jueves, 14 de abril de 2016

Manzanares, dos orejas en su plaza de Sevilla

El alicantino contó con el mejor lote de Cuvillo; escalofriante voltereta de Garrido al entrar a matar 


 
José María Manzanares, en un pase de pecho a su primer toro - Efe
ANDRÉS AMORÓSSevilla

 Todo el mundo sigue cantando al toro indultado; hasta los que no lo vieron, porque la Plaza no se llenó. ¿Quién reconoce, ahora, que se quedó en la caseta, esperando “un flamenquito”? Me paran, en la calle, varios lectores de ABC, para darme la enhorabuena. “Eso, a Victorino Martín”, replico. Pero tienen razón: también, a los que lo disfrutamos. Y a la Fiesta, tan necesitada de alegrías; sobre todo, necesitada de toros bravos, como éste. Con Juan Manuel Albendea comento que, si el presidente hubiera intuido lo que venía, le hubiera dado un tercer puyazo, que el toro habría tomado con brillantez. (En nuestro palco, así lo advertimos). Hasta el nombre les parece bonito. En la escuela aprendíamos, antes, el quinto mandamiento de la Iglesia: “Pagar diezmos y primicias a la Iglesia de Dios”; es decir, la décima parte de las cosechas y los ganados. “Cobradiezmos” sería, así pues, un recaudador de impuestos, algo así como un subordinado de Montoro, desde la época de Abraham. Pero también Cervantes ejerció esa profesión, en Sevilla, antes de escribir El Quijote...
Sin ser los Victorinos, los toros de Núñez del Cuvillo dan un juego más que aceptable. Empujado por su Plaza, Manzanares corta una oreja a dos, muy buenos.

El primero es el típico toro moderno, manejable, que “se deja”, sin emoción alguna. La faena de Castella queda en tono menor. El cuarto galopa en banderillas (aguanta bien José Chacón); en la muleta, comienza transmitiendo pero va a menos. Lo templa Sebastián pero un par de caídas deslucen todo. Alarga la faena y mata mal.

Manzanares torea, aquí, “en campo propio”. Tiene la fortuna de que le toquen dos toros excelentes. No dábamos un duro por el segundo, después de varías caídas y un par de coladas, pero, sorprendentemente, a la muleta embiste de dulce. José María lo embarca con majestad, liga, se luce en los de pecho y cambios de mano; algunos naturales son de cartel. Las series son cortas pero de gran estética. Entrando de muy lejos, como suele, logra un estoconazo: oreja. Ha estado, en éste, mejor que últimamente. En el quinto, se lucen Barroso y Suso. El toro es todavía mejor que el anterior, se mueve y transmite; si se hubiera lidiado antes que los de Victorino, estaríamos hablando de un candidato a premio. El diestro tarda mucho en acoplarse, torea rapidito, a distancia. Sólo al final logra un gran pase de pecho. Eso no impide que la gente esté con él y que, después de la muerte espectacular del toro, exija otra oreja. Ésta ha sido de mucho menos valor. Escucho a un aficionado: “Con estos toros, en otro momento, José María hubiera cortado cuatro orejas”. Y no le falta razón.

En su única corrida de la Feria, Garrido se entrega por completo. En el tercero, pegajoso, complicado, que vuelve muy rápido, logra ligar naturales, pasa momentos de apuro. Prolonga el esforzado trasteo con innecesarias bernadinas. Suena ya el aviso antes de la espada. Como se ha pasado de faena (vicio actual), el toro ya no le deja: entrando a matar, sufre una tremenda voltereta, que le deja la taleguilla hecha unos zorros. Por pelos se libra de la cornada y del tercer aviso. Sale de la enfermería, para matar el último, con unos pantalones vaqueros. El sexto sale suelto, embiste con la cara a media altura: no hay nada que hacer. Esta vez, falla con el descabello. El público, lógicamente, ha agradecido su valor y entrega. La madurez debe aportarle más mando y sentido de la medida.

Hemos visto dos muy buenos toros pero no se nos borra el emocionante recuerdo de ”Cobradiezmos”.

POSTDATA.- Por la mañana, visito Dueñas, ahora abierto al público. En los hermosos patios, sigue vivo Antonio Machado: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla / y un huerto claro donde madura el limonero”. En contra de lo que suele decirse, no era ajeno a los toros. Cuando escribe “Es hombre del Casino provinciano / que vio a Carancha (sic) recibir un día” se refiere a un hecho histórico: el 19 de junio de 1881, en Madrid, Cara-Ancha logró dar una gran estocada, recibiendo, al toro “Calceto”, de Aleas. Sólo un aficionado podía recordarlo. ¿Qué hubiera podido escribir el poeta si hubiera visto la hermosa pelea de “Cobradiezmos”?

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