«Hoy se vuelve a la normalidad. Es un sentimiento nacional, que cada uno elija con libertad lo que le gusta»,
comentaba Pablo antes de acceder a la plaza. «No se tenía por qué haber
perdido la libertad de venir a los toros. Es triste que se haya
impedido por razones políticas», opinaba Antonio. «Si no les gusta, que
no vayan. Que se preocupen de las personas que lo necesitan y no las
hacen ni caso», indicaba Manolo en alusión a Bildu y su maniobra para
dejar Illumbe sin Fiesta en 2013 y 2014. «Fue una vergüenza. Lo de hoy
es una alegría enorme», coincidían Carolina y Amparo, llegadas desde
Santander para disfrutar de una jornada taurina.
«¡Por fin, gracias a Dios!»,
exclamaban Fernando, Asunción y Chelo, llegados desde Castellón. «Hemos
recuperado la libertad. Teníamos una sensación de impotencia».
Especialmente feliz estaba Cheri. A sus 75 años, contaba que comenzó a
acudir a corridas con 15, llevada por su madre. Como tantos y tantos
aficionados, antes de Illumbe se aficionó en el viejo Chofre.
«Lo echas más en falta cuando te lo quitan», contaba, antes de explicar
que estaba esperando a sus tres hermanas mayores. «Ellas también
vienen. ¡Y que no falten!»
Familia y tradición
Familia y tradición: palabras que se repetían en labios de los aficionados. «Mis nietos nos
han invitado a mí y a mi hija» relataba, emocionada, María, salmantina
de 82 años que, en su juventud, trabajó de «criada, como se decía
entonces», en una dehesa. «Es la primera vez que vengo a San Sebastián.
Estoy emocionada. Esta noche no he dormido, soñando con que venía».
Familia y tradición como Juan Carlos Moreno y su hijo Ekaitz. El padre,
banderillero; su chaval, novillero en la escuela taurina de Pamplona,
con Manolo de los Reyes. «Nosotros lo llevamos de siempre. Que no
hubiera corridas me sentó como una patada… Aquí es complicado con los
antitaurinos y los políticos».
Gente mayor, aficionados de toda la vida, compartiendo una
tarde de toros, a ratos pasada por agua, con jóvenes como Íñigo y
Carlos, de 18 y 21 años. «Nos gusta desde pequeños, nuestra familia nos
lo ha impregnado». De la decisión de Bildu opinaban que «se les vio el plumero. Lo hicieron de la noche a la mañana y seguía habiendo toros en Azpeitia».
Y público, cómo no, extranjero. Como Corinna y Gautier,
madre e hijos llegados de Bayona. «Estuvimos la última vez y fue un poco
triste», admitían, dispuestos a resarcirse. O toda una familia de
holandeses que aprovecharon su estancia en San Sebastián. «Es mi primera vez. Lo he visto por televisión. ¿Qué espero? Que sea espectacular», afirmaba Stan, uno de los jóvenes del grupo.
Alegría por la vuelta de los toros apenas empañada por la presencia de unas 200 personas con banderas republicanas e ikurriñas
que, media hora antes del arranque, lanzaron cánticos ofensivos hacia
la Monarquía y la tauromaquia mezclados con consignas independentistas.
Satisfacción de la hostelería, con terrazas abarrotadas y los hoteles luciendo una gran ocupación.
«Solo nos queda una habitación», revelaba el empleado de un
establecimiento próximo a Illumbe. Felicidad también de los hermanos Chopera, Óscar y Pablo,
que recordaban a su padre, el inolvidable empresario Manolo Chopera.
«Hay un ambiente extraordinario y el recibimiento a los toreros ha sido
tremendamente emotivo. San Sebatián quiere toros», comentaban. Un lema
se repetía: «Donostiarras y torostiarras». Y un sentimiento extendido: que las corridas hayan vuelto para quedarse por muchos años.
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