Pero hubo de esperar al sexto bis para que llegase el cante
grande. Frente a"Flamenco", que así se llamaba este sobrero que tuvo la
gentileza de regalar la empresa Cormanizales tras lesionarse el titular
en banderillas y haberse ya cambiado el tercio. Justo en ese había dado
un recital con el capote, aunque la locura se desataría con el otro en la muleta.
No era precisamente un mister este toro, pero embestía
dormidito en la muleta de El Juli más soñador, el maestro que detuvo el
tiempo. Como no parecía que anduviera sobrado de fortaleza, lo hilvanó
de primeras a media altura, con mimo almibarado, hasta lograr que este
"Flamenco" se viniese arriba. Precisión de químico en la medida de
espacios y tiempos. Todo con inteligencia y cabeza, pero también con
pasión y corazón. Hasta acabar robando el de la Monumental de Manizales,
totalmente rendida a tanto toreo auténtico y bueno.
Bajo los sones de "Puerta Grande", aquello era un manicomio, con
gargantas enronquecidas en los derechazos, los naturales, un cambio de
mano que duró lo que un viaje de Colombia a España, la capeína, el
desprecio... De todo hizo en una obra de cantidad pero aún mucha más
calidad.
No se cansaba de torear la figura al nobilísimo y
sensacional toro (en sus manos), y el público comenzó a pedir el indulto
tras las firmes manoletinas. Como el presidente no atendía a la
ensordecedora solicitud, agarró la espada y se perfiló para matar. Los
gritos se escuchaban en todo Caldas. Y el madrileño siguió toreando, con
"Flamenco" ya queriéndose rajar pero sin dejar de humillar. Hasta tres o cuatro rondas más, que ya hasta perdimos la cuenta...
Llovían sombreros, la gente brindaba con el ron viejo,
saboreando cada pase, alguno se desabrochaba la camisa. "¡Torero,
torero!", exclamaban entre ovaciones atronadoras cuando se concedía el
perdón de la vida a "Flamenco".
El Juli, roto de tanto toreo, quebrado de tanto hundimiento
en la tierra, del desgarro, recibió las dos orejas simbólicas y se las
entregó al ganadero Ernesto Gutiérrez, acompañado de su hijo Marcelo. Los tres dieron una pletórica vuelta al ruedo antes de que el matador fuese izado a hombros.
Ese "Flamenco" fue el mejor de la corrida de Guriérrez, a
la que faltó fondo dentro de su nobleza en conjunto. Pablo Hermoso de
Mendoza mostró su magisterio a caballo, por encima de su lote, pero el
público estuvo algo frío en el que abrió plaza y luego no anduvo
afortunado con el rejón de muerte.
La tarde fue de El Juli. Y la Catedral de Manizales. ¡La quinta ya!
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