La lamentable flojera de la corrida de Juan Pedro frustra un cartel de «No hay billetes»

Cayetano, con el tercer toro - Paloma Aguilar
ANDRÉS AMORÓS Madrid
Otro cartel de campanillas,otro «No hay billetes» y otro desastre ganadero. Vuelve Manzanares, después del gran éxito del año pasado; vuelve Cayetano, después de cinco años; confirma alternativa el peruano Joaquín Galdós. Asiste Don Juan Carlos, al que brindan los tres espadas. La corrida de Juan Pedro no se lidia completa sino remendada por un toro de Juan Manuel Criado. No es buen comienzo. Lo peor viene luego: la desesperante flojera y sosería de los toros impide cualquier lucimiento, cualquier emoción.

Hace un año, Manzanares puso de acuerdo a todos y logró una de las cumbres de su carrera, con un gran toro de Victoriano del Río. Es uno de los pocos diestros actuales que posee verdadera calidad y empaque natural, además de una espada casi infalible, que también le ha dado muchos éxitos. Al segundo apenas le pican (recordamos la gran vara de Tito, el día anterior), se sujeta con alfileres: al tercer muletazo, está en el suelo. Embiste mortecino, cansino. Muletea Manzanares con majestad: por muy suave y elegante que lo haga, ¿qué emoción cabe? El toro parece moribundo: ¡lamentable! Con la espada, un cañón. El cuarto, de salida, queda corto y flojo; flaquea antes de varas. La duda habitual: ¿aguantará? La respuesta habitual: no. A pesar de lo bien que torea Manzanares, la faena no puede tener interés. Y se le va la mano, en la estocada.

Hemos visto los intentos de torear al toro inexistente: ¡vaya invento! Para el gran público, un rollazo; para el aficionado, algo lamentable. ¡Qué triste es la Fiesta de los toros cuando los toros no tienen el mínimo de fuerza, casta y emoción! Así estamos. Las figuras seguirán exigiendo estos toros; los ganaderos, criándolos; los empresarios, comprándolos; el público, maldiciendo su negra suerte. ¿Hay algún atisbo de que esto vaya a cambiar? Yo no lo veo…
Posdata. Muchos «niños prodigio» del arte se quedan en el camino pero no todos: Yehudi Menuhin, Barenboim… El niño salmantino Marco Pérez, de nueve años, sorprende a todos los que le ven por su facilidad, desparpajo y torería, delante de las reses. (Últimamente, ha causado sensación en Arles y Ávila). Quizá se quede en eso pero, quizá, logre seguir el camino de Ponce y El Juli. La Fiesta no se acaba… mientras haya toros con la casta y fuerza imprescindibles.
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