Como ya va haciéndose costumbre, me voy a permitir algunos comentarios sobre tus excelentes reflexiones al finalizar la FISS 2015
El Embajador Eduardo Soto Alvarez en los bajos de sombra del coso de Pueblo Nuevo |
Eduardo Soto Alvarez
Fotos: Germán D' Jesús Cerrada
Diego Ventura desconsolado |
En relación con el encierro de Hugo Domingo
Molina, cuanto más rápido olvidemos lo acontecido, mejor para todos. El
ganadero hará uso de la palabra por partida doble en la venidera Feria del Sol.
Seguramente tratará de no defraudarnos.
Mi siguiente
comentario versa sobre los Victorinos
y, por supuesto, no es timbre de
orgullo el que prácticamente solo los numerados de la Plaza estaban llenos en el debut en América de la mejor ganadería
de la actual cabaña brava española. Tiendo a pensar que no supimos calibrar
debidamente la proyección histórica de la fecha. O, a lo mejor, incurrimos de
nuevo en el error de predicar entre los conversos, descuidando la prédica a los
no iniciados en los caminos de la tauromaquia. Para reconfortarnos, acudimos al
enfoque cualitativo, según el cual esa tarde fuimos pocos pero bien cernidos. De seguir en esa línea terminaremos creyendo
saber cada vez más pero siendo realmente
cada vez menos, con lo cual a la larga propiciaremos nuestra propia extinción
como aficionados taurinos.
La seriedad de Joselito Adames ante el victorino |
En el supuesto
negado que se me hubiese consultado sobre el diestro venezolano que
tendría el honor de enfrentar los
Victorinos en tan connotada ocasión, probablemente hubiese elegido el mismo,
pues recordamos la capacidad y bríos de que hizo gala en la Feria del año pasado. Es
necesario reconocer que el encierro presentado por el ganadero de Galapagar
pide los pergaminos a quién se le ponga por delante y que si bien es difícil para
matadores que participan en decenas de festejos cada año , como es el caso de
Joselito Adames, figura descollante del toreo mexicano actual y del
diestro español Alberto Aguilar, de los
más familiarizados con los Victorinos y que
no obstante sufrió un percance ,
tanto más difícil para nuestro compatriota del pueblo sin ventanas, quien en realidad acumula muy pocas fechas. Pero también es
necesario decir que, entendible pero
lamentablemente, no estuvo a la altura de la oportunidad que marcó hito importante en el devenir
taurino nacional y del continente.
Leonardo Benítez |
Tal vez hemos
desperdiciado la oportunidad para que el Maestro Leonardo Benítez nos
prodigara un recital de buen toreo y de ejemplar comportamiento sobre la
arena, como corresponde al más veterano de nuestros matadores activos, que
debiera ser paradigma de nuevas generaciones. O
quizás más bien los Victorinos, con su característica
fiereza, hubiesen propinado al diestro de La Vega una lección de modestia y humildad que le
hubiese dificultado continuar asumiendo actitudes retadoras y faltas de respeto para con las autoridades
taurinas cuando las cosas no le marchan de acuerdo a su propio y preconcebido
guion o responder con gesto displicente
la invitación de un colega del cartel a
compartir el tercio de banderillas.
Incógnitas que ya jamás podrán ser despejadas, excepto por el propio Maestro con su conducta
en el ruedo durante la próxima Feria de
Mérida.
Hablemos ahora
de los Juan Pedro. La tarde de los JP demostró de manera irrefutable por qué
las figuras tienen marcada preferencia por estos toros. Por supuesto que
proporcionan buen espectáculo, pero es un poco como el de los volatineros que ejecutan suertes impresionantes en la altura con un
cable de seguridad atado a la cintura. Faltaba algo de lo que sobró en la tarde
victorina.
Sobre el otro
encierro español no tengo comentario que hacer, excepto por la
irreverencia de señalar que su basto fenotipo trae de inmediato al espíritu aquel adjetivo que aplicamos cuando ofrecen
como pasa palo el sabroso tubérculo,
compañero fiel de la parrilla criolla.
Buena bara al toro Moñito |
Pasando página,
no deja de ser satisfactorio constatar
que cada vez más aficionados disfrutan de la suerte de varas realizada de
manera ajustada a la ortodoxia y, en
consecuencia, transformada en una de las suertes más bellas y emocionantes de la Fiesta.
Es bueno recordar que fue Sixto Vásquez, picador mexicano de Michoacán,
a quien cupo el honor de introducir en
España la colocación del toro de lejos para picarlo y a quien se le concedió una oreja en la Plaza del Puerto de Santa
María, después de tres puyas excepcionales, en Agosto de 1.955. Hoy en día se
cuenta con grandes picadores como el también mexicano Nacho Meléndez,
triunfador hace unos años en San Isidro, o el español Tito Sandoval que sirve a
la orden de Javier Castaño y quien junto al banderillero David Adalid,
constituye la parte fundamental de la cuadrilla considerada por muchos una de
las mejores de la actualidad. Existe por cierto una curiosa foto de Sandoval
picando un toro con el regatón, es decir con el extremo de la vara opuesto al
de la puya.
Hay que tomar en
cuenta que para seguir progresando en la
buena ejecución de la suerte de varas se
requiere también de un buen caballo de
picar. Nosotros todavía estamos lejos de tener una buena escuela de doma
para estos menesteres. Por ahora va
adelante, con mucho, la escuela francesa cuyos ejemplares son utilizados
incluso en plazas importantes de España como las de Sevilla o Bilbao.
Hoy el bastión del Primer Tercio es sin duda Francia, cuyos aficionados, conocedores a fondo de la suerte de varas,
son muy exigentes con los picadores en su correcta ejecución.
Ahora pido la
venia para explicitar un poco mi pensamiento alrededor de la numerología
taurina, y reconocer de entrada la necesidad e importancia de llevar al día las estadísticas de los
diferentes festejos, pero sabiendo, como
es obvio, que la inquietante belleza de la Fiesta Brava no
podría nunca quedar aprisionada en la mera frialdad de los guarismos.
Una tarde mala la tiene cualquiera |
Ayer quizás
alguien haya podido colegir que no daba
suficiente importancia a esa labor
tesonera de mantener el rastro estadístico de los festejos. Nada más lejos de
mi intención, que apuntaba más bien a señalar que, amén de la necesaria
recopilación estadística del
espectáculo, pudiera llevarse también
una huella cualitativa de festejos que
lo ameriten. Me explico con un ejemplo
cuyo resultado puede que no sea el verdadero (aun no dispongo en Mérida de mi
infraestructura de aficionado que me
permitiría verificarlo) pero que de todos modos
sirve para ilustrar mi planteamiento. La
faena del Maestro Antonio Chenel,
Antoñete, al toro blanco de
Osborne en la Monumental
de Las Ventas hace unos cuantos años, se considera legendaria
y aunque el Maestro no haya podido
refrendarla con la espada, por lo que su huella estadística pudiera ser
mínima, sin embargo constituye una de las grandes faena de significación histórica cumplidas en la Primera Plaza
del Mundo. He allí el reto, sobran las palabras.
Por lo demás,
nunca se enfatizará demasiado que la especial composición de nuestra Comisión Taurina, cuyos miembros
casi siempre han sido profesionales que
han desempeñado brillantemente
distintas cátedras
universitarias, le permite ser instrumento particularmente idóneo para
continuar adelantando y ampliando su
labor de pedagogía taurina. Además,
una ciudad como Mérida, donde se
dan cita jóvenes de todas partes del país
que acuden a sus aulas
universitarias, facilita que la catequesis taurina tenga efecto multiplicador y
repercusiones a nivel nacional. Pero hay que tomar nota que esto también es
igualmente válido para aquellos que
propagan el virus anti taurino.
¿Compruebas
ahora amigo Acasio Jr. que no se puede
invitar un tovareño a comentar sobre la Fiesta Brava, sin
correr el riesgo de que te endilgue una larga perorata?
Ahora que aludo
a mi patria chica, dedicaré un par de líneas
al uso y abuso del gentilicio.
Mucha gente se extraña que cuando me presentan
por mi título, el cual obtuve en buena ley al egresar de la Escuela de Estudios
Internacionales de la UCV
e ingresar por concurso de oposición al Servicio Exterior como Tercer
Secretario y progresivamente alcanzar la categoría de Embajador, señale mi preferencia porque se me reconozca simplemente como aficionado
tovareño, lo cual no deja de producir cierta hilaridad en algunos amigos y estupor en uno que otro participante en la
reciente velada taurina .
La verdad que este asunto aparentemente
trivial envuelve para mí una cuestión de fondo.
Cuando, en los tiempos que corren, alguien me
llama en público Embajador, tengo que
apresurarme a aclarar de inmediato, para evitar confusiones y malos entendidos, que hace más de diez
años hube de dar por terminada mi
carrera diplomática, por razones que seguramente no escaparán a la imaginación
de los pocos lectores que, venciendo el tedio, hayan tenido valor suficiente para llegar casi hasta el
final de este estoraque.
Sea permitido entonces refugiarme en la Fiesta Brava con el
gentilicio que obtuve con facilidad
y porto con orgullo, al haber nacido en la Sultana del Mocotíes hace
ya más de siete décadas.
Al rematar la
faena, ya al borde del tercer aviso, espero haber dado respuesta a tu cordial invitación. Solo
resta despedirme, no sin antes pedir excusas, pues no tuve tiempo de
hacerla más corta.
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