Serio y deslucido encierro de José Julián Llaguno
Ginés Marín - Luis F. Hernández
EFE México
Tanto los diestros mexicanos Arturo Saldívar y Juan Pablo Llaguno como el español Ginés Marín hicieron más de la cuenta en la corrida de la Monumental Plaza México, ante un encierro con cuajo pero que finalmente no sirvió.
Saldívar y Marín, quien confirmaba la alternativa, tuvieron detalles elegantes, mientras que Llaguno enseñó torería. Ninguno de los tres tuvo suerte con la espada.
Con una entrada pobre, se lidió un encierro de José Julián Llaguno, que reaparecía tras una ausencia de 19 años. Lote impecable en presentación, con cuajo, todos y cada uno de los toros fueron ovacionados de salida, pero al final poco se prestaron al lucimiento, muy parados, carentes de raza y con brusquedad en sus acometidas.
El primero fue el mejor, tardo pero con clase y recorrido; el segundo se movió más, sin la clase del que le antecedió; el tercero sin un pase, al igual que cuarto y quinto; y el sexto empezó mejor pero terminó áspero y con medias embestidas.
Marín, que confirmó el doctorado, toreó al primero con elegancia con el capote realizando una faena que no tomó vuelo al ser parco en las series de muletazos, muy cortas. Mató de estocada. Leve petición de trofeos y vuelta al ruedo con ligeras protestas.
Con el sexto, de inferior calidad, siempre decidido con el capote, entusiasmó a la afición, pero con la muleta no tuvo opción pese al sitio y buenas maneras que mostró. Dos medias y descabello. Silencio final.
Saldívar dejó ver que anda en buen momento. Seguro y pisando firme, al segundo le hizo la faena de la tarde, entendiendo a su enemigo y estando muy por arriba de él. Mató de pinchazo y una entera. El puntillero lo levantó y luego el animal se irguió tres veces, lo que el público atribuyó a bravura. Saludo en el tercio.
En el mismo plan estuvo el cuarto, otro toro que no tenía pases, aunque Saldívar le robó varios. Mató pronto y fue ovacionado.
Llaguno, sin mucho rodaje y tierno, se enfrentó a unos astados sin pases que terminaron ásperos y deslucidos. En el tercero hizo cosas de torero que el público ni vio y mucho menos entendió. Destellos sueltos y mal con la espada. Fuertes pitos.
Al quinto, otra res no apta para el lucimiento, le inició su faena bastante bien, pero después sufrió varios desarmes y recibió otra pitada un tanto injusta.
Antonio Manuel Punta saludó y fue ovacionado en el sexto tras colocar un magnífico par de banderillas.
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