jueves, 4 de mayo de 2017
Feria de Abril: Morante, banderillero
Morante, en banderillas al cuarto toro - Efe
ANDRÉS AMORÓS Sevilla
La corrida posee un tono más grato que las anteriores: tercer cartel de «No hay billetes»; los tres primeros toros de Cuvillo, aplaudidos, compensan el fiasco del Domingo de Resurrección; Talavante corta un trofeo; David Mora torea bien pero lo pierde por la espada; en su última tarde de la Feria, Morante muestra su arte y, en el cuarto, toma las banderillas: un gesto que el público vive como algo excepcional.
Hasta ahora, Morante sólo había dejado apuntes y esbozos de lo bien que torea. (En su anterior corrida, no se llenó la Plaza). Es verdad que los toros no le han ayudado. También lo es que ha toreado lo que él ha elegido: buscando los más bonancibles, puede resultar que no embistan. (Le está pasando, ahora mismo, a las grandes figuras). La conclusión es evidente: tiene que apretar, esta tarde.
Ya se sabe que los diestros que apuestan por la estética no son «guerreros» pero ser el que más torea en la Feria, aparecer como su base, implica una responsabilidad.
El primero, con muchos pitones, sale suelto y huye, en varas (otro toro que no le deja lucirse con el capote) pero galopa, en banderillas. Morante aprovecha los viajes para enjaretar algunos magníficos naturales, que levantan un clamor: naturalidad, suavidad, gracia sevillana… Al final, también consigue buenos derechazos. La faena ha sido desigual, con enganchones y momentos de apuro, sin llegar a confiarse del todo, pero con momentos espléndidos. El toro tarda en cuadrar y, aunque logra la estocada, da tiempo a que suenen dos avisos. La petición no es mayoritaria.
Le queda el cuarto, en el que, ¡por fin!, logra unas preciosas verónicas, interrumpidas por un desarme. El toro recibe mala lidia. Sorprende al público José Antonio tomando los palos: es algo que los sevillanos no recuerdan (sí lo he visto yo por otras Plazas). Clava bien y recorta con gracia pero el toro huye descaradamente. Brinda al público su último toro de la Feria. En el tendido «10», en tablas, encadena ayudados garbosos; aprovecha la huida del toro para dibujar un precioso cambio de mano; uno a uno, traza bellos muletazos. Cuando el toro se para, logra la estocada. Ha hecho el esfuerzo y el público se lo agradece pero no ha logrado ninguna faena completa.
En el segundo, otro buen toro, Talavante dibuja buenos ayudados por bajo y suaves naturales. Mata bien, quedándose en la cara, en un momento difícil, y se le otorga la oreja. Para mí, ha sido una faena de notable, no de sobresaliente. El quinto es manso y huido pero resulta manejable, en el último tercio. Con gran facilidad, lo mete en la muleta, liga naturales y derechazos estimables… pero no más. Al prolongar, recibe algunos pitos. Se ha visto el buen momento que atraviesa pero también, me temo, cierto conformismo.
Naturales clásicos
Reapareció David Mora el año pasado, después de su gravísimo percance y es acogido con afecto. Su estilo es toledano (vive al lado de Borox, el pueblo de Domingo Ortega), serio, pero maneja con gusto los engaños. En el tercero, juega bien los brazos, en las verónicas. El toro repite y David logra naturales clásicos, templados, en una faena que va a más. Pierde el trofeo por pinchar, antes de la estocada, pero da la vuelta al ruedo. El último es otro toro manejable y el diestro vuelve a lucirse, con el capote. (Saluda Ángel Otero, en un par en el que aguanta y se asoma al balcón). El toro se mueve mucho pero desigual. Mora logra buenos muletazos, de mano baja, con empaque y emoción pero la faena es desigual y el toro tarda en caer, después del espadazo. Deja buena impresión.
Para la ocasión, recuerdo (y varío) los versos que dedicó Rafael Alberti a Luis Miguel: «Así es como yo te quiero,/ Morante, banderillero,/ pero no lo dejes todo/ para el festejo postrero,/ haz disfrutar a la gente/ con todo tu arte torero».
Postdata. Desde el callejón observa torear a Morante su amigo José Luis, el hijo del «Sócrates de San Bernardo» (así lo bautizó Vicente Zabala padre). Pepe Luis definió como nadie ese misterio alado, propio del toreo sevillano, que es la gracia: «La gracia de los adornos consiste en la sorpresa, esa cosa que, en Sevilla, no está reñida con la profundidad, no es una gracia cascabelera sino que es un don sobrenatural». Y concluye, como un gran poeta: «El toreo es movimiento, una cosa en el aire, que se aposenta y que desaparece. A lo mejor se puede seguir viendo en el otro mundo, en el aire, donde quedan las cosas flotando».
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