jueves, 10 de mayo de 2018

La generosa apuesta de Román por la bravura de "Hechizo"


Cuando apenas el personal se había acomodado, el capote de El Sirio libró a Tomás López de la cornada. Si hubiera sido en Pamplona, hablaríamos del capotillo milagroso de San Fermín. Pero fue el de Hazem. Tan oportunamente colocado a la salida del par de banderillas. De la reunión salió trastabillado López por un pitonazo desequilibrador. Y cayó a merced de las furias astifinas del castaño de Fuente Ymbro, que ya se disponía a hacer carne. Voló el capote salvavidas de El Sirio a sus ojos con la virtud cegadora. La plaza apreció con angustia agradecida la intervención.

El toro de Gallardo había atacado en banderillas con dos velocidades. Cuando sentía cerca la presa, metía la quinta. Su potencia se movía en la frontera de la casta y el genio. A Joselito Adame le exigió mucho. Todo por abajo. Porque, en cuanto lo soltaba y no lo llevaba apretado abajo, el toro se violentaba. Por arriba o a media altura no quería nada. El esfuerzo de curtido oficio de Adame no sólo no fue reconocido, sino que además se le censuró en ocasiones la colocación. Exigencia en los tendidos y en el ruedo. La estocada en los blandos terminó por decantar a los tendidos a favor del fuenteymbro.

Un toro estrecho de sienes, de honda badana, prominente papada, carifosco y así como abisontado, protagonizó una vuelta de tortilla de las opiniones de 180 grados. De un trapío extraño y despampanante. Protestado por sus supuestas contadas fuerzas, apenas se le picó. El escaso castigo fue un trampolín. Hechizo se vino arriba en banderillas como por arte de magia. Qué manera de arrear. El Sirio ahora vio la escena con los papeles cambiados. El galope de la bestia le alcanzó cuando le hizo hilo hacia tablas. No hubo capote esta vez al quite. Escapó de la cornada de milagro. El doble milagro de El Sirio.

Román apostó todo al negro. El brindis a la parroquia. Distancia, firmeza y frescura.Hechizo, nada sangrado, se venía como un tren. El ritmo y la emotividad de las primeras, frondosas y ligadas series de derechazos primaban sobre la limpieza. Largo el trazo del valenciano. Que ofreció también su izquierda con muchos metros de por medio. Muy vivo siempre el toro, no siempre gobernado. Nada fácil ante la encendida velocidad. Trepaba la electricidad por Las Ventas. La segunda parte de la faena desprendió otro reposo. Más atemperada la embestida, pronta como un relámpago siempre. Mayor gobierno en el toreo de Román. Espléndido de ligazón y tersura en su derecha. El pase de las flores, un cambio de mano, una trincherilla. Perlas entre el tupido bosque. Se presentía el triunfo importante cuando se doblada. Pero la precipitación en la hora de la muerte lo anuló. Aun así debió dar la vuelta al ruedo por tanta generosidad. Toda la gloria fue para Hechizo y su bravura. Incluso la de aquellos que lo protestaron con ahínco.

El tramo de José Garrido y el tercero de notables hechuras sosegó el trepidante ambiente. A su preciso poder, no exento de clase, especialmente por el izquierdo, le cogió el pulso Garrido. Su zurda también aplicó un trato más suave. Faltó chispa en el fondo del toro para que despegasen los naturales y la faena.

Descabalgó el aleonado cuarto por dos veces a César Morales. Y derribó también al piquero que guardaba puerta. Tal era el ímpetu. El presidente cambió el tercio, la gente quería verlo más en el caballo y el toro quedó muy entero. Entero y revoltoso. Se revolvía y soltaba la cara. Y en una serie, como un islote, pareció tomar los vuelos en orden. La solvencia del mexicano no colmó y de nuevo se le afeó el uso defectuoso de la espada.

Dentro de la muy seria corrida de Fuente Ymbro, la movilidad, con sus variopintos matices, constituyó el rasgo predominante. Y a esos parámetros respondió también el hondo y noble quinto. Sólo que el empuje para romper de verdad hacia delante se ausentó. Como afligido de espíritu. El que no le faltó a Román en faena animosa. Que ahora sí rubricó con la espada.

Garrido no pudo reeditar el toreo a la verónica del anterior de su lote. El cuajado último vino a echar un borrón con su flojera de remos y su parco fondo. Otro final hubiera merecido Fuente Ymbro, que tan fuerte arranque de corrida tuvo.

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