FERIA DE SAN ISIDRO
Derechazo de Francisco José Espada al bravo 'Mexicano' de Baltasar Ibán ANTONIO HEREDIA
Francisco José Espada y un notable toro de Baltasar Ibán protagonizaron lo más señalado. Alberto Aguilar se despidió sin suerte; buena imagen de Sergio Flores.
Coincidieron en el calendario la fecha elegida por la Comunidad de Madrid para rendir tributo a Iván Fandiño con la corrida de Baltasar Ibán. Juegos morbosos del azar. Pues el día señalado para desvelar el azulejo conmemorativo al torero mártir de Orduña trataba de exaltar el aniversario de la Puerta Grande conquistada el 13 de mayo de 2014 (¡Banzai Fandiño!, el héroe consciente, se tituló aquella crónica). Y no pretendía volver a unir su nombre al de la ganadería que parió al toro (Provechito) que marcó mortalmente su destino en Aire-sur-l'Adour (Francia) el 17 de junio de 2017. "Entregó la vida por la gloria del toreo", era una de las frases que se leían en la cerámica. Y las palabras "valor, estoicismo y heroicidad" se volvían a encadenar al final de la placa para la eternidad.
De homenaje a homenaje. De la mañana a la tarde. Las Ventas ovacionó a Alberto Aguilar como despedida. Aguilar hacía el último paseíllo de su carrera en San Isidro. A principio de año anunció que 2018 sería la temporada de su adiós. "Dame en tu corazón puente de plata", escribió Carlos Marzal. Pero su única corrida isidril no respondía al verso. El toro de Ibán apareció vivo, montado y eléctrico. De ahí no descolgó nunca. Astifino hasta las pupilas. No fue jamás metido en la muleta. El valiente torero de Madrid -22 citas sin volver en ninguna de ellas la cara con hierros de pedernal- le ofreció la derecha. Ni voluntad ni fondo en la embestida. Cada vez más corta y desabrida por ese pitón. El veneno añadido por el izquierdo imposibilitó todo. El viento sumaba en contra. Ni de uno en uno hubo causa.
Un castaño de armada testa, escurrida culata y bajas hechuras le dio opciones a Sergio Flores. Más que Eolo. Flores entendió con suavidad y firmeza su noble y humillado ser. Quizá condicionado por su precisas fuerzas. El buen y largo trazo del matador mexicano de Apizaco no encontró los finales requeridos. Los que le faltaban al toro para rematar lo que apuntaba. Una espaldina resolvió un parón cuando el empuje se apagó. Cobró una estocada pasada y algo contraria y saludó una merecida ovación.
Francisco José Espada se vestía por primera vez de luces este año. De gris perla y plata. De oro fue el Mexicano de Baltasar Ibán que le tocó en suerte. Redondo, cuajado y castaño, en su interior habitaba una calidad notable. Y un recorrido espléndido. La obra de Espada se vio condicionada por la elección de terrenos. Allá en el "3" halló el refugio del viento. Que no correspondía con lo que necesitaba el bravo toro. El joven torero de Fuenlabrada construyó, un decir, una faena intermitente. De momentos más lúcidos y lucidos y otros, los más, amontonados. Un natural brotó como un inmenso dibujo. Como coda soberbia de una serie de ligados derechazos. Ahí Mexicano mostró toda su calidad. Como ya había declarado en los tercios previos en un capotazo de Ruano. Sin estructura, la faena no explotó en la dimensión exigida. Remontó por manoletinas un desarme helador como el clima. Pero, sorprendentemente, cuando amarró media estocada en lo alto, el público se desató caliente. Y el presidente cedió a la petición de una oreja de domingo.
La suerte no ha sido aliada de la trayectoria de Alberto Aguilar. Y así el cuarto resultó un toro cambiante. Se frenó en los capotes, se defendió en el primer puyazo, empujó en el siguiente, se dio manejable -aun punteando- por el derecho en el tramo inicial de faena y cesó de darse de pronto. Aguilar pasó con más que dignidad y simplemente no pasó con la espada. Respeto a un hombre cabal.
Desagradecido al máximo respondió el quinto. Que se igualaba con toda y como toda la corrida por sus caras. Sergio Flores no obtuvo nada en claro de aquellos cabezazos. Su bragada actitud quedó preclara.
En el lote de Francisco José Espada supieron los dos toros más cargados y rematados. Sólo que este sexto sacó un genio agrio y defensivo. Espada se arrimó con arrestos y afán en trabada labor. Al joven se le atragantó su apellido. No le permitía el toro cruzar. Como si quisiera atraparlo con su amplia cornamenta. Dos avisos echaron el telón de la función.
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