domingo, 11 de enero de 2015

Cante grande de El Juli con «Flamenco» en Manizales

"Me ha hecho llorar El Juli". Eran palabras de Juan David. Y de tantos otros con la mirada nublada de tantas emociones. De tan milagrosa lentitud en este fin de fiesta catedralicio. ¡Qué manera de torear, señores! ¡Qué despaciosidad! Si perfectísima fue su primera faena, en la que perdió el doble trofeo por la espada, en el cuarto se pegó un arrimón que le puso en bandeja el premio antes perdido. Y no un arrimón al uso, aquello fue un arrimón con categoría...

Pero hubo de esperar al sexto bis para que llegase el cante grande. Frente a"Flamenco", que así se llamaba este sobrero que tuvo la gentileza de regalar la empresa Cormanizales tras lesionarse el titular en banderillas y haberse ya cambiado el tercio. Justo en ese había dado un recital con el capote, aunque la locura se desataría con el otro en la muleta. 
 
No era precisamente un mister este toro, pero embestía dormidito en la muleta de El Juli más soñador, el maestro que detuvo el tiempo. Como no parecía que anduviera sobrado de fortaleza, lo hilvanó de primeras a media altura, con mimo almibarado, hasta lograr que este "Flamenco" se viniese arriba. Precisión de químico en la medida de espacios y tiempos. Todo con inteligencia y cabeza, pero también con pasión y corazón. Hasta acabar robando el de la Monumental de Manizales, totalmente rendida a tanto toreo auténtico y bueno. Bajo los sones de "Puerta Grande", aquello era un manicomio, con gargantas enronquecidas en los derechazos, los naturales, un cambio de mano que duró lo que un viaje de Colombia a España, la capeína, el desprecio... De todo hizo en una obra de cantidad pero aún mucha más calidad.
No se cansaba de torear la figura al nobilísimo y sensacional toro (en sus manos), y el público comenzó a pedir el indulto tras las firmes manoletinas. Como el presidente no atendía a la ensordecedora solicitud, agarró la espada y se perfiló para matar. Los gritos se escuchaban en todo Caldas. Y el madrileño siguió toreando, con "Flamenco" ya queriéndose rajar pero sin dejar de humillar. Hasta tres o cuatro rondas más, que ya hasta perdimos la cuenta...

Llovían sombreros, la gente brindaba con el ron viejo, saboreando cada pase, alguno se desabrochaba la camisa. "¡Torero, torero!", exclamaban entre ovaciones atronadoras cuando se concedía el perdón de la vida a "Flamenco". 

El Juli, roto de tanto toreo, quebrado de tanto hundimiento en la tierra, del desgarro, recibió las dos orejas simbólicas y se las entregó al ganadero Ernesto Gutiérrez, acompañado de su hijo Marcelo. Los tres dieron una pletórica vuelta al ruedo antes de que el matador fuese izado a hombros. 

Ese "Flamenco" fue el mejor de la corrida de Guriérrez, a la que faltó fondo dentro de su nobleza en conjunto. Pablo Hermoso de Mendoza mostró su magisterio a caballo, por encima de su lote, pero el público estuvo algo frío en el que abrió plaza y luego no anduvo afortunado con el rejón de muerte.
La tarde fue de El Juli. Y la Catedral de Manizales. ¡La quinta ya!

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