viernes, 18 de mayo de 2018

San Isidro: como la Gran Vía el primer día de rebajas




Una marabunta desfilaba por la calle de Alcalá con bolsas en tarde de llenazo al reclamo de Roca Rey



Andrés Calamaro y Fernando Domecq, en el callejón
Andrés Calamaro y Fernando Domecq, en el callejón - Fotos: Paloma Aguilar
La calle de Alcalá era la Gran Vía el primer día de rebajas: ¡qué aluvión de gente con bolsas! Por si llovía, el chubasquero; por si refrescaba, la gabardina; por si el hambre apretaba, el bocata… Solo que la marabunta no se dirigía a un espectáculo barato, y no porque Las Ventas sea plaza de carestía, sino porque la reventa había hecho su agosto en pleno mes de mayo, tanto que alguno se pasó de cilindrada y se quedó con alguna entrada en el bolsillo. «Merece la pena pagar estos dinerales por ver un toreo de elevado precio», aseguraba a la entrada Paul, llegado de Céret. El precio al que se refería no era otro que el de la propia vida: «Este Roca se la va jugar». Andrés Roca Rey, el último revolucionario de la Fiesta y el más taquillero del momento.
Victoria Federica, con pendientes toreros, en la fila 1 del tendido
Victoria Federica, con pendientes toreros, en la fila 1 del tendido - Paloma Aguilar
En primera fila del «1», Victoria Federica, heredera de la afición de su madre, la Infanta Elena, y su abuelo, Don Juan Carlos. La joven aficionada, con unos pendientes toreros que causaron sensación, observaba el runrún que envolvió el graderío cuando el Jaguar del Perú se echó el capote a la espalda. O cuando se plantó por alto a la vera del «7». ¡Qué arrogancia la suya! Ya era hora de que el siglo XXI pariera un torero soberbio. Si ese prólogo a un manso era el más adecuado es otro cantar...

Para música, la de Andrés Calamaro, al que saludaban sus fans cuando entraba por el patio de arrastre: «Vamos a ver un cartelazo», dijo entusiasmado. Luego, el artista argentino no perdió detalle desde el callejón de las labores de Padilla, Castella y Roca Rey, que le brindó una obra de rabo en Jerez, «un gesto imposible de olvidar». Ayer no hubo triunfo posible, pero dejó tras de sí el olor a tierra quemada de los nacidos para marcar una época.
Adolfo Suárez y Ramón Valencia, en el burladero
Adolfo Suárez y Ramón Valencia, en el burladero - Paloma Aguilar
Era también la despedida de Juan José Padilla, con un terno azul noche y oro, las patillas a lo Curro Jiménez y su parche pirata. No podía faltar a su última tarde venteña Adolfo Suárez Illana, que ocupó el buladero de apoderados. Siempre juntos, en la gloria y en el dolor. Estremeció la ovación que Madrid le tributó tras el paseíllo. Para guardar en el cajón de la memoria, aunque luego las cosas no rodaran... Ni tuvo su tarde ni el conjunto de Jandilla fue un dechado de virtudes, aunque sí hubo un toro con el que Borja Domeccq no se equivocó: el quinto, con esa expresión de guapeza. Castella le cortó una oreja, que no será de las que más coticen esta feria...
Borja Domecq padre e hijo
Borja Domecq padre e hijo - Paloma Aguilar
Se hablaba mucho de toros. ¿De qué si no? Antes de la corrida, Fernando Domecq ensalzaba la clase del jabonero de Juan Pedro Domecq -que ayer ocupó un tendido bajo de sombra- y se refería a «Cuba II», el ejemplar de Puerto de San Lorenzo. «Me hubiese encantado ver a ese toro con Paquirri. ¡Qué gran torero era!»

Otro ganadero que no quitó ojo del ruedo fue Victorino Martín. Tampoco faltaron a la cita fieles como Alberto Alcocer, Eduardo Lozano, Silvia Camacho, Nuria González y Jaime Ostos, con la doctora Grajal.

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