domingo, 16 de abril de 2017

Ángel Sánchez: ¿ha nacido una estrella?


Después de su gran debut en Las Ventas, el mundo del toro habla y no para del novillero, que rompió con Ortega Cano tras su revelación en Madrid 

Ángel Sánchez, en Las Ventas
Ángel Sánchez, en Las Ventas - Inma Flores
 
ANDRÉS AMORÓS Madrid

Es una expresión habitual del mundo del espectáculo: «Ha nacido una estrella» (y es el nombre de una película americana, que tiene varias versiones). Además de arte, la Tauromaquia es un espectáculo: también en los ruedos sucede este fenómeno, aunque sea más difícil, porque hay que dominar a un toro bravo… El domingo 2 de abril, debutó en Las Ventas el novillero madrileño Ángel Sánchez, del que pocos tenían noticias. En la cena del Premio de ABC, Ortega Cano, que hasta el pasado jueves (6 de abril) era su apoderado, me había cantado sus cualidades. Respetando la opinión del maestro, creí que exageraba un poco, por afecto. En realidad, se quedó corto: sólo los fallos con la espada le impidieron abrir la Puerta Grande. Ahora mismo, el nombre de Ángel Sánchez está en boca de muchos aficionados. Antes de su ruptura, charlamos con él –y con su maestro– en esa Plaza que, hace unos días, se le rindió. Ante todo, le pido que se presente.

—Nací en Madrid, en la calle O’Donnell, pero mi familia vive en San Sebastián de los Reyes. Tengo 21 años. En mi familia, no hay profesionales taurinos pero mi padre sí es muy aficionado. Descubrí los toros a los siete años; viendo el festival a Pedrín Benjumea que organizó el maestro Ortega Cano, pensé, con la inocencia de niño, que yo intentaría hacer lo mismo.

—Aprendió el oficio en la Escuela Taurina de Colmenar.

—Estuve desde los siete a los dieciocho años, hasta que debuté con caballos. Carlos Aragón «Cancela» fue mi primer maestro. Cuando acabé la ESO y el Bachillerato, decidí dedicarme cien por cien al toreo. He actuado, sobre todo, en los pueblos de la Sierra madrileña, lidiando reses bastante serias.

—Su relación con Carlos Aragón implica conocer el encaste Santa Coloma, con el que ha triunfado.

—Me gusta mucho: tienen una forma de embestir templada, con gran calidad. El maestro Ortega Cano obtuvo, con este encaste, grandes éxitos.

—¿Cómo entró en contacto con él? 

—(Responde el maestro): Conozco a su familia de toda la vida, en San Sebastián de los Reyes. Mis hermanos me hablaban del chico. Lo vi en una novillada sin picadores y advertí que tenía grandes condiciones pero era un diamante en bruto, había que trabajar mucho. Eso hemos estado haciendo: es un alumno estupendo, aprende rápido.
Angel Sánchez y Ortega Cano, en la Puerta Grande de Las Ventas, el 5 de abril, un día antes de que el novillero rompiera con su maestro y apoderado
Angel Sánchez y Ortega Cano, en la Puerta Grande de Las Ventas, el 5 de abril, un día antes de que el novillero rompiera con su maestro y apoderado- Inma Flores
—De becerrista, era muy flaco, le apodaron «el Alfeñique»; ahora, es un mocetón alto, tranquilo, que me recuerda al futbolista Fernando Morientes. 

—El fútbol no me gusta. De hecho, apenas tengo aficiones, he vivido siempre para el toro. Eso sí, me gusta leer. Y veo muchos vídeos taurinos: de Ortega Cano, Paco Camino, Pepín Martín Vázquez, Ojeda, Morante…

—Ya había presenciado corridas, en Las Ventas.

—Me considero un aficionado, me interesa mucho ver torear a los compañeros. Como había ganado el certamen «Camino hacia Las Ventas», tenía derecho a torear una novillada pero hasta ahora no consideramos que estaba preparado.

La del 2 de abril era su primera actuación de la temporada: venir a Madrid fue una apuesta fuerte. Su primer novillo, un sobrero de San Martín al que sólo faltaba un mes para los cuatro años, resultó complicado pero Ángel dio ya una gran impresión. El quinto, de La Quinta, embestía con gran calidad: si no lo hubiera toreado bien de verdad, hubiera quedado al descubierto. «Me sentí muy a gusto: sobre todo, en el quite por verónicas y en los naturales. Me ayudé con la espada por el viento, sólo para presentar bien la muleta».

Coincidimos el maestro y yo en que hace mucho que no sucedía algo así con un debutante. Habla el novillero: «No puedo explicar lo que yo sentía: lo había vivido algunas veces, estando en el tendido, pero provocar yo esa reacción suponía vivir todos mis sueños».

Vuelve a Madrid en San Isidro, el 3 de junio, con reses de Flor de Jara. Esa tarde, se juega mucho: o ratifica sus cualidades o devuelve la moneda… «Repetiré o mejoraré –señala–. Voy a torear de la misma forma y a matar mejor los toros. Un triunfo así no se me puede escapar dos veces».

—La responsabilidad va a ser mayor. La gente va a acudir pensando: «A ver si es verdad lo que cuentan…»

—Vendré preparado, por supuesto, pero no me va a pesar la responsabilidad. Intentaré no tenerlo presente, mantener la mente muy fría.

A Ortega Cano, este éxito le había compensado de muchos sinsabores: «Disfruté tanto como si el triunfo fuera mío. Me traje un par de pastillas, por si acaso, pero no me hizo falta: lo vi muy seguro, no pasé ningún miedo».

En un momento en que muchos buscan el éxito a base de espaldinas y otras «inas», lo que más sorprendió, en un diestro tan nuevo, es su fidelidad a un concepto clásico. «Ésa es mi intención: torear tranquilo, quieto, acompañando con la cintura; cuanto más despacio, mejor. Intento torear bien, como me ha enseñado el maestro».

¿Llegará a figura? ¡Quién sabe! De momento, los aficionados se han ilusionado. Al salir de la Plaza, todos le saludan, le felicitan y aseguran que vendrán a verlo, el 3 de junio. En una sola tarde, su vida ha cambiado: así es el toreo. Al día siguiente de esta charla, me llama José Ortega Cano para contarme que Ángel Sánchez le acaba de comunicar que rompe con él y va a tener un nuevo apoderado. En el mundo taurino (y fuera de él) la ingratitud no es algo nuevo. Muy pronto empieza este joven novillero...

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