La conmemoración del centenario del torero Pascual Márquez en
su pueblo, Villamanrique de la Condesa (Sevilla), comenzó con un
diálogo taurino de gran nivel. El encuentro entre la experiencia de Juan Antonio Ruiz «Espartaco» y la juventud de la joven promesa local, Juan Solís «El Manriqueño», permitió al aficionado acercarse a muchos secretos del toreo de manos de un maestro histórico y un novillero incipiente.
Con su habitual naturalidad e inteligencia, Espartaco
dictó una auténtica lección magistral, abordando las ilusiones, la
dureza, el sacrificio y las recompensas del mundo del toro, así como sus
claves técnicas. En suma, un auténtico tratado de tauromaquia que fue seguido con deleite por los numerosos aficionados que abarrotaron el antiguo Colmao de Villamanrique.
El acto, que fue presentado y conducido por el periodista José Enrique Moreno, director de Toromedia, comenzó con un recuerdo a la figura de Pascual Márquez. El alcalde de Villamanrique, José Solís, tomó la palabra en primer lugar para recordar su figura, que momentos antes había sido honrada con una ofrenda floral en el monumento que el torero tiene en una calle principal del pueblo.
Espartaco mostró su agradecimiento en nombre de la
profesión: «Estamos aquí por Pascual Márquez y es importante y bonito
que un pueblo recuerde a uno de sus grandes hombres, que dejó la vida por el toro. Los toreros agradecemos de corazón estos detalles».
El maestro y la promesa
«El maestro y la promesa» era el título de la charla y
Espartaco comenzó explicando que se ve reflejado en El Manriqueño: «Veo
su cara de bondad, de inocencia e ilusión y
me recuerda a mis comienzos. Tiene que aprovechar su juventud y estar
preparado y dispuesto a sacrificarla para alcanzar la meta. Es duro
dejar tu juventud por el camino, pero si alcanzas el objetivo tienes toda la compensación del mundo».
Juan Solís «El Manriqueño»
agradeció el consejo al maestro y se mostró dispuesto al esfuerzo:
«Estoy preparado para vivir para el toro, que como bien ha dicho el
maestro es muy celoso y egoísta y te lo pide todo». El joven torero, que en 2013 fue el triunfador de las novilladas de promoción en Sevilla, recordó este triunfo: «Estoy muy orgulloso de lo que conseguí en Sevilla y de lo que viví, pero sé que con eso no vale, hay que seguir. La prueba es que eso no ha tenido mucha repercusión y este año solo he toreado dos novilladas».
«Mi padre era muy duro, a veces le tenía más miedo a él que al toro»
La afirmación del novillero llevó a Espartaco a hablar de la dureza del camino: «Los chavales ahora tiene un mérito muy grande porque matan verdaderas corridas de toros y porque hoy en día no se les perdona nada, tienen que estar perfectos y así es muy difícil».
El Manriqueño habló de su aprendizaje junto a Espartaco padre:
«Esa etapa me marcó mucho y me hizo madurar», y de lo mucho que le está
aportando ahora estar al lado de otro gran torero como es José Luis
Parada.
La dureza
Espartaco también se refirió a la figura paterna, contando
como anécdota que en su reciente reaparición en Palos de la Frontera
(Huelva), Antonio Espartaco le decía: «Juan, has estado bien, pero en tu
época le habrías cortado el rabo a los cinco».
«Siempre ha sido muy duro, había veces que le tenía más miedo a él que al toro», añadió Juan Antonio, que reconocía que esta exigencia le llevó a ser lo que fue en el toreo.
Espartaco ahondó en esta reaparición y expuso sus conclusiones: «Después de Palos tengo menos ganas de volver.
Cuando eres joven se te olvida el riesgo. Ahora tienes que vencer los
miedos y responder a las preguntas que te haces cuando te ves ahí
delante del toro. Ahora das más mérito a los que hacen los toreros
jóvenes y te das cuenta de que no estás para eso».
Para El Manriqueño, la principal aportación de Espartaco
fue la de «hacer buenos todos los toros». Esta afirmación dio pie a
entrar en interesantes aspectos técnicos del toreo del maestro. En este
sentido, Espartaco recordó las sabias lecciones de Pablo Lozano: «Hablando del temple, me decía que el toro ya tenía que llegar templado a la muleta o al capote, que tenía que venir templado antes del embroque, y que cada enganchón debía sentarme como si me dieran un bofetón».
El temple y la armonía
«Pablo Lozano decía siempre que no hay que enfadarse con el toro y que este tenía que llegar a la muerte bien toreado,
con temple, despacio y con armonía. Esas cosas se me grabaron en su
momento y no las he olvidado», explicó el torero, que continuó: «Yo le
decía: Pablo, torear de rodillas no gusta en Sevilla. Y él me respondía: todo lo que se haga bien es torear».
También habló el torero de su memoria: «Para entender a los toros es muy importante recordarlos a través de los años y sacar parecidos
entre unos y otros. Decir: este toro es de esta ganadería y en
Valladolid hace tres años me salió uno que hacía una cosa muy parecida a
la que hace este. Entonces buscabas soluciones y procurabas no cometer
los errores que cometiste con aquel en otro momento».
Espartaco abordó también el orgullo torero: «Yo quería triunfar sobre todos mis compañeros y me alegraba cuando ellos no triunfaban.
Ahora lo pienso y no me gusta esa sensación, no me siento orgulloso de
ese egoísmo, pero también pienso que si no hubiera sido así, no habría
logrado lo que logré».
El acto concluyó con una referencia a la juventud y a la
necesidad de que se acerque a lo taurino: «Para cambiar las ideas los
niños deben convivir más con los animales, cambiar la educación y llevarlos al campo, porque ahí están nuestras raíces», dijo Espartaco.
La conferencia tuvo un espectador de excepción en la figura de Paco Ojeda,
para quien el presentador tuvo un reconocimiento especial y Espartaco
palabras de rendida admiración: «Para mí Paco es único. Lo que él le
hace al toro no se lo he visto hacer a nadie. Para mí es uno de los más
importantes de la historia». El público dedicó una cerrada ovación.
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