lunes, 26 de febrero de 2018

Domingo Ortega: «El tiempo perdona menos que los toros»



Se cumplen 110 años del nacimiento del paleto de Borox, el torero al que admiraron los intelectuales


Domingo Ortega, en un soberano pase de pecho
Domingo Ortega, en un soberano pase de pecho - ABC
 
«O mandas tú. O manda el toro». El eco de la voz sabia de Domingo Ortega aún resuena en el 110 aniversario de su nacimiento. De paleto de Borox a maestro de maestros, admirado por toreros e intelectuales.

«Los intelectuales rodearon a Domingo, que sabía escuchar, pero también era oído por sus sentencias de lugareño autodidacta. Domingo Dominguín hijo solía decir con cierta ironía que Ortega (Domingo) era el filósofo y Ortega (don José) el torero de la vida y el pensamiento», escribió Vicente Zabala en la muerte del maestro, en mayo de 1988. Recordaba también su última visita dos meses antes a la Casa de ABC, en una cena en honor de los hijos de Litri y Camino, a los que habló así: «No olvidéis, muchachos, que el toreo es sacrificio, lucha y ambición, pero no dejéis nunca de ser humildes y sencillos, porque el tiempo perdona menos que los toros...»
Domingo Ortega
Domingo Ortega
¿Cómo era Ortega? Un paisano de su pueblo toledano lo definió así cuando su tierra se vestía de luto: «Decirte aquí, deprisa y corriendo, cómo era, es pedirme un imposible. ¿Ves estas tierras ásperas, fuertes, extremadas en todo, donde cuando hace frío se cuela hasta los huesos y cuando hace calor se derriten los pájaros? Pues de tales tierras, tales hombres», dijo un joven a Fernando Chueca Goitia, según se recoge en una Tribuna Abierta de ABC en la primavera del 88. Reflexionaba el autor sobre si era mayor el calibre del torero o el del hombre: «La raza nuestra, en medio de sus miserias, flaquezas y mezquindades, se salva por hombres así».

«La tierra no es redonda»

Nacido en 1908 y con alternativa de 1931 en Barcelona, fue uno de los personajes más populares de la época. Tan grandes eran su vocación y su afición que olvidaba los riesgos de la tauromaquia. «Le oí afirmar varias veces que un verdadero torero no tenía miedo. Cuando lo aparentaba era desconocimiento del toro y de lo que había que hacer con él. Preocupación, sí. Todo buen torero siente la preocupación por cómo saldrán los toros y la posibilidad de lucimiento que pueda ofrecer.

Domingo Ortega la manifestaba hablando de temas muy ajenos a lo taurino. Por ejemplo, le gustaba asegurar que la tierra no era redonda y mantenía tiesa su opinión durante todas las horas que duraba el viaje», escribió Antonio Díaz-Cañabate, amigo del matador.

Domingo Ortega tenía metido el toreo en la cabeza y en el corazón. En el otoño de su vida, aún daba gusto verle ensayar muletazos de salón. A los cánones de parar, templar y mandar, añadió el de cargar la suerte y esa manera de andarle a los toros, con su particular definición. «Sin cargar la suerte, el toro entra y sale por donde quiere; y no, ha de ser por donde quiera el torero», sentenció. Sobre este concepto hablamos a continuación. Pasen y lean...

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