miércoles, 8 de julio de 2015

Solo fachada y pitones en San Fermín

Jiménez Fortes da una vuelta al ruedo en el decepcionante debut ganadero de Joselito

Diego Urdiales, en un pase de pecho
Diego Urdiales, en un pase de pecho / efe
andrés amorós
El indiscutible triunfo de López Simón, basado en la absoluta entrega (no posee una clase excepcional), anima todavía más esta Feria de Pamplona pero plantea graves interrogantes sobre el negocio taurino. Resulta que este diestro ha cortado orejas dos tardes seguidas en Las Ventas (la primera, no salió a hombros, por estar herido). Lo normal es que esto le hubiera supuesto un montón de contratos. Pero las cosas han cambiado; para mal, por supuesto. El día de San Fermín, sólo llevaba tres corridas: las dos de Madrid y una, en Francia, en la que también triunfó: había cortado 8 orejas y un rabo. ¿De qué le había servido? De muy poco: sólo la independiente empresa de Pamplona le contrató (igual que a otros triunfadores de Las Ventas, como Morenito de Aranda y Eugenio de Mora). Así, ¿cómo se va a producir el necesario relevo del escalafón? Parece que las primeras figuras forman un coto cerrado, en el que no dejan entrar a nadie (y los públicos lo favorecen, pues sólo acuden a ver a los más famosos). Antes, le hubieran puesto a competir con los de arriba, a ver si aguantaba el tirón. (Cuando triunfaba un joven, Gallito exigía: «¡Que me lo pongan!»). Así va la Fiesta... También en esto –no sólo en el trapío de los toros– Pamplona es una feliz excepción.
Sin primeras figuras, el cartel reúne a tres diestros con interés. Por desgracia, decepcionan los toros de Joselito, en su debut en San Fermín: son serios, lucen pitones espectaculares pero todo se queda en la fachada; no tienen gran peligro pero tampoco fuerza ni casta; aunque los cuidan en varas, flaquean y se acaban demasiado pronto. [Así lo contamos en directo]

Solo fachada y pitones en San Fermín
efe
Jiménez Fortes sufrió un tremendo susto con el tercer toro de la tarde
 
Sustituye Diego Urdiales al lesionado Antonio Ferrera. El primer toro, con pitones algo acucharados, es noble pero justo de fuerza. El riojano dibuja algunos buenos muletazos, con clasicismo, a media altura; al torear por bajo, pierde las manos. Lo que no imaginábamos es que este toro, que se ha quedado a mitad, a la postre iba a ser el de mejor juego. El cuarto es espectacular por sus pitones hacia arriba pero renquea desde el comienzo. Brinda Urdiales a Antonio Sánchez Puerto, un excelente torero. (Recuerdo una tarde madrileña en que rozó un éxito clamoroso, con un toro de Victorino). Sin afligirse por las «velas», se pone en el sitio, logra buenos derechazos en una faena pulcra y torera, que el personal, concentrado en la merienda, apenas aprecia.

Único consuelo

Después de su éxito en Madrid, Morenito de Aranda se muestra muy decidido. Recibe al segundo con dos largas de rodillas pero el toro flaquea, embiste a media altura, topa y apenas da opciones en la muleta. Lo mata mal. En el quinto, muy serio, se la juega Adalid, que saluda, en banderillas. El toro queda corto, no dura nada. Morenito recurre al arrimón, metido entre los pitones. Pincha antes de lograr una gran estocada. Único consuelo: el diestro castellano vale mucho más que este «Musulmán».

Acaba de reaparecer Jiménez Fortes después de su grave cornada en el cuello, en Madrid, pero no ha menguado su reconocido valor. El tercero se deja pero es soso y mirón. Le da distancia, lo mete enseguida en la muleta. Recurre a los pases de rodillas, es arrollado y pisoteado. Pierde la oreja al matar a la segunda pero se le ve tranquilo, en progresión. El último es otro toro que se deja hasta que protesta, a cabezazos. Saúl se muestra decidido, logra derechazos templados pero prolonga demasiado el trasteo. No debe abusar de los muletazos invertidos y las bernadinas.

Decepción final: sin toros no hay emoción. Están bien los pitones pero importa más la casta; el motor, más que la carrocería.

Postadata. Cada noche, a las 11, los toros bravos que al día siguiente correrán el encierro y serán lidiados se trasladan desde los corrales del Gas a los de Santo Domingo: a oscuras, sin corredores, conducidos por los pastores, en un silencio sólo interrumpido por la llamada de los cuernos de caza y el resonar de las pezuñas, igual que se hacía en la Edad Media. Es el Encierrillo: una reliquia única, de enorme belleza.

Ficha de la corrida

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