La Fiesta aquí no corre peligro mientras sigua teniendo ese arraigo social
El diestro Enrique Ponce da un pase - EFE
Andrés Amorós Bilbao
Junto a San Isidro y la Feria de Abril, las Corridas Generales de Bilbao siguen siendo la cumbre de la temporada taurina. Este año, se ha recordado justamente al infortunado Iván Fandiño. Espero que eso se continúe con iniciativas permanentes.
Siempre he de elogiar la seriedad, la categoría con que se cuidan muchas cosas, en esta Feria: ejemplo claro, el Apartado de los toros. También, el gran ambiente taurino, con muchos actos y tertulias. En Bilbao se vive la Fiesta: aquí, no corre peligro, mientras siga teniendo ese arraigo social. Un dato esperanzador: la mayoritaria aclamación –frente a unos pocos pitos– a los colores de la bandera nacional, en las banderillas, y a Don Juan Carlos...
El triunfador claro ha sido Ponce, en un momento extraordinario: con su larga carrera, es un caso único y se distancia de las demás figuras. (No han brillado El Juli ni Talavante). Un único pero: actúa muchas veces de enfermero, por las reses que elige. Junto a él, la madurez de Ferrera, el clasicismo de Urdiales y el valor de Escribano. Se confirman, a la cabeza de los jóvenes, Roca Rey y Ginés Marín; se les une el ascendente Román.
La seriedad del «toro de Bilbao» suele mantenerse en la presentación pero ha bajado mucho en la fiereza. Por segundo año consecutivo, la ganadería triunfadora es Torrestrella (ninguna primera figura la torea). Mantiene su cartel Victorino. Hasta a Bilbao ha llegado la falta de casta de muchas corridas, en los mejores carteles: es el gran mal de la Fiesta, hoy en día.
Lo peor, que sigue sin llenarse la Plaza: las entradas son caras y el público acude sólo cuando torean las figuras; también, la flojera de muchos toros y la escasa exigencia del público. Pero eso, por desgracia, no es exclusivo de Bilbao sino habitual, ahora, en casi todas las Ferias.
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