Por: Hassan González
Actualmente
existen 207 razas de caballos. Dependiendo de su fuerza, resistencia,
velocidad y elasticidad, se destinarán a unos u otros fines. Algunas se
utilizan para prácticas deportivas, otras para trabajar en el campo, y
otras pocas para espectáculos. Sin embargo por el riesgo que conlleva
crear arte jugándose la vida delante de la cara del toro, en realidad no
existe una determinada que ofrezca clara ventaja sobre las demás.
Durante
los siglos XVI y XVII, época en la que se practicaba el alanceamiento y
el rejoneo, los caballos destinados a enfrentarse a los toros fueron
caballos españoles arabizados para alancear y caballos españoles
cruzados con centro europeos para rejonear. Después desde principios del
siglo XX (1921) fecha en la que el rejoneo se transforma en toreo a
caballo, hasta la década de 1960, la mayoría de los caballos toreros
fueron españoles o, españoles cruzados con árabe o inglés.
A
partir de 1970 hasta nuestro días, ha sido tal la evolución
técnico-artística del toreo a caballo, que ha permitido y está
permitiendo contar con razas tan diferentes como: Pura Sangre Inglés,
Pura Raza Árabe, Silla Francés, Cuarto de Milla, Lipizano, Azteca,
aunque las razas más habituales son Lusitano, Hispano-Árabe,
Anglo-Árabe, y Anglo-Hispano-Árabe.
Las características de las tres razas más importantes para el rejoneo son las siguientes:
LUSITANO.- El
caballo lusitano, al igual que el español , procede del caballo
ibérico; surge a raíz de la creación de la Coudelaria Alter (yeguada
real portuguesa) fundada por el rey José I en 1751, con el objeto de
criar caballos fuertes, resistentes y funcionales; el objetivo era poder
utilizarlos con fines militares, en trabajos agrícolas y como caballos
deportivos.
Fue
a partir del siglo XX cuando debido a una escrupulosa selección, se
convirtió en un caballo de excelentes condiciones físicas, capaz de
combinar agilidad y fogosidad con temperamento y nobleza.
Morfológicamente
el lusitano es un caballo proporcionado, armónico y con una alzada
media de 1.57; su cabeza es de tamaño medio, perfil convexo o
subconvexo, orejas bien separadas y móviles, ojos grandes, con forma de
avellana y muy expresivos, el cuello algo corto y musculoso, aunque
correctamente insertado y dispone de una buena movilidad. El dorso
presenta justa longitud, el lomo es amplio y la grupa amplia y
redondeada; las extremidades son fuertes, con huesos rectos, tendones
limpios, articulaciones anchas, cañas ligeramente largas y cascos
grandes, duros y oscuros.
Desde
el punto de vista psicológico, el lusitano es un caballo mentalmente
muy equilibrado, receptivo, con una gran capacidad para el aprendizaje,
además de intuitivo, voluntarioso, con mucha moral y muy valiente.
Como
caballo torero resulta muy completo; tiene fondo, velocidad y se
resuelve en escasos metros. Manifiesta gran coraje y valor, confía en sí
mismo, se viene arriba ante las dificultades y disfruta ante el
peligro. Si a ello unimos su arrogancia, pasión y creatividad, estamos
ante el caballo ideal para interpretar el toreo con emoción, pureza y
plasticidad. En definitiva, por sus reflejos, versatilidad y seguridad
delante de la cara del toro, puede utilizarse con garantía en cualquier
tercio de la lidia.
HISPANO-ÁRABE.- El
caballo hispano-árabe surge de cruzar caballos Pura Raza Española con
Pura Sangre Árabe, es posible que desde el momento en que los árabes se
establecieron en España, allá en el siglo VIII, se produjeran contactos
entre corceles Pura Sangre Árabe y yeguas autóctonas españolas, y con
ello se originaron los primeros caballos hispano-árabes. Siglos más
tarde, concretamente en el siglo XIX, su cría experimentó un gran
incremento; pero no fue hasta 1986, fecha en la que se abre el Stud Book
(registro genealógico de la raza) cuando el hispano-árabe adquiere una
gran importancia.
El
exterior del caballo hispano-árabe resulta proporcionado y armónico; se
puede comprobar con facilidad el refinamiento del caballo árabe y la
belleza y esbeltez del Pura Raza Española. La cabeza del hispano-árabe
es relativamente pequeña, de perfil recto o algo convexo. Las orejas
pequeñas, apuntadas y dotadas de buena movilidad, los ojos bien
separados, grandes y expresivos, las fosas nasales amplias, limpias y
dilatadas; el cuello resulta algo largo y musculoso, pero flexible; la
cruz aparece bien visible, fuerte y pronunciada; el dorso es corto; el
lomo amplio y horizontal y las extremidades, tanto las anteriores como
las posteriores, están configuradas por huesos fuertes y rectos, amplias
a articulaciones y buenos aplomos.
Respecto
a su psicología, hay que decir que estamos ante un caballo con
temperamento y con mucho carácter, pero sensible y pacífico. Asimismo,
es muy colaborador y en todo momento manifiesta un gran espíritu de
superación; por otra parte, lleva implícita una gran nobleza, acepta los
riesgos con agrado y dispone de un valor sereno.
Como
caballo torero resulta ágil, versátil, fuerte, resistente, rápido,
elástico y muy habilidoso. También se adapta con prontitud a las
condiciones de los toros y se rompe en la ejecución de las suertes; si a
todo esto unimos su regularidad, su franqueza en los desplazamientos,
conservando la proporción espacial en cada tranco. Sus amplias
extensiones y su elegancia, nos encontramos ante un extraordinario
caballo torero. Pese a ser un corcel que puede participar en todos los
tercios de la lidia, donde más destaca y mejor se siente es en el tercio
de banderillas.
ANGLO-ÁRABE.- El
anglo-árabe es un caballo que se originó cruzando las dos razas de
caballos más puras de cuantas existen; Pura Sangre Inglés y Pura Sangre
Árabe. El caballo anglo-árabe apareció en Gran Bretaña, si bien, donde
realmente se desarrolló fue en Francia a mediados del siglo XIX,
obviamente fueron varios los motivos que indujeron a crear este caballo.
No obstante el más importante se centraba en combinar la energía y la
velocidad del Pura Sangre Inglés con la resistencia, la belleza y la
elegancia del Pura Sangre Árabe. El caballo anglo-árabe resulta
poderoso, con mucho fondo y velóz, dispone de una gran capacidad de
aceleración y una magnífica reactividad. Sus aires son largos, ligeros,
seguros, también lleva implícita una gran agilidad.
La
morfología del caballo anglo-árabe es la que corresponde a un caballo
bien configurado, con más influencias del Pura Sangre Inglés que del
Pura Sangre Árabe, aunque el resultado final es el que corresponde a un
caballo compacto, dinámico y estético. La cabeza es de mediano tamaño,
perfil recto, frente ancha, orejas móviles, ojos vivaces y ollares
dilatados; el cuello resulta de correcto tamaño, algo curvado y bien
implantado, tanto con la cabeza como con el tronco; la cruz es
prominente y reprolonga hacia atrás; el dorso es corto, pero compacto;
el lomo amplio y musculoso; la grupa robusta, algo inclinada y las
extremidades fuertes, largas y con cascos bien conformados.
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