El peruano desoreja al tercer toro y sale a hombros con Manzanares; Morante saluda una ovación
Andrés Roca Rey derrochó valor a raudales - Ruedo de Olivenza
ANDRÉS AMORÓS Olivenza
Concluye la Feria con un cartel de categoría, el mismo del Domingo de Resurrección, en Sevilla: lleno absoluto, enorme ambiente y varios momentos para el recuerdo. Los toros de Victoriano del Río no dan el juego esperado, ni por fuerza ni por casta; sobre todo, los tres últimos, que van apagando el entusiasmo inicial. Morante deja retazos sueltos de gran belleza. Roca Rey, muy rotundo, corta dos orejas; le acompaña en la salida a hombros Manzanares, gracias a su empaque y su infalible espada.
Morante es un caso aparte, con el atractivo que eso supone. (Esta semana recibirá el Premio Taurino de ABC). En el primero, incierto y desigual, lidia magistralmente Carretero. Aunque el toro no lo pone fácil, logra José Antonio dibujar tres verónicas y media que son una escultura. Una serie de derechazos suaves, de mano baja, plenos de armonía, levantan un clamor. Cuando el toro se acaba, mata con habilidad. El cuarto queda corto, protesta, saca genio. Se cierne la bronca cuando Morante lo prueba sin convicción pero, inesperadamente, consigue tres naturales limpios, clásicos. Nada más. Mata con habilidad.
El segundo flojea pero embiste largo y templado. La cuadrilla de Manzanares da un recital: el picador Paco María, los banderilleros Suso y Blázquez. Después de las verónicas suaves, el clima es de expectación: hasta se hace el silencio, en una plaza tan ruidosa. En estas ocasiones, decía Gerardo Diego (citando a Calderón de la Barca): «Soñemos, alma, soñemos». Y el sueño se realiza… en parte, como casi siempre. Torea Manzanares con empaque, con elegancia natural; al final, acompañando con la cadera el ritmo del muletazo. (Sobran tres absurdas manoletinas, que no pegan en la faena ni en el diestro). Se le va la mano con la espada pero la emoción estética le hace cortar la oreja. El quinto, más chico, flaquea y no se entrega. (Gran quite de Morante a Rafael Rosa). José María lo sostiene, sin obligarlo ni apretar el acelerador. La faena no cuaja pero un estoconazo en la suerte de recibir le lleva a cortar otra oreja.
Jugar sus bazas
Inicia Roca Rey su segunda temporada como matador, en España. En Olivenza, hace un año, logró una de sus faenas más clásicas. Después de disfrutar con el arte de Morante y de Manzanares, ha de jugar sus bazas, muy distintas: decisión, cabeza clara, valor sereno. Pone a la gente de pie aguantando un parón, sin rectificar, y en una inverosímil arrucina, citando a toro parado. ¿Cómo no va a conectar con el público? Y no son locuras, sabe muy bien lo que hace. La estocada defectuosa no impide que corte dos orejas. El último gatea, es corto y soso. Roca Rey le consiente, se queda quieto; si no va, se lo saca por la espalda, pero la res se acaba del todo. A toro parado, la estocada cae baja.Morante y Manzanares han elegido el camino de la armonía y los primores: como una brisa que nos acaricia suavemente. A Roca Rey, en cambio, le conviene el título de aquella película: «Como un torrente». O una rima de Bécquer: «Tú eras el huracán y yo la alta/ torre que desafía tu poder». O una de esas canciones de hoy que él prefiere: «Soy tu tornado, soy tu huracán…»
Cada aficionado elegirá lo que prefiere: unos, este huracán, este «manantial que no cesa»; otros, ese regusto de lo armónico, que empapa dulcemente nuestra sensibilidad. ¿Morante, Manzanares o Roca Rey? Los tres. Los caminos del arte –y la Tauromaquia, sin duda, lo es– son infinitos. Y el arte, como decía Valle-Inclán, no se acaba nunca porque nos ayuda a pasar el invierno.
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