Más de nueve mil espectadores presenciaron el mano a mano en el que el madrileño se marchó a hombros en estado de gracia y el sevillano fue despedido entre pitos
El Juli, con las dos orejas del primero de su lote - ABC
EFE El Puerto (Cádiz)
Julián López «El Juli» cosechó un triunfo rotundo de cinco orejas y un rabo, que le hizo salir triunfador del simulacro de mano a mano que mantuvo este domingo en El Puerto de Santa María con Morante de la Puebla, que, sin compromiso alguno, pasó la tarde como una triste sombra.
Se lidiaron tres toros de Núñez del Cuvillo (primero, tercero y quinto) y otros tantos de Santiago Domecq (segundo, cuarto y sexto), desiguales de presentación y juego. Destacó sobremanera el segundo, de Santiago Domecq, de nombre "Dulzarrón", premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Morante de la Puebla, pitos, silencio y bronca.
El Juli, dos orejas, oreja, y dos orejas y rabo.
La plaza registró más de tres cuartos de entrada en los tendidos.
Era el cartel de la temporada taurina portuense: Morante de la Puebla y El Juli, mano a mano. Dos toreros distintos, con tauromaquias y personalidades muy diferentes, pero ambos instalados en la cúspide del toreo actual. Uno como máximo representante del toreo de arte y el otro como uno de los colosos incuestionables del escalafón.
Las ganas de ver a ambos se tradujo en la mejor entrada de toda la campaña estival portuense, con más de tres cuartos del aforo de la plaza cubiertos (unos 9.000 espectadores) pero, al final, la tarde solo tuvo un nombre, el de Julián López, que ofreció una gran corrida en la que pasó por encima a su supuesto "contrincante", que, en contrarréplica, pasó por El Puerto como una sombra.
Lo mejor de la corrida, sin duda, llegó en el segundo, primero de lote del Juli, de Santiago Domecq, con el que el madrileño cinceló una de las obras más hermosas que se hayan podido escribir en los últimos años en esta plaza.
Faena para el recuerdo
Tanto con el capote, dejándose llegar mucho al toro, como con la muleta, Julián López estuvo sencillamente cumbre. Hubo muletazos relajados por el pitón derecho cargados de sabor y enjundia a lo largo de una faena que se recordará durante mucho tiempo.El bonancible público llegó a pedir el indulto del astado, que fue muy bueno, pero el Juli estuvo bien hasta en este momento, pues, lejos de venderlo y de tardar a la hora de hacer la suerte suprema, montó la espada rápidamente, que entró a la primera pero un tanto caída. Cayeron dos orejas. La vuelta al ruedo al toro sí fue justo reconocimiento al comportamiento mostrado durante su lidia.
El cuarto, del mismo hierro, fue un toro más mansurrón. Había que poderlo mucho. Y, a pesar del molesto viento que sopló en ese momento, el Juli lo metió en vereda por los dos pitones en una labor de oficio y dominio. Otra oreja para él.
Y no pudo haber un mejor broche con el sexto, un toro muy chico pero bueno y repetidos de Santiago Domecq. El Juli, en estado de gracia, le recetó un precioso quite por chicuelinas de manos muy bajas. La faena de muleta fue otro primor de buen gusto, de dominio y temple. Tandas largas por ambos pitones hasta lograr "hipnotizar" a su oponente, al que cortó las dos orejas y el rabo.
Morante pasó como una sombra por El Puerto. Se inhibió por completo en su primer cuvillo, que no aparentó comerse a nadie. No pasó de aparente su esfuerzo con el tercero, del mismo hierro, y volvió a tirar por la calle del medio en el quinto. La bronca que se llevó fue descomunal.
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