domingo, 12 de octubre de 2014

«La Fiesta de los toros está en quiebra, pero las figuras ganan más que nunca»

José Antonio Martínez Uranga y Manuel Martínez Erice, empresarios de Las Ventas, celebran diez años al frente de la primera plaza del mundo

Gran reserva del 33, José Antonio Martínez Uranga cosecha su décima temporada al frente de Las Ventas. Y lo hace con una corrida del gusto de la afición de Madrid, Palha, tras un año en el que ha sido artífice de un hito: cuajar un San Isidro de 31 días seguidos de toros en una ensalzada feria. Tarde tras tarde, sin un solo escándalo ni suspensión, salvo la del 20 de mayo por percance de los tres matadores.

Capitán general de la primera plaza del mundo, es uno de los últimos estandartes de aquella Fiesta en la que los conflictos «bélicos» se resolvían en la arena y la unión no llevaba ninguna «G» en el título. Ni 10 ni 5. Ha transmitido a su hijo, Manuel Martínez Erice (1964), los valores de siempre, los imperecederos, los de la seriedad y el trabajo bien hecho. Les preocupa la situación económica, «que ha provocado un descenso en más de tres mil abonados desde 2011». Pese a ello, la Feria de Otoño ha mantenido el número de abonos del ciclo isidril y ha registrado «casi llenos», con un fructífero balance en este décimo aniversario.
–¿Se imaginaba que ocuparía el trono venteño durante una década?
–Cuando entras, nunca sabes lo que vas a estar. Yo estoy a gusto.
–¿Cuál es la mayor satisfacción?
–Me siento francamente orgulloso de que hayamos dado 650 espectáculos sin una sola incidencia. Todos los sorteos se han celebrado a su hora y sin ninguna devolución porque un torero no haya venido. Y, por supuesto, el logro de haber creado el San Isidro más largo de la historia. Aquí la marca es esa y no ferias de Cultura, de Cela u Ortega y Gasset. Si don Livinio se lo inventó, nosotros hemos hecho el más extenso.
–¿Cosas por lograr?
–Traer público en verano, con la gente fuera de vacaciones y tantas ofertas de ocio, es muy difícil. José Luis Lozano dice que en agosto no te puedes ni morir aquí, porque no hay quien te entierre. Eso sí, un año más se ha demostrado que esta plaza tiene la potestad de resucitar a toreros y ponerlos a funcionar, caso de Eugenio de Mora. 

–¿Y el capítulo de las novilladas?
–Cuesta mucho traer a los espectadores en un momento en que no hay parejas tipo Aparicio y Litri. Luego, con el pedazo de toro que se echa, es muy difícil que los chicos estén bien. Otro problema: algunos vienen sin apenas torear porque cada vez se dan menos novilladas, y solo Madrid se mantiene como plaza de temporada. Otro inconveniente: a veces quieres repetir a uno que ha estado bien y te topas con la frase: «Hombre, déjeme que rentabilice la vuelta al ruedo...»

–Las Ventas es la plaza más dura, ¿también en el despacho?
–Yo soy un hombre poco ambicioso, que vivía muy a gusto en San Sebastián. Cuando nos llamó Ramón Calderón, nos presentamos con Fidel San Román, que vio que el mundo no era tan bonito y al final seguimos solos. Nunca sabes por fuera lo complicado que es por dentro. Tiene muchas cosas, muchas peleas diarias, problemas sindicales, con una plantilla de 380 fijos discontinuos. Una carga pesada que te impide realizar muchos proyectos. Por ejemplo, cuando planteamos con Fandiño lo del tentadero gratis, cancelado luego por la Proclamación del Rey, los porteros decían que ellos sí cobraban...
–Pese a las trabas y la crisis, ¿es la Monumental una plaza rentable?
–Sigue siendo negocio y es una de las pocas que se defienden. Que no pierdan dinero y ganen se pueden contar Pamplona, Sevilla y Madrid. Y, ojo, Madrid es la más barata, que por ejemplo Salamanca afora llena más dinero. 

Toma la palabra su hijo Manuel para apuntar otra de las claves: «No olvidemos que nos tocó pasar por las condiciones de un pliego hecho en tiempos de vacas más gordas. Creo que sería necesaria una mayor flexibilidad. No hablo de una bajada de canon, sino que ese dinero redundase en beneficio del espectáculo, en la salud de la plaza y de su afición, en promociones. El sistema actual, en cuanto a tiempo de explotación, te limita a la hora de hacer inversiones a largo plazo. Se podrían llevar a cabo numerosos proyectos». 

Entra en escena de nuevo Martínez Uranga: «Lo idóneo sería que diesen la plaza por diez años, con un apartado en el que se incluya que, en el momento en que se incumpla el pliego, se rescinde el contrato. Y esto lo hago extensivo a cualquier plaza de titularidad pública».
–Con Warner Music instalaron una cubierta que se desplomó. ¿Se plantean poner otra?
–Se inaugurará una el 2 de noviembre, tipo a las del circo, en las que se realizarán desde obras de teatro con Luis Álvarez hijo como promotor, a un ciclo taurino de cine. Aquella que se quiso poner parecía un prodigio, pero no superó las pruebas de carga y se cayó. Suele ocurrir cuando intervienen muchos genios.
–¿Cómo ve el futuro?

–Muy corto. El tendido no puede emocionarse con algunos toros que están saliendo por ahí. Y las plazas dan pérdidas. ¿Por qué se unen los empresarios? Porque más vale tres heridos que un muerto. Y ya se conforman con decir: «Hemos salvado». 

Pese a un optimismo mayor que el del patriarca, Manuel habla con claridad meridiana: «El mundo del toro es un sector en quiebra».

Asiente con la cabeza Martínez Uranga, antes de poner al alza su verbo sin medias tintas: «Esta ha sido la época más dura. Vamos a ser claros: a los ganaderos no se les puede tocar; a las novilladas, tampoco, pero con esa barbaridad de que tenga que haber nueve banderilleros, los gastos se disparan hasta el punto de que cada vez hay menos, y eso es muy preocupante. Si no cuidas y matas los pececitos, no hay merluzas; si no se ruedan los novilleros, a ver de dónde salen nuevos matadores».

–¿Y las figuras?
–Las figuras están ganando más que nunca. En general, van a lo suyo. 

–Otrora se decía que los dineros se adaptaban al público que se llevara.
–En muchas ferias no llenan ni toreando juntas. Esos días se pierde dinero en taquilla, porque cobran mucho.

–Aunque se considera tema tabú, los espectadores se preguntan cuándo cobra un torero.
–Siempre hubo mucho recato sobre eso. Hay un desfase brutal entre los de arriba y los de abajo, que ganan demasiado poco. Si el público supiese lo que algunas figuras ganan, no las verían con mucho cariño cuando no están bien. 

A pesar de que Martínez Uranga era partidario de no apoderar, su hijo acaba de sellar un acuerdo con la gran figura de Francia y protagonista de importantes faenas en este coso, Sebastián Castella, en una ilusionante andadura.
–¿Por qué a veces es tan difícil que las figuras se anuncien varias tardes?
–Si a un torero le garantizaran la temporada sin pasar por Las Ventas, la mayoría no vendría. Pero para ganar dinero hay que dar la barba en Madrid. 

–¿Seguirá dándola Taurodelta en el próximo concurso?
–Sí, nuestra intención es presentarnos. Madrid, con todo lo que conlleva, da un prestigio y una satisfacción personal incomparables. Es a lo máximo que un empresario taurino puede aspirar.
Manuel Martínez, respetado y querido entre los profesionales, contempla con admiración a su padre y se siente «un privilegiado por tener al mejor maestro, aunque este negocio es el menos heredable del mundo, o vales o no vales». Atrás quedan esos años 60 en los que Martínez Uranga, ingeniero de carrera y la tercera generación de una familia de emprendedores, comenzó a apoderar a Paco Camino. «La mejor escuela es un coche de cuadrillas, donde se aprende de verdad», sentencia. Sus anécdotas de aquella época merecen capítulo aparte. Con la categoría, el respeto y la experiencia de toda una vida en el toro, ahora le preocupa sobremanera la situación actual. 

–¿Alguna solución?
–Creo que la única vía de supervivencia pasa por la creación de un ente que aglutine a todo el sector y vele por el bien común de la Fiesta. Pero pasan los años sin hacer nada y sin la unión necesaria. 

¿Se tomará conciencia este invierno y se remará a compás? Soñemos...

La Monumental, en cifras

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