El matador de Gerena sale a hombros con pulso y listeza tras hacerse con una oreja de cada toro de la noble corrida en escalera de Ana Romero; Garrido se hace con un trofeo y pierde otro por la espada y la lesión del mejor toro de la tarde
ZABALA DE LA SERNA
Santander
Los meteorólogos lo llaman tormenta eléctrica, pero se come la luz del cielo y la tierra como un agujero negro. En penumbra, el paseíllo dejó su senda de huellas sobre la húmeda arena de Santander. Llovía con calma de noche y el personal se refugiaba en las gradas dejando atrás los tendidos de piedra y musgo.
Manuel Escribano sustituyó a Antonio Ferrera en buena hora para seguir con su temporada de ascenso. El fino santacoloma de Ana Romero de clara pinta y linda cara traía pisadas de cristal. Un banderillero con capote letal lo tiró las veces que intervino, hasta el punto de provocar el cambio del tercio de banderillas con sólo dos pares en lo alto de su matador. Escribano pulseó con mimo los nobles viajes a su altura. De izquierdas el principio sedoso, el viaje largo, las caricias. Y el cambio a la diestra que fluía sin un tirón sobre el asiento de una colocación que ayudaba. La parte final al natural iluminó con un pasodoble la obra en su culminación; el toro perdió la vista rajadito a últimas. Y Escribano lo crujió de un espadazo. Suyo el premio.
El volumen y el trapío del cinqueño quinto compensaban la pareja de Manuel Escribano, quizá por encima del tipo de Santa Coloma con sus 585 kilos. Quien anda en momento lúcido ve toro por todos lados, y así Escribano interpretó las querencias de un enemigo con visos de amigote. A la voz y muy tapado enjaretó al hilo y en redondo su pesadota y pacífica embestida, alegrada con un circular invertido. Basculó la faena hacia toriles sin obligar con listeza su escasa humillación, y como metió la mano cayó la llave de la salida a hombros así como sin mirar donde había caído la espada.
Tercero se llamaba el tercero, un cárdeno oscuro de seria expresión y serio fondo. José Garrido libró de rodillas un par de largas cambiadas y voló la verónica con encaje y expresión. No hubo ni un guiño para la galería en una faena pensada para el encastado toro, enteramente en los medios. Garrido en redondo toreó muy de verdad, atalonada la planta, ausentes los toques pero enfibrado el mando. Y en la tercera tanda la embestida explotó un tranco más. La importancia de la faena se atascó al natural con la fuerte y recta embestida que no inmutó al extremeño en sus cites de lacia muleta. No se sabe si porque percibió la lesión del toro decidió matarlo sobre la misma boca de riego en la pretendida suerte de recibir, que fue al encuentro. Pero el embroque evidenció la mano quebrada del santacoloma. Inoportunos la lesión y el pinchazo, que redujeron la cosa a una ovación.
La alzada y la osamenta del último rompía el molde de Santa Coloma tanto como la báscula. Pero su movilidad un punto rebrincada lo hacían como de sueltas carnes. En son, de cualquier manera, con la obediencia de sus hermanos de sangre. Garrido lo bordó a la verónica y se lo trajinó desde el valiente prólogo de rodillas. Por una y otra mano la fiesta, el toque para sacárselo cuando se vencía a menos. Y el epílogo de manoletinas para su consumo. Un simpático puñado hasta el aviso. Agarró media estocada atravesada y suficiente, una oreja que sirve y que pudo servir más acompañada de la que, por circunstancias, se quedó en el limbo del anterior de su buen lote.
El Cid no toreó ningún toro de Ana Romero. Un remiendo de Los Bayones había entrado como parche de la corrida y fue para Manuel Jesús, una sombra inquieta que pajarea. Cinco series de derechazos decrecientes y por fuera con una embestida fácil que, sin terminar de humillar, también decrecía ante la inseguridad.
No mejoró su imagen El Cid con un cuajado sobrero de José Cruz ni dibujando una vistosa media verónica. Un puyazo sangró a modo y hasta la pezuña el bondadoso aire del toro, que apenas duró una ronda de naturales con generoso recorrido. Hacía tiempo que ya no llovía.
FICHA DEL FESTEJO
- Plaza de Cuatro Caminos. Martes, 21 de julio de 2015. Tercera de feria. Media entrada larga. Toros de Ana Romero, dos cinqueños (5º y 6º), de diferentes remates, de menos a más; encastado el 3º; frágil sin humillar el 2º; manejable a su altura el redondo 5º; rebrincado y obediente el alto 6º; uno de Los Bayones (1º), bonito de buena mano derecha; y un cuajado y bondadoso sobrero de José Cruz (4º bis) que se paró muy sangrado.
- El Cid, de azul pavo y oro. Estocada (saludos). En el cuarto, pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio).
- Manuel Escribano, de azul turquesa y oro. Espadazo pasado (oreja). En el quinto, estocada trasera y caída (oreja). Salió a hombros.
- José Garrido, de rioja y oro. Pinchazo al encuentro y estocada honda (saludos). En el sexto, media estocada atravesada. Aviso (oreja).
No hay comentarios:
Publicar un comentario