martes, 4 de octubre de 2016

Rafaelillo y El Cid saludan sendas ovaciones, pero no logran redondear el triunfo



Dos grandes toros de Adolfo Martín en la Feria de Otoño


El Cid, en un derechazo de mano baja
El Cid, en un derechazo de mano baja - Paloma Aguilar
ANDRÉS AMORÓS Madrid

Concluye la Feria de Otoño con un guiño al sector torista: los «grises» de Adolfo Martín, que lidia dos grandes toros, primero y quinto. Rafaelillo y El Cid tienen dignas actuaciones pero no redondean el éxito. Después de la tarde anterior, tan accidentada como un Comité en Ferraz, ésta es grata e interesante, por el comportamiento variado de las reses. También da gusto a ver cerca de veinte mil personas en la Plaza y que la duración del festejo sea la razonable.

Rafaelillo es, ahora mismo, el máximo especialista en estas divisas duras, a las que sabe aplicarles la receta de una lidia clásica. Le tocan dos adolfos muy distintos. El primero, «Carpintero», me parece extraordinario: va largo y templado, humilla, repite. ¿Qué más se puede pedir? Los doblones iniciales tienen emoción y Rafaelillo está bien… pero no más. El problema de este toro es que no llegue a ahogar al torero.

He recordado, una vez más, a Juan Belmonte: «¡Dios te libre de que te toque un toro bravo!» También, lo que me contó Marcial Lalanda: «Me tocó un toro tan bravo que, después de unos doblones, me apresuré a matarlo, antes de que el público se diera cuenta de lo bueno que era…» Y la explicación que daba Alfredito Corrochano de cómo cortó un rabo, en Las Ventas: «El toro repetía, sin parar, y yo tenía que seguir, dándole naturales…»

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