jueves, 9 de julio de 2015

Perchas para colgar un ropero en San Fermín

Castella, autor de la faena más notable, y Fandiño cortan una oreja a los dos mejores toros de la descastada corrida de Victoriano del Río

 
efe
Sebastián Castella, por ajustadas manoletinas al primer toro de la tarde

andrés amorós
En el encierro, uno de los toros de Victoriano del Río sale disparado, como hacía Fernando Alonso (antes): le saca muchos metros a sus compañeros, no parece querer nada con ellos. Si lo hubiera visto Ortega y Gasset, habría podido elaborar una teoría del «toro ensimismado», singular, frente al «toro masa», alienado... Ése era el toro por el que más apostaba, esta tarde, el ganadero. El año pasado, ganó todos los premios con el que se llamaba «Español», como un orgulloso personaje de Lope de Vega. El de este año es un «Jubilado», que parece huir de Hacienda o de un vendedor por teléfono que lo acosa....

 
efe
Iván Fandiño, muy dispuesto, en un muletazo rodilla en tierra
 
Lo malo es que la presunta bravura del encierro no la ha confirmado en el ruedo; ni él, ni sus hermanos. Todos los toros han lucido unos pitones espectaculares: para los fotógrafos, una oportunidad. En estos casos, los revisteros usaban metáforas clásicas: leña para toda una carbonería; perchas para colgar todo un ropero... Pero casi nada más. ¿Dónde quedó la casta brava? Los dos primeros han flojeado pero han sacado nobleza, en la muleta: Castella y Fandiño han cortado un trofeo. Los otros cuatro se han rajado, han impedido todo lucimiento.

 
efe
Castella, a izquierdas con el toro con los pitones por la hombrera
 
Castella vive un momento feliz, desde su rotundo triunfo en San Isidro. Al primer toro le falta un mes para cumplir los seis años, tiene unas perchas de aúpa pero flojea: «Decíamos ayer...» Sin embargo, en la muleta aguanta más de lo esperable. Comienza con los habituales cambiados, se muestra muy seguro, le da distancia, corre bien la mano. Me imagino fotografías espectaculares, con los curvos pitones rozándole el pecho. Alarga demasiado, recibe un aviso antes de coger la espada. Aunque logre un trofeo, una faena más corta hubiera sido más intensa. El cuarto, también abierto de pitones, empieza embistiendo con violencia, destemplado. Cuando el francés le puede, por bajo, el bravucón se raja: se ha quedado en nada, como los matones de las tragedias grotescas de Arniches. 

 
efe
Talavante, sin opciones con su lote

Matar con guapeza

San Fermín es la gran oportunidad para que Fandiño remonte su temporada. El segundo, el de menos peso, con los cuernos hacia arriba, pierde las manos varias veces al comienzo, apenas le pican y resulta muy noble, en la muleta. Brinda Iván al cielo, logra una faena aseada, sin mucha emoción, porque el toro parece un gigantón buena persona, «dice» poco. Ha de echarse de hinojos y matar con guapeza para lograr el trofeo. El quinto es el que corría como una bala, en el encierro: sale suelto, pierde las manos, no tiene fijeza. Comienza Iván por alto, en tablas, y ahí se acaba el toro: no era lo adecuado. La estocada hace guardia y sufre un pitonazo en el codo. No es raro que un «Jubilado» se agote...

 
efe
Fandiño arriesgó en manoletinas de rodillas con el segundo de la tarde
 
Ninguno de los dos toros de Talavante ha embestido. En el tercero, un manso manejable, muestra su gran facilidad en los naturales pero el toro es insulso y la faena, también. El último no tiene fuerza ni casta ni recorrido, se refugia en tablas, quiere echarse y lo logra, después de un pinchacito.

Las esperanzas iniciales se han trocado en decepción general. ¡Qué diferencia con el «Español» de hace un año! ¿Será una metáfora política? Una frase que acabo de leer viene al pelo: «Ten por seguro, Alexis, que los tiempos están cambiando». Pero no para bien (y no hablo sólo de toros).

 
efe
Fandiño, en su inicio de faena al quinto
 
Postdata. En las calles de Pamplona, los niños disfrutan –o se asustan– con las comparsas. Son cuatro parejas de gigantes, los reyes y reinas de varios continentes, con nombres tan pintorescos como «Se-limpia-Elcalzao», «Toko-toko» o «Sidi abd El Mohame». Seis kilikis o cabezudos: «Caravinagre», «Verrugas», «Coletas» (no piensen en política), «Barbas», «Napoleón» y «Patata».

Más los caballos, que pegan a los niños con vergas de espuma. Todos ellos bailan al compás de los chistularis y gaiteros. Son una imagen de «otro San Fermín», muy entrañable, aunque sea menos famoso.

 
efe
Sebastián Castella entra a matar

Ficha de la corrida

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