El reaparecido matador salda con otro trofeo su compromiso especial con el hierro de la casa; importante el torero de Gerena con el gigantesco quinto de serio fondo.
Dávila Miura contempla la muerte del imponente cuarto que le valió la oreja.
CARLOS MÁRQUEZ
ZABALA DE LA SERNA
Sevilla
A las seis y media exactas de la tarde, Dávila Miura
hacía realidad la sospecha de que para ser torero hace falta estar un
poco loco. O muy loco. Nueve temporadas retirado para meterte entre
pecho y espalda una corrida de Miura es de diván. Y
todo por el romanticismo de conmemorar los 75 años consecutivos de la
histórica divisa en Sevilla. La ganadería de casa, una devoción. Digno no, dignísimo regreso. Antes de seguir: otro sombrerazo para la importancia de Manuel Escribano.
Estocada de Dávila Miura al cuarto toro de la tarde
EFE
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Fue brindar Dávila Miura y ponerse a enredar Eolo todo uno. Por delante se lo sacó. Por el palillo y por dentro se venía el toro. Un toque fuerte abajo y perdió las manos el miureño; en la siguiente tanda, casi lo tuvo en el aire. Fundamental la colocación del torero, que se atrevió incluso por la imposible zurda. Un trago. A saltos el cárdeno. Cada vez peor. Cuando no había otro camino, se dobló Eduardo y se fue a por la espada. Cabal la ejecución pero atravesado el acero, que hacía guardia.
Dávila Miura volvió a demostrar que se viste por los pies. Al imponente cuarto, que nunca descolgó -aunque tampoco se comía a nadie había que ponerse delante-, lo bregó de cine Javier Ambel. Eduardo se la quiso echar de verdad, sobre todo con la zocata, como si fuera un garcigrande... Colocación exacta y clave hasta para apurar con su ambición más allá de lo que había finalmente. Los pases de pecho fueron siempre enormes. Se volcó en la hora de la verdad y Sevilla le recompensó el esfuerzo y la vergüenza torera con una oreja. Otros sí que han venido a llevárselo sin dignidad...
Superior anduvo Manuel Escribano con el gigantesco y cinqueño quinto (salvo el errático principio por estatuarios que casi lo estampa en tablas). Media distancia y zapatillas asentadas. Pesaba el toro. Por la izquierda también. La emoción de cuando hay verdad en un tío trepaba. Muletazos largos por las dos manos. Trayéndoselo embebido desde una disposición y colocación extraordinarias. Hasta el punto de soltarlo en su momento. Se tiró a matar con fe. Como una vela. Espectacular la muerte del miura. Oreja de ley. Importante el tipo como el toro.
Otra línea distinta (goterón saltillo, apostaba Barquerito) había traído un segundo bajo y recortado, que ya en el capote de Manuel Escribano colocó la cara en los vuelos de la verónica. Buen tranco y soberbio puyazo de Quinta. Entonces el planteamiento de faena careció de lucidez. Los cambiados por la espalda no ayudaron precisamente a potenciar las virtudes y sí a desarrollar defectos. Tan encima además luego. Un lío de puñales, una gresca sin asiento.
Iván Fandiño se estrelló con un lote muy malo. Sigue el funeral del Domingo de Ramos sin resurrección.
FICHA DEL FESTEJO
- Plaza de toros de la Maestranza. Domingo, 26 de abril de 2015. Última de feria. Toros de Miura, serios en sus diferentes líneas y hechuras; altísimo, orientado pero sin poder el 1º; bajo, pronto, de estupendo tranco y a peor el 2º; una prenda orientada y gazapón el 3º; sin humillar pero sin maldad el 4º; importante de serio fondo el gigantesco 5º; más vareado el 6º que topó y se defendió con sentido.
- Dávila Miura, de tabaco y oro. Estocada que hace guardia, pinchazo hondo y descabello (saludos). En el cuarto, estocada fulminante (oreja).
- Manuel Escribano, de teja y oro. Pinchazo y estocada trasera (saludos). En el quinto, estocada desprendida (oreja y petición).
- Iván Fandiño, de vainilla y oro. Estocada pelín contraria, atravesada y suelta y tres descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada desprendida (silencio).
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