lunes, 9 de mayo de 2016

Álvaro Lorenzo contra el congelador de Las Ventas

El toledano da la única vuelta al ruedo en la presentación en Madrid de los tres novilleros punteros de la novillería, frustrados por los decepcionantes utreros de El Parralejo y la hostilidad de la afición de Madrid.

  Lorenzo trata de escaparse de las embestidas del cuarto novillo de El Parralejo. ANTONIO HEREDIA

Un trabajo ingente post diluvio había vuelto el ruedo del revés. Como si lo hubieran removido hasta los drenajes. Y a la hora de la corrida estaba milagrosamente practicable. ¿Milagro? No, Juan Cubero y su acorazada de camiones de arena.

A Las Ventas vinieron a presentarse y despedirse Álvaro Lorenzo, Ginés Marín y Varea como novilleros punteros, lo que ya predispuso a los más listos a confundir la exigencia con la intransigencia y las cargas de profundidad. Los tres noveles ascienden en nada a matadores de toros en Nimes. El Juli, Morante y Manzanares les darán la alternativa, respectivamente. Y eso jode.
La novillada de El Parralejo se presuponía de lujo. De los tres primeros, no embistió ninguno. Y el que parecía que iba a embestir lo devolvieron porque blandeó varias veces. A éste y al anterior los protestaron de salida porque parecían... ¡novillos! Que en Madrid un novillo parezca un novillo es un drama. Si puede ser grande y feo, mejor. Al uso. Lo grave es que estos no respondieron ni a sus hechuras ni a las expectativas que acarrea el hierro de José Moya.

El que abrió plaza, bajo pero de astifinísima cara, un torito en miniatura, se agarraba mucho al piso y punteaba de impotencia. Y el más altito segundo se frenaba apoyado en las manos cuando no quería coger los avíos con ellas. Lorenzo y Marín, que había lanceado a pies juntos con su aquél, se mostraron voluntariosos.

Álvaro Lorenzo pudo desquitarse en parte con el bonito y noble cuarto. Sólo en parte porque tras dos buenas series de derechazos el novillo perdió el gas y el interés. De la dormidera sacó el toledano tres naturales despaciosos. Y una trincherilla tan torera como el prólogo de faena rodilla en tierra. Cuando apuraba por circulares invertidos, surgió una voltereta que valió para calentar el frío ambiente y tapar un rato los cañones de las absurdas escopetas contra los chavales. Intacto despidió Lorenzo la faena por luquecinas con el reverso de la muleta. Una estocada trasera le puso en disposición de cortar una oreja que no se dio. También le protestaron al muchacho con inhóspito ruido la vuelta al ruedo... Vergonzoso trato.

A Marín el castaño y armado quinto le puso las cosas difíciles ya con el capote. Una mansedumbre informal de arisco estilo y cara suelta. Geniecito hasta que se sintió podido. Y entonces ya se quiso ir. Ginés resolvió con su oficio prematuro las hostilidades arriba y abajo.

Varea había desplegado sus verónicas de amplios vuelos con el sobrero de José Vázquez. Dos medias verónicas pusieron un broche de categoría. El utrero inesperadamente se derrumbó una y otra vez en su muleta, que no se por qué no tiene el temple de su capote. Para despedirse de Madrid, marchó el chico de Almazora a portagayola. Pero el ensillado sexto le volvió grupas y allí le dejó rezando el rosario. Iván García levantó más ovaciones con las banderillas que las que en toda la tarde les dedicaron a las promesas de la novillería. Bueno, Javier Ambel había gastado otra por su brega en los albores de la tarde.

El utrero que había apuntado a mansito resulta que metía bien la cara en la muleta. Y Varea descubrió el pitón izquierdo en un cambio de mano superior. Y en unos cuantos naturales. Pero la embestida careció de continuidad. Otro sin fondo finalmente. Hacía un frío pelón. No tan frío el clima como el ambiente de la plaza. Lo calentó un poco Varea con eso de irse al pitón contrario a pasitos que tanto gusta a los güitos de mi pueblo y alrededores. Jonathan Varea se encargó luego de darle potencia al congelador de Las Ventas con la espada.

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