El percance llegó en el último minuto.
Escribíamos que la espantosa cogida ocurrió con el toro que cerraba una
corrida de lo más entretenida, y no como la del día anterior: La Quinta
ganó por goleada a la de Bañuelos, en presencia y juego, y el conjunto
de Martínez Conradi no aburrió a nadie. Y nadie eran muchos, pues en el
coso había más de dos tercios (casi tres cuartos incluso) con un cartel
de los llamados de «modestos». Lo abrochó Adame con «Naranjito», que así
era el bautismo de este señor toro, que se movió y humilló con más
casta que sus hermanos. Adame, que se gustó en dos medias, formó el
«mundialito» con las zapopinas del quite, tan jaleadas como aceleradas.
De eso pecó a veces su valerosa faena, en la que sobresalió una
estupenda serie al natural, enjaezada con una trincherilla. «Naranjito»,
serio en todos los sentidos, requería poder. Y el hidrocálido anduvo
resolutivo y capaz, con listeza. El espadazo fue mortal
y los dos pañuelos asomaron por la presidencia, que tuvo la
sensibilidad suficiente para conceder el doble premio. Un banderillero
le llevó las dos orejas conquistadas hasta la enfermería; perdón, hasta
la UVI móvil...
Ya había tocado pelo con el anterior, en el que destacó un buen par de Jarocho. Bien Adame en la faena de muleta,
perdiendo los pasos oportunos y haciéndose con el potable toro. Combinó
técnicos pasajes con otros más abandonado y guiños a la galería. El
estoconazo al encuentro mereció el trofeo.
Sin puerta grande se quedó Manuel Escribano
por pinchar al quinto, que bajó el nivel junto con el cuarto. El
sevillano caldeó la temperatura con los palos. Una locura, con un sector
en pie. A por todas, se plantó de hinojos. Pero el toro cantó pronto su
mansa gallina y, en medio de su humillación de corto recorrido, lanzaba
sus nones a la muleta. El de Gerena no desistió y tiró de recursos,
pero falló con el acero. Sí cortó una oreja al segundo, al que saludó
con una larga cambiada y con el que plasmó un despacioso quite por
Chicuelo. Apretó el de La Quinta en banderillas, y arriesgó el matador,
especialmente en el violinazo por dentro. ¡Tremendo! El explosivo
comienzo pendular y la vibrante embestida metieron a las peñas en
harina. El toro, a menos, prometió más de lo que fue, pero Escribano
anduvo por encima con mucha entrega.
Fernando Robleño arrancó la primera oreja
de la tarde con un animal noble y justo de fuerzas al que sostuvo a
media altura con inteligencia. El cuarto se hizo acreedor del título al
más vulgarote del buen sexteto, que acabó con el triunfo y la sangre de
un mexicano llamado Joselito Adame.
No hay comentarios:
Publicar un comentario