domingo, 4 de marzo de 2018

Antonio Ferrera (torero imprevisible) o la sublimación de la tauromaquia

Intimista y reflexivo, el triunfador de la temporada 2017 analiza su personal filosofía taurina

El diestro Antonio Ferrera.


“La imprevisibilidad es fundamental para la creación artística; ciertamente, no todo debe ser imprevisible, pero está presente en el arte, en los sentimientos, en el alma. Para mí, es una de las bases que sostienen la verdad del toreo, donde la vida y la muerte están a flor de piel”.

Vestido de luces es un crack, un mago, un torerazo… Después de casi dos años de una larga convalecencia tras una fractura del codo derecho, pasó por la temporada pasada como un gigante transfigurado, revolucionó La Maestranza y Las Ventas, triunfó en otras muchas ferias, se atiborró de premios y dejó a la afición boquiabierta, feliz y esperanzada.

Enfundado en un oscuro pantalón vaquero, camisa azul estampada de pequeños lunares, zapatillas deportivas y moderna barba de dos días, disminuye su estatura, pero se engrandece como un ser intimista y reflexivo, aislado del mundo, y su vocabulario es un discurso cocinado de vocablos tan poco usuales como sinceridad, libertad, soledad, naturaleza, sencillez, cabalidad, imprevisibilidad, vida…

En una habitación de hotel, improvisado escenario fotográfico, el torero vestido de hombre, —semblante serio y recogido y con las ideas aparentemente claras y firmes—, desgrana toda una filosofía personal cuyo relato no resulta fácil seguir.

“Mi existencia está muy unida a la sencillez de lo natural”

“Mi existencia está muy unida a la sencillez de lo natural. Me gusta mucho el campo -es fundamental en mi vida-, y estar conectado con la naturaleza y los animales. Allí intento llevar una vida sosegada, intensa, también, pero tranquila”.

Antonio Ferrera (Ibiza, 1978) acaba de cumplir 40 años el pasado 19 de febrero, y vive solo en una finca cerca de Badajoz, acompañado por su perra, gallinas, pájaros, caballos y una ganadería de toros bravos.

“Me gusta la soledad sana. La naturaleza es mi cobijo, porque no solo es el campo, son los árboles, los animales… En la ciudad me siento más solo y desprotegido…”

“Intento ser feliz, y cultivo con mis actos la búsqueda de una serenidad para hacer y hacerme el bien. Más que feliz, intento sentirme bien y desprender felicidad hacia las personas que están cercan de mí”.
El torero, reflexivo e intimista.
El torero, reflexivo e intimista.
Su madre, Peregrina, nació en Santiago de Compostela, y vivió en Cádiz, donde conoció a un joven guardia civil, extremeño, con quien se casó. Destinada la familia en la isla balear, allí nació Antonio, aunque se crio en Extremadura, parada del servidor del orden. Y en esa tierra surgió el torero, fruto de un padre con tricornio que también se vistió de luces sin caballos, del abuelo Raimundo, aficionado cabal, y de una familia, en fin, con el veneno del toro en las venas.

“Desde pequeño sentí el instinto natural de la tauromaquia, y me considero un privilegiado. He podido andar un camino con sentido, con cómos y porqués. Así, los buenos y malos momentos me han ayudado a crecer; he aprendido de los dolores y las emociones”.

“He aprendido que dentro de un traje de luces todo es imprevisible”

Ferrera tomó la alternativa el 2 de marzo de 1997 en Olivenza (Badajoz); en 2001 abrió la Puerta Grande de Las Ventas; en 2013 triunfó en San Isidro, en los dos siguientes envolvió con su magia muletera La Maestranza, y en 2017 protagonizó en la misma plaza una explosión de torería que lo convirtió en el triunfador indiscutible de la Feria de Abril. Pero aquella transfiguración no fue más que el preludio de una madurez confirmada días más tarde en Madrid y en toda una temporada en la que el torero demostró que otra tauromaquia es posible. Y la primera recompensa es su presencia en el cartel del próximo Domingo de Resurrección en Sevilla, una de las fechas más importantes del calendario.

“Ese día es único, y estar en él es un honor, un sueño y un privilegio. No sé si es un premio, y lo que tengo claro es que Sevilla ha sido para mí un corazón macerado a fuego lento, con mucha verdad, y eso es lo bonito”.

“Más que imágenes, del año pasado me han quedado sensaciones, de las que no se ven, pero se sienten. Y la emoción de que pude transmitir mi tauromaquia libremente. Eso es grande para un torero”.

Sonríe cuando surge el nombre de ‘Platino’, el toro fiero y encastado de Victorino con el que mantuvo un diálogo de heroicidad en el albero maestrante.

“Entre ambos protagonizamos un momento que está ahí, de esos que no se pueden revivir ni soñar; y ha dejado una marca, claro que sí, en mi corazón, que es lo más bonito que hay en esta vida. Como la han dejado otros toros, ‘Sombrerero’ y ‘Guajiro’ de El Pilar o ‘Melonito’, otro victorino”.
Y ahí sigue, a la espera, la Puerta del Príncipe…

“Me preocupa el aquí y el ahora, y saber que todas las cosas tienen su ser. Si tuviera el privilegio de tocar esa puerta, me gustaría que fuera la meta de un camino y no encontrármela de pronto y sin sentido”.

Después de ver a Antonio Ferrera el año pasado, se corrió la voz de que otra tauromaquia —la lidia total— emocionante es posible…

“No lo sé; lo que si me gustaría es seguir siendo yo mismo y que se mantenga la posibilidad de sorprenderme, que es una de las grandezas que puede tener un torero. Yo no sé explicar mi tauromaquia, pero intento sentirla de una u otra manera dentro de la imprevisibilidad de esta profesión. Mi única certeza es que la verdad está dentro de mí, pero desconozco cómo se va a transmitir llegado el momento”.

Niega el torero que tenga en su cabeza un diseño de temporada después de los triunfos pasados.
“Uno siempre tiene ilusiones, pero nada más. He aprendido que dentro de un traje de luces todo es imprevisible. Por muchos diseños que hagas, la vida habla, el toro y las circunstancias hablan. Hoy estamos y mañana no”.

Y lo comenta por propia experiencia. El 21 de junio de 2015, en la plaza mallorquina de Muro, un toro le fracturó el codo derecho, que lo mantuvo casi dos años apartado de los ruedos.

“Me tocó vivir una etapa difícil; yo estaba fuera del toro, pero no de él. Se cortó mi camino de repente, y me atrapó la incertidumbre. ¿Cómo reaccionaría mi espíritu cuando volviera a estar delante del toro y el público? Afortunadamente, respondí con mucha sinceridad, que para mí es un valor sustancial”.

Dice que le gusta el cine y la lectura de la historia del toreo, y añade que le quedan muchas metas por alcanzar, “aunque lo que de verdad tengo por delante es un camino para descubrir quién soy y construir un legado”.

— ¿Es usted animalista?

— “Claro; soy torero. La sensibilidad la hemos aprendido de los animales”.

Finalizada la entrevista, Antonio Ferrera recoge uno de los muchos premios conseguidos y desea volver cuanto antes a su normalidad, “a mis gallinas, a mis pájaros, a mis caballos, mis toros, mi huerto, y a seguir aprendiendo para crecer…”

No hay comentarios: