miércoles, 22 de julio de 2015

FERIA DE SANTIAGO: Enrique Ponce extiende su reinado de sabiduría


Aquella frase belmontina de que "se torea como se es", alcanza en Enrique Ponce una constatación científica. Inalterable, elegante y constante. Así durante 25 años. La lidia, la faena y la escenografía global con el toro de Cuvillo que despertaba la tarde resumían la tauromaquia de un cuarto de siglo. Maestro de las medias alturas -por donde embestía el cuvillo de estrechas sienes, largo y un punto alto de cruz- y el temple de la inteligencia. No se resistió la nobleza a las frondosas series diestras y a las pausadas tandas de naturales. Un molinete invertido, un cambio de mano girada la muleta por delante, una trincherilla, los pases de pecho de pitón a rabo como broches y aire fresco.

La rectitud del volapié parió una estocada ladeada. Para una vez que Ponce se marchaba sin aviso, el presidente se lo envió cuando el puntillero levantó al muerto. La oreja cayó en justicia tras el arrastre de las mulillas.

Sebastián Castella degustó la débil clase de un toro gachito parando el reloj en exceso, como si en cada paseo, en cada serie, todo volviese a empezar. Tres naturales de lujo desprendieron la luz de la faena, alumbrando un camino que Castella no emprendió. Y volvió a la mano derecha con reiteración cuando el pulso se hallaba en la izquierda, en la suya, en la del cuvillo de mazapán. Blandito todo como la estocada rinconera y la ovación.

El sainete de la cuadrilla de José María Manzanares con las banderillas sólo se vio superado por su matador con la espada. Un mansito de corpachón proporcionalmente inverso a su jibarizada cara provocó con sus esperas y su vista perdida las pasadas en falso de un tipo tan curtido como Curro Javier. Manzanares, luego de ponerse así y asao en balde, emprendía el volapié con tres metros de distancia. Cuando pinchaba abandonando la suerte, miraba el acero como si se le hubiera quedado romo de pronto. Cinco envites hasta el sartenazo último.


Después de co ntemplar a Manzanares ausente, la admiración creció con Enrique Ponce con el manso cuarto, que ya subía un escalón la presentación de la corrida por delante. Qué afición, qué sabiduría y qué amor propio. Seguirá aquí 100 años, extendiendo su reinado hasta que peinemos calaveras. Frenado de manos el cuvillo, siempre apoyado en ellas, EP se dobló con orden y mando, le presentó la derecha, le ofreció la izquierda, se quedó con las medias arrancadas por encima del palillo, se las provocó con un zapatillazo, se metió entre los pitones y abaniqueó toreramente al buey como rey de los mansos. Y como lo mató se lo llevaron en volandas.

Castella casi le aguantó -de no ser por la presidencia- el tirón al maestro de Chiva y estuvo la mar de bien con el buen y bajo quinto de Cuvillo. Lío clásico del péndulo y la fluidez, la derecha ligada, la figura embraguetada y la zurda otra vez excelente y comedida. Cuando disminuyó el diapasón del toro, Le Coq sacó los espolones de las distancias cortas para incendiar la plaza. Un resbalón dejó media estocada y, probablemente, el doble premio exigido en un solo trofeo a ojos del palco.

El título del mejor toro vino a disputárselo el sexto al quinto. Soberbio cuvillo bautizado como Juncocoso, aunque Juncoso fuese más en son a su ritmo sostenido. Manzanares construyó una faena con excesivos tiempos muertos y no menos voces, sin romperse jamás ni vaciar por abajo las bravas embestidas tamizadas de calidad. Un cambio de mano como más enroscada y tal vez ajustada muestra del toreo perdido. La espada encogida hasta los dos avisos acabó por dilapidar un toro de bandera. La que se agitaba sobre la puerta grande de un tal Enrique Ponce, el Minotauro incombustible de Chiva.

FICHA DEL FESTEJO

  • Plaza de Cuatro Caminos. Miércoles, 22 de julio de 2015. Cuarta de feria. Casi lleno. Toros de Núñez del Cuvillo, de más seria presencia por delante los tres últimos; noble sin terminar de humillar el 1º; enclasado y flojo el 2º; mansito y desentendido el 3º; manso pero manejable el 4º; muy bueno por las dos manos un 5º sin final; excelente el bravo 6º. 
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  • Enrique Ponce, de gris perla y oro. Estocada ladeada. Aviso (oreja). En el cuarto, estocada atravesada y descabello. Aviso (oreja). 
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  • Sebastián Castella, de malva y oro. Estocada rinconera (saludos). En el quinto, media estocada pasada (oreja y petición). 
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  • José María Manzanares, de negro y azabache. Cuatro pinchazos, metisaca y sartenazo. Aviso (silencio). En el sexto, dos pinchazos, media y tres descabellos. Dos avisos (silencio).

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