sábado, 14 de mayo de 2016

Un abrumador Roca Rey empuja la Puerta Grande



Importante faena a un difícil quinto de Alejandro Talavante que corta un trofeo de mucho peso en la octava de la feria de San Isidro.
Un abrumador Roca Rey empuja la Puerta Grande
El peruano Roca Rey, en su confirmación de alternativa, sale a hombros en la plaza de toros de Las Ventas

Patricia Navarro @PatriciNavarro 
Las Ventas (Madrid). Octava de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, y dos, 4º y 6º, de Conde de Mayalde, desiguales de presentación. El 1º, noble, de buena condición y transmisión justa; el 2º, noble, repetidor y a menos; el 3º, flojo, humilla pero se acuesta mucho; el 4º, noblón y sosote; el 5º, muy difícil, brusco y con peligro; el 6º, muy complicado. Lleno de «no hay billetes».

Sebastián Castella, de azul pavo y oro, buena estocada (silencio); cinco pinchazos, aviso, estocada (silencio).

Alejandro Talavante, de grana y oro, dos pinchazos, media (silencio); estocada trasera (oreja).
Roca Rey, que confirma alternativa, de verde hoja y oro, estocada punto caída, aviso (saludos); estocada (dos orejas). 

Se encunó a matar. Matar o morir. Pocos son capaces. Mucha la literatura. Pero a la hora de la verdad.

Temida hora de la verdad. Territorio prohibido, anhelado. En ese filo, en el de la espada, reside la fortuna del toreo. Se fue detrás del acero. Al filo de la navaja y con esos dos pitones como frontera. Entre uno y otro encontró la muerte, del toro, y salvó su vida, la barriga. Verdad verdadera acabábamos de dejar atrás. Exhaustos. Una faena no de las que llena, no sólo, sino de las que dejan molido. Algo de cada uno de nosotros ahí. Ahí abajo, aquí arriba. Entre el miedo, el susto, el disfrute y la admiración. Derrochó valor como si lo regalaran nada más cruzar el charco. Qué viva Perú y ese corazón que no atiende al miedo. Se desentiende. ¿De qué entiende? ¡Delicioso misterio! Una parte lo desveló. Tragó lo indecible las desavenencias del toro, la incertidumbre y al creer nos hizo cómplices, poco a poco, muletazo a muletazo, serie a serie hasta dejarnos prendidos y aturdidos en la vuelta de la esquina de un faenón. Había colapsado Madrid en tarde fría mas ardía por dentro. Agresivo el toro de Mayalde, reponía por dentro, intercalamos susto y otro más con toreo mandón y entre una cosa y la otra una tanda monumental por la diestra por convicción y poderío. Y entre aquí y allá arrucinas, adornos, pero sólido el resto. La manera de entrar a matar, queda dicho, de cortar la respiración, de haberla. Dos soles de trofeo y una Puerta Grande multitudinaria y excesiva. Se nos va la cabeza en los últimos tiempos.

Al delirio nos llevó también mientras creíamos caer en la decepción Talavante con el quinto.
 Abrumadora dimensión con un Cuvillo que tampoco lo puso fácil. Basta la embestida, incierta y por dentro. Lo supo Trujillo al sacarlo del caballo. Y después. Estaba en el ambiente al poco de pisar el toro la arena venteña. En un ¡ay! lo vivimos todo. Hay toros que son cuestión de fe. Y de ahí tiró Talavante para creer y contagiarnos. Dos palillos, dos muletas y la misma vida al filo del precipicio.

 Nada ocurría ahí por casualidad o todo a la vez. Muy raro. Una eclosión de temores, azares se fueron resolviendo hasta conseguir meter al toro en la muleta con algunas tandas de naturales de una expresión brutal. Sufridas. Entre el látigo y la suavidad. El trofeo fue de los de peso para dar cabida a todo lo vivido. La dimensión de Talavante nos transportaba al domingo. Vía directa. Segunda parada del torero en Madrid. Plaza suya. Plaza nuestra.

El resto fue el peaje que tuvimos que pagar para llegar hasta aquí. Roca Rey abusó de lo accesorio en detrimento de lo fundamental en el toro de la confirmación, noble y con la transmisión justa y sin emoción transitamos por la faena de Talavante al flojo tercero. Nos redimiríamos después. No lo pudo hacer Castella en la primera de su gran apuesta: cuatro tardes en Madrid. Correcto con el noble y soso cuarto y discreto con el segundo que tuvo buena condición aunque la duración escasa. En el quinto y sexto estaba la llave.

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