
momentos, la superación de las metas y los objetivos a corto plazo. Para
entonces me gustaría que fuera eso lo que la gente recordase, mucho más
que el número de orejas cortadas o puertas grandes consecutivas".
Por todo ello seguirá buscando Perera
esa superación personal con la que vive, sueña y siente, la que le lleva
a ser mejor persona y, por ende, mejor torero. No suele producirse al
contrario. Porque, al final, cuando termine esta temporada y los ojos se
planten en la campaña americana, el reto volverá a ser el mismo. "Claro
que será el mismo, porque siempre eres tú el rival a batir. Tu
crecimiento y tu superación no depende del fracaso de los demás; ese es
un pensamiento de mediocres. Lo que ocurre es que tú mismo te lo vas
poniendo cada vez más difícil y tienes que reinventarte para continuar
con el proceso".
Así de seguro y de rotundo, no será difícl que se sienta Perera un mandón del toreo. ¿o no...? "Los
que me conocéis sabéis que sólo hay una cosa por la que siempre he
luchado y con la que siempre he intentado caminar en mi vida y en mi
profesión, que es la libertad. Siempre he buscado la independencia y la
forma de labrar mi propio camino. No me gusta estar bajo el mandato de
nadie ni bajo la presión de nadie. Esa ha sido mi mayor lucha y también
es mi mayor satisfacción. A partir de ahí todo viene por su propio peso;
un tío que corta cinco orejas en Madrid, dos en Pamplona y está a punto
de cortar cuatro en Bilbao con esa rotundidad, desde luego que tiene
mucho que decir y mucho peso entre los que opinan".
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