EL REJONEO EN MÉXICO
“Sobre el caballo llega a América la fiesta de los toros.
en primer término a México”
                                              José Alameda.
Publicado por: Hassan González
Autor: Don José Santos Alonso
La
 primera corrida de toros de que se tiene registro en América fue la del
 día 24 de Junio de 1526, día de San Juan, fecha en la que se corrían 
toros en la plazoleta del Volador, contigua a la plaza mayor de la ahora
 ciudad de México, (frente al sitio donde hoy en día se encuentra el 
edificio de la Suprema Corte de la Nación), y que es de nuestro 
conocimiento por estar consignada en la quinta carta de relación enviada
 por Hernán Cortés al emperador Carlos V, en la que relata este 
acontecimiento taurino que se efectuó para celebrar su retorno de la 
infructuosa expedición a las Hibueras, hoy Guatemala, en la que 
Ixcateopan, por el infundado temor de una rebelión, cometió la canallada
 de asesinar a Cuauhtémoc, último emperador azteca a quien llevaba como 
rehén.
Entre
 los asuntos relatados por Cortés a su soberano en la mencionada carta, 
le informó de la llegada del oidor Lic. Luis Ponce de León, hecho del 
que quedó enterado el conquistador por misiva que mediante mensajero le 
envió este oidor a su arribo a Veracruz y que recibió precisamente 
estando corriendo “ciertos toros”, expresión que ha dado pie a la 
especulación de que los toros en cuestión no fueran toros españoles sino
 americanos, es decir “cíbolos” o bisontes, lo que es muy poco probable 
ya que no existen testimonios que respalden esta especie, solo el 
producto de la especulación emanada de la frase en la carta de Cortés, 
lo que no justifica la teoría, demasiado especulativa, de pensar en 
cíbolos; porque hay que considerar que los bisontes o cíbolos habitaban 
en los territorios del norte en donde hoy es Texas, Nuevo México y 
Arizona, distantes dos mil kilómetros de la ciudad de México entre los 
que mediaban grandes extensiones de tierras pobladas por tribus 
hostiles, lo que haría imposible que se hubieran podido trasladar 
arreando las manadas de estos bóvidos, que por otro lado es dudoso que 
sirvan para el alanceamiento, por ser muy domesticables y no 
distinguirse por su acometividad; lo cierto es que si bien los primeros 
toros que se importaron de España, específicamente para la lidia, los 
trajo en 1527 Juan Gutiérrez Altamirano para establecerlos en el valle 
de Tianquistenco donde fundó la hacienda y la ganadería de Atenco, que 
prevalece hasta nuestros días, ya antes se habían hecho importaciones de
 toros de Cuba así como de la misma metrópoli, vía Veracruz, mismos que 
eran llevados a México por rutas establecidas, con lugares apropiados 
para el reparo (pausa que se da al ganado cuando se arrea durante 
largas jornadas, para que descanse o para que se refresque antes de 
abrevarlo) y sesteo de los jinetes y ganado y sobre todo por territorio conquistado y por lo tanto pacífico.
La
 afición a las corridas de toros en México tienen raíces muy antiguas, 
lo que ha quedado registrado en actas y crónicas que dan fe de los 
festejos taurinos que por motivo de celebraciones de toda índole se 
efectuaban desde muy recién  consumada la conquista, tal consta en la 
carta de relación referida y en actas del cabildo de la ciudad de México
 como la de fecha 21 de Julio de 1528 en la que los miembros del 
ayuntamiento ordenaron que todos los años se celebraran corridas de 
toros, en las fiestas de San Juan, así como el 13 de Agosto día de San 
Hipólito fecha de la caída y toma de Tenochtitlán, el 25 de Julio día de
 Santiago, patrón de España y el día de Ntra. Señora de Agosto; también 
se celebraban con corridas las fechas civiles, como la jura de nuevos 
monarcas, sus bodas, el nacimiento de los príncipes, la llegada de 
nuevos virreyes, sus onomásticos o cualesquiera otra fecha que ameritara
 celebrarse ya fuera civil, militar o religiosa y hasta la llegada sin 
novedad de la flota, era celebrada con fiestas taurinas.
Desde
 luego los protagonistas de estas festividades no fueron profesionales, 
sino los caballeros gobernantes de los que podemos mencionar al propio 
Cortés, al sanguinario Nuño de Guzmán, al no menos fiero Pedro de 
Alvarado, apodado “Tonatiúh”, por su roja cabellera que asemejaba  los 
rayos del sol y posteriormente a los virreyes Luis de Velasco y su hijo,
 “lindos hombres de a caballo”, según se les llamaba por su destreza en 
el arte de la equitación, quienes fueron la primera dinastía torera de 
México, también llegan a nuestros días los nombres de otros caballeros 
del siglo XVI y XVII amantes de la tauromaquia, entre los que se 
destacan, el marqués de Falca, Álvaro Manrique de Zúñiga, marqués de 
Villamanrique y Juan de Mendoza.
En
 el siglo XVIII hubo en la Nueva España una notoria decadencia de la 
costumbre de lidia toros a caballo, por los más distinguidos señores del
 virreinato, seguramente por la circunstancia acaecida en España del 
abandono del rejoneo por la aristocracia, que no solamente abandonó la 
tauromaquia hípica, sino también el gusto por la equitación a la jineta,
 empero en México no fue tan absoluto el rechazo a las lides ecuestres, 
seguramente por la naturaleza rural del país, por lo que en las corridas
 de toros se lidiaban toros a caballo, se incluían suertes de todas 
clases, en las que ya no participaban los aristócratas, sino 
profesionales, que fueron  abandonando el rejoneo y adoptando la moda 
española del toreo a pie, de manera que, a finales del siglo XVIII 
empezaron a mezclarse ambas modalidades, decayendo en Fausto y esplendor
 de la fiesta taurina, pero no obstante, manteniéndose como festejo 
popular en el que había toda clase de diversiones y se practicaban toda 
clase de suertes.
José
 Álvarez del Villar en su libro “Raíces de la Tauromaquia Charra” 
consigna los nombres de los toreros de esta época, entre los que se 
destacaron como piqueros, el “Negrito” Conde, Arcadio Reyes y el 
“Valiente” Oropeza, quienes desempeñaban la suerte de picar con mucha 
destreza que sus valiosos caballos no sufrían injuria alguna, pues jamás
 permitían que se los tocaran, lo que es digno de mencionar dada la 
habilidad y la perfección con que ejecutaban las suertes estos 
varilargueros novohispanos.
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| El 24 de Junio de 1526 se celebró en Tenochtitlán la primera corrida de toros en América | 
En
 el año de 1821 terminó la época colonial después de once años de lucha,
 el ejército insurgente integrado en su mayoría por gente del campo, 
estaba integrado por magníficos jinetes amantes de las suertes charras 
en las que siempre estuvo incluida la práctica del toreo a caballo, 
además de las costumbres nativas de lazar, manganear, colear y jinetear,
 que tanto gustan al pueblo mexicano.
Por
 esta razón en las corridas de toros del México del siglo XIX, entre 
toro y toro o a la mitad de los festejos se soltaban varios toros para 
coleadero, lo que perduró hasta principios del siglo XX, dándose el 
caso  que “ se colearon toros en la plaza del toreo como intermedio de 
una corrida formal”, según relata el citado José Álvarez del Villar en 
el libro mencionado “ por ser una suerte muy del gusto del público 
mexicano”. El ejemplo más representativo de esta mezcla de estilos lo 
fue Ponciano Díaz quien combinaba ambas modalidades, toreando en 
ocasiones, en la misma corrida, tanto a pie vestido de luces, como a 
caballo vestido de charro, en el intermedio de ésta, lo que se explica 
porque este torero vivió el renacimiento en México del toreo puramente 
español, recibiendo la alternativa de Frascuelo y alternando con otros 
toreros de la época, lo que le hizo abandonar paulatinamente la 
tauromaquia charra. Ignacio Gaeda, torero charro, de origen potosino, 
anterior a Ponciano Díaz, fue el inventor del par de banderillas a dos 
manos, que ejecutaba a caballo a la perfección, siendo el 7 de Octubre 
de 1888 la primera vez que la ejecutó en público, repitiendo esta suerte
 en señaladas corridas, tanto en México como en la Habana, Cuba, donde 
toreó 14 corridas en las que entusiasmó a la afición antillana con las 
banderillas a caballo.
Ponciano
 Díaz también banderilleó a dos manos a caballo, y lo hizo así mismo, en
 pelo, y en Europa el lusitano Joao Branco Nuncio, hizo esta suerte por 
primera vez en Lisboa el año 1923, inspirado en la información que 
obtuvo de la revista taurina “La Lidia” en la que se mencionaba que el mexicano Ponciano Díaz banderilleaba a caballo a dos manos desde hacía 40 años,
 lo que manifestó en una entrevista que le hizo el escritor lusitano 
José Tello Barradas para el libro dedicado al maestro Joao B. Nuncio, 
“Meio Seculo de Toureio e Gloria”, en el que el maestro da crédito al 
torero mexicano por la primicia de este lance, como correspondía a su 
condición de caballero.
Ponciano Díaz- Nació
 el 19 de Noviembre de 1856 en la famosa ganadería de Atenco, sus 
maestros fueron Bernardo Gaviño y José María Hernández, “El Toluqueño”, 
debutó profesionalmente el 1 de Enero de 1877 en Santiago Tianquistenco,
 el 1 de Mayo de 1881 participó en la corrida de inauguración del coso 
“El Huizachal”, su popularidad lo llevó a ser requerido por todos los 
empresarios por lo que toreó en todo el país, el año 1884 toreó en una 
plaza de Nueva Orleáns, en el vecino país del norte; el 15 de Enero de 
1888, estrenó la plaza “Bucareli” de su propiedad; el año 1899, entre 
Julio y Octubre, toreó en Madrid, Puerto Santa María y Sevilla; así como
 en Porto y Villa Franca de Xira en Portugal, en Diciembre de ese mismo 
año toreó en la plaza Carlos III de la Habana y el 17 de Octubre de 1890
 recibió la alternativa de matador, apadrinado por Salvador Sánchez 
“Frascuelo” y fungiendo como testigo Rafael Guerra “Guerrita” con toros 
del Duque de Veragua. Toreó Ponciano Díaz 217 festejos de los que se 
tiene fiel registro, aunque seguramente toreó más. Murió el 15 de Abril 
de 1899, a los 43 años, fue uno de los toreros más populares que ha dado
 México.
  
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Ponciano
 Díaz, torero charro que vivió la transformación del toreo criollo al 
puramente español, recibiendo la alternativa de Frascuelo.
 
  
En los albores del siglo XX, Francisco Aparicio se
 destacó como torero a caballo, siendo el mejor banderillero de su 
tiempo, este caballista toreaba de acuerdo a los cánones peninsulares, 
es decir las reglas lusitanas y andaluzas, saliendo como es costumbre 
antes que los lidiadores de a pie. Paco Aparicio, como mejor se le 
conocía fue un buen torero de a pie y charro completo, alternó con éxito
 con los más destacados matadores de la época y su toreo a caballo era 
superior al de Ponciano Díaz, por lo que montó un espectáculo charro 
taurino que cosechó muchos y sonados triunfos en Portugal y España, por 
su habilidad como jinete, así como a su actualizado toreo a pie que se 
ajustaba a los cánones de la época. 
  
Andrés Becerril.- Fue
 un charro de notables habilidades, participó en grupos de charros que 
daban espectáculos charro taurinos, tanto en México, Estados Unidos y 
España. Banderilleaba, toreaba y mataba a caballo con mucha habilidad, 
por lo que se le considera pionero del rejoneo en México de la misma 
manera que Paco Aparicio. 
  
  
 
  
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Don Juan Cañedo.- Oriundo
 de la ciudad de Querétaro, nació a mediado de los años veintes, estudió
 la carrera de las armas en el Heroico Colegio Militar en el Arma de 
Caballería, donde destacó como jinete y se perfiló como hombre afecto a 
la acción, por lo que abrazó el rejoneo profesional. Pertenece 
definitivamente al grupo de rejoneadores espectaculares, su toreo es el 
clásico toreo español que recorre los tres tercios, los cuales domina 
con facilidad. Es un jinete consumado y rejoneador muy dueño de sus 
corceles en la plaza, su rejoneo es muy efectivo y de gran vistosidad.
Toreó
 en los dos continentes taurinos codeándose con las figuras de su 
tiempo, rejoneaba toros en puntas lo que daba a su toreo mucha 
emotividad, encarnó al legendario torero macho, su actitud en la plaza 
rebosaba esa sensación del hombre dominante que sabe imponerse. Se 
presentó en la Monumental México el 26 de Febrero de 1950 y ese año 
repitió el 15 de Abril, y el 29 del mismo mes y año, toreó otras dos 
corridas en este coso una el 22 de Febrero de 1953 y la última el 26 de 
Marzo de 1967.
Una
 de sus más grandes hazañas taurinas la realizó en la plaza de Durango, 
donde le fue otorgada una pata de su enemigo por una faena llena de 
emoción y entrega, también rejoneó tres corridas un día 4 de Julio en 
las plazas de Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo. Sus actividades siempre
 han gravitado dentro del mundo de los caballos, hoy en día es criador 
de caballos de raza Lusitana y Española y se encarga personalmente del 
adiestramiento de sus caballos. Ha sido directivo y presidente de la 
Asociación Mexicana de Criadores de Caballos Lusitanos, A.C.
Carlos Arruza (padre).- Capitalizó
 su profundo conocimiento de la lidia a pie para convertirse en un 
rejoneador puntero, para los parámetros de la época, sobresaliendo en su
 nueva faceta taurina por su gran personalidad, por lo que fue 
considerado como el más taquillero de su época en México. Debutó como 
caballista el 16 de Septiembre de 1956 en Nogales, Sonora, México, en 
1957 fue a España y toreó 30 corridas en plazas importantes, incluyendo 
Madrid en la que se presentó el 6 de Junio. Ese mismo año recibió del 
gobierno español La Cruz de Beneficencia por su labor altruista al 
participar en un sin número de corridas benéficas, presea que le fue 
entregada en Santander el 26 de Mayo de 1957, debutó como rejoneador en 
la México el 16 de Noviembre de 1960. Se retiró por primera vez como 
rejoneador en Ciudad Juárez Chihuahua, reapareciendo el 20 de Junio de 
1965 en Tijuana, B.C. La penúltima corrida que toreó en la México fue el
 día 23 de Enero de 1966, en la que cortó las dos orejas y el rabo al 
toro “Gavilán” de Tequisquiapan. Siendo así el primer rejoneador que 
cortó un rabo en la México. Rejoneó por última vez en esta plaza, el 6 
de Febrero de 1966, cortando las dos orejas al toro “Peregrino” de Reyes
 Huerta. En Mayo 15 de 1966 rejoneó por última vez en público en la 
ciudad de chihuahua y desgraciadamente, el 20 de Mayo de 1966 falleció 
en un accidente automovilístico en la carretera a Toluca.
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| Carlos Arruza (Padre) |