domingo, 5 de julio de 2015

LAS TRES RAZAS MÁS EMPLEADAS EN EL TOREO A CABALLO


Por: Hassan González


Actualmente existen 207 razas de caballos. Dependiendo de su fuerza, resistencia, velocidad y elasticidad, se destinarán a unos u otros fines. Algunas se utilizan para prácticas deportivas, otras para trabajar en el campo, y otras pocas para espectáculos. Sin embargo por el riesgo que conlleva crear arte jugándose la vida delante de la cara del toro, en realidad no existe una determinada que ofrezca clara ventaja sobre las demás.

Durante los siglos XVI y XVII, época en la que se practicaba el alanceamiento y el rejoneo, los caballos destinados a enfrentarse a los toros fueron caballos españoles arabizados para alancear y caballos españoles cruzados con centro europeos para rejonear. Después desde principios del siglo XX (1921) fecha en la que el rejoneo se transforma en toreo a caballo, hasta la década de 1960, la mayoría de los caballos toreros fueron españoles o, españoles cruzados con árabe o inglés.

A partir de 1970 hasta nuestro días, ha sido tal la evolución técnico-artística del toreo a caballo, que ha permitido y está permitiendo contar con razas tan diferentes como: Pura Sangre Inglés, Pura Raza Árabe, Silla Francés, Cuarto de Milla, Lipizano, Azteca, aunque las razas más habituales son Lusitano, Hispano-Árabe, Anglo-Árabe, y Anglo-Hispano-Árabe.

Las características de las tres razas más importantes para el rejoneo son las siguientes:

LUSITANO.- El caballo lusitano, al igual que el español , procede del caballo ibérico; surge a raíz de la creación de la Coudelaria Alter (yeguada real portuguesa) fundada por el rey José I en 1751, con el objeto de criar caballos fuertes, resistentes y funcionales; el objetivo era poder utilizarlos con fines militares, en trabajos agrícolas y como caballos deportivos.


Fue a partir del siglo XX cuando debido a una escrupulosa selección, se convirtió en un caballo de excelentes condiciones físicas, capaz de combinar agilidad y fogosidad con temperamento y nobleza.
Morfológicamente el lusitano es un caballo proporcionado, armónico y con una alzada media de 1.57; su cabeza es de tamaño medio, perfil convexo o subconvexo, orejas bien separadas y móviles, ojos grandes, con forma de avellana y muy expresivos, el cuello algo corto y musculoso, aunque correctamente insertado y dispone de una buena movilidad. El dorso presenta justa longitud, el lomo es amplio y la grupa amplia y redondeada; las extremidades son fuertes, con huesos rectos, tendones limpios, articulaciones anchas, cañas ligeramente largas y cascos grandes, duros y oscuros.

Desde el punto de vista psicológico, el lusitano es un caballo mentalmente muy equilibrado, receptivo, con una gran capacidad para el aprendizaje, además de intuitivo, voluntarioso, con mucha moral y muy valiente.
Como caballo torero resulta muy completo; tiene fondo, velocidad y se resuelve en escasos metros. Manifiesta gran coraje y valor, confía en sí mismo, se viene arriba ante las dificultades y disfruta ante el peligro. Si a ello unimos su arrogancia, pasión y creatividad, estamos ante el caballo ideal para interpretar el toreo con emoción, pureza y plasticidad. En definitiva, por sus reflejos, versatilidad y seguridad delante de la cara del toro, puede utilizarse con garantía en cualquier tercio de la lidia.

HISPANO-ÁRABE.- El caballo hispano-árabe surge de cruzar caballos Pura Raza Española con Pura Sangre Árabe, es posible que desde el momento en que los árabes se establecieron en España, allá en el siglo VIII, se produjeran contactos entre corceles Pura Sangre Árabe y yeguas autóctonas españolas, y con ello se originaron los primeros caballos hispano-árabes. Siglos más tarde, concretamente en el siglo XIX, su cría experimentó un gran incremento; pero no fue hasta 1986, fecha en la que se abre el Stud Book (registro genealógico de la raza) cuando el hispano-árabe adquiere una gran importancia.


El exterior del caballo hispano-árabe resulta proporcionado y armónico; se puede comprobar con facilidad el refinamiento del caballo árabe y la belleza y esbeltez del Pura Raza Española. La cabeza del hispano-árabe es relativamente pequeña, de perfil recto o algo convexo. Las orejas pequeñas, apuntadas y dotadas de buena movilidad, los ojos bien separados, grandes y expresivos, las fosas nasales amplias, limpias y dilatadas; el cuello resulta algo largo y musculoso, pero flexible; la cruz aparece bien visible, fuerte y pronunciada; el dorso es corto; el lomo amplio y horizontal y las extremidades, tanto las anteriores como las posteriores, están configuradas por huesos fuertes y rectos, amplias a articulaciones y buenos aplomos.
Respecto a su psicología, hay que decir que estamos ante un caballo con temperamento y con mucho carácter, pero sensible y pacífico. Asimismo, es muy colaborador y en todo momento manifiesta un gran espíritu de superación; por otra parte, lleva implícita una gran nobleza, acepta los riesgos con agrado y dispone de un valor sereno.

Como caballo torero resulta ágil, versátil, fuerte, resistente, rápido, elástico y muy habilidoso. También se adapta con prontitud a las condiciones de los toros y se rompe en la ejecución de las suertes; si a todo esto unimos su regularidad, su franqueza en los desplazamientos, conservando la proporción espacial en cada tranco. Sus amplias extensiones y su elegancia, nos encontramos ante un extraordinario caballo torero. Pese a ser un corcel que puede participar en todos los tercios de la lidia, donde más destaca y mejor se siente es en el tercio de banderillas.

ANGLO-ÁRABE.- El anglo-árabe es un caballo que se originó cruzando las dos razas de caballos más puras de cuantas existen; Pura Sangre Inglés y Pura Sangre Árabe. El caballo  anglo-árabe apareció en Gran Bretaña, si bien, donde realmente se desarrolló fue en Francia a mediados del siglo XIX, obviamente fueron varios los motivos que indujeron a crear este caballo. No obstante el más importante se centraba en combinar la energía y la velocidad del Pura Sangre Inglés con la resistencia, la belleza y la elegancia del Pura Sangre Árabe. El caballo anglo-árabe resulta poderoso, con mucho fondo y velóz, dispone de una gran capacidad de aceleración y una magnífica reactividad. Sus aires son largos, ligeros, seguros, también lleva implícita una gran agilidad.



La morfología del caballo anglo-árabe es la que corresponde a un caballo bien configurado, con más influencias del Pura Sangre Inglés que del Pura Sangre Árabe, aunque el resultado  final es el que corresponde a un caballo compacto, dinámico y estético. La cabeza es de mediano tamaño, perfil recto, frente ancha, orejas móviles, ojos vivaces y ollares dilatados; el cuello resulta de correcto tamaño, algo curvado y bien implantado, tanto con la cabeza como con el tronco; la cruz es prominente y reprolonga hacia atrás; el dorso es corto, pero compacto; el lomo amplio y musculoso; la grupa robusta, algo inclinada y las extremidades fuertes, largas y con cascos bien conformados.

En lo que concierne a su psicología conviene decir que se trata de un caballo algo fogoso, pero noble, también se muestra receptivo, voluntarioso y colaborador. Se adapta fácilmente a cualquier tipo de situación, dispone de buena capacidad de aprendizaje y es muy competitivo, su valoración como caballo torero necesariamente tiene que ser positiva porque además de fuerza, velocidad, elasticidad y agilidad, también demuestra reflejos, coreje, valor, serenidad, incluso pasión. Reuniendo tales virtudes, puede ser utilizado para participar en cualquier tercio de la lidia pero, lo más habitual, es que salga al ruedo para parar a los toros de salida.

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