Impacta Roca Rey, que corta tres orejones ante un serio Talavante en tarde de hacer afición con una plaza casi llena que volverá a ver a los dos toreros; desigual encierro de Victoriano del Río

JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
En el cementerio de los libres se habla en cristiano, se respira en latín y se sueña llorando. Como los buenos entierros. En el cementerio de los libres, en el que Talavante y Roca Rey yacen, o se es muerto viviente o se es vivo muriente, si no, no se está y punto. Y en el cementerio de los libres, del que hoy Valencia fue tan sólo barato reflejo, se vive para morir y se muere para vivir. Así es y así se hace desde y para la eternidad en un cementerio de los libres donde, sólo a veces como hoy, la vida nos da pistas de su existencia.
Hay que estar muy muerto para, en vida, enganchar los cambiados que Andrés le recetó al cuarto, al que la arrucina le puso la madera, el desprecio el mármol, la trincherilla extendió el yeso y el de pecho enterró las flores. Ya estaba el cementerio de los libres compuesto cuando por derechazos relajados entrelazó versos de vida a ese toro, al que tentó pasándoselo por la espalda de los dólares con una plaza de mortales aplaudiendo a un inmortal que había enterrado vivo su pasado. Y en el cementerio de los libres también entregó su inerte corazón mientras, desde el olivo, sonaba Gerena repicando cual paso semanasantero dentro de siete días. Y ese final tocando el ataúd, diciendo que lo desenterraran porque estaba vivo. Y fue libre Andrés tras las bernadinas con el estoconazo recibiendo. Dos orejas.

En ese mismo cementerio de los libres se responde al quite en el cierraplaza porque, aunque se esté muerto, la libertad tiene el precio del orgullo. Y ese precio sólo se consigue matando como matan los toreros: toreando su propia vida y riéndose el último y mejor del compañero. Como se reía Roca Rey de la cara de Talavante al entrar por tafalleras al sexto. En el cementerio yació sin resucitar ese manso cierraplaza, del que se llevó un despojo sólo por salvarle los muebles a un muerto sin alma que fue el de Victoriano.

Sin alma de salida fue el infierno del tercero, pero, por supuesto, en el cementerio de los libres se brinda el amor aún vivo, en los medios, y sin mediar palabra se va en busca de la muerte misma por estatuarios. En el cementerio de los libres los gañafones de ese toro son caricias al son del natural, que es única morfina para aliviarlos. Esa, y el temple de la siguiente tanda con el Nerva de Chiva ya sonando. Pero ¡ojo!, que en el cementerio de los libres también se juega a al güija, y se cita al tentador diablo, y se tiene la cordura de saber cuándo pasarse a éste por la espalda para hacer de sus maldades, libertades. Pero, en ese mismo instante, se pasó del límite Alejandro para dar dos pinchazos que no consiguieron el fin.


FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Séptima de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Más de tres cuartos de entrada.
Toros de Victoriano del Río (segundo, tercero) yToros de Cortés (primero, cuarto y quinto), bien presentados. Bravucón pero con fondo el castaño primero; manso pero emotivo el negro segundo; humillado y obediente el castaño y serio cuarto; exigente pero con cierta clase el amplio quinto; manso y rajado con cierta bondad humillada el sexto.
Alejandro Talavante (marino y oro): ovación, silencio tras aviso y oreja.
Andrés Roca Rey (verde hoja y oro): ovación, dos orejas y oreja.
FOTOGALERÍA: JAVIER COMOS
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