Tarde con contenido en la Maestranza, donde los tres toreros -incluido Miguel Ángel Delgado- rayaron a un nivel importante ante un noble encierro de Torrestrella
Víctor García-Rayo
Fotos: ARJONA
Delgado estuvo de nuevo muy bien en cuanto a firmeza y
seguridad ante el cuarto, un toro completamente parado, que no quiso
pasar ni una vez en su muleta. Fue un animal grandullón, rozando los 590
kilos, que terminó siendo un auténtico marmolillo. Delgado anduvo muy
seguro en la cara, pero precisó de hasta cinco entradas a matar para dar
muerte al animal. Silencio.
No duró ni un suspiro el segundo a pesar de que lo cuidó
en todos los tercios su matador, Pepe Moral. Nos las prometíamos felices
pero el toro, tras apenas dos tandas, una por el pitón derecho y otra
por el izquierdo, no quiso embestir más. Se paró demasiado pronto y hubo
poco que hacer. Mató Moral al segundo intento y fue silenciado. En
quites destacó uno de Javier Jiménez pleno de quietud y variedad.
Cortó Pepe Moral la oreja del buen quinto, un toro noble
que de haber empujado un puntito más en la muleta habría sido
sobresaliente. El torero de Los Palacios, que lanceó bien a la verónica
de salida, lo toreó muy arrebujado en los medios. Todo con mucha verdad,
liándose la embestida a la cintura y alargándola todo lo que le daba de
sí el brazo. Acertó también en los tiempos y en las distancias para
exprimir al de Álvaro Domecq. Buena faena, coronada esta vez sí con un
estoconazo sin puntilla.
Javier Jiménez perdió una oreja del tercero con los
aceros. Estuvo bien con el capote ya desde salida. Fue un torrestrella
muy noble, con tanta dulzura y temple como poca fuerza. No podía
tropezar los engaños para mantenerse en pie. El de Espartinas, que
cimentó su quehacer en los medios, le recetó el pulso y mimo suficientes
como para que aguantara el animal, completando varias series de un
trazo muy artístico. Sin embargo, cuando lo tenía todo hecho, dejó media
estocada que no fue suficiente. El toro tardó en doblar, hubo de
emplear hasta tres veces el verduguillo y sonaron dos avisos, saludando
la ovación del público.
Paseó una oreja del sexto, al que realizó una faena en dos
etapas: una primera en la que aprovechó la movilidad del toro con
arrojo y sensatez a la vez en los medios; y una segunda en la que, con
el animal más venido abajo, supo pulsear y poner lo que ya le faltaba al
torrestrella. Mató de un estoconazo soberbio, entrando con el pecho por
delante. Sumó puntos la estocada de cara a la concesión de la oreja.
Fue un premio al conjunto de su tarde, que como la de sus dos
compañeros, fue importante.
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