Fernando Flores da una vuelta al ruedo en una novillada de Cascón con tres sobreros
Miradas lánguidas en los vacíos tendidos tras la derrota de España. Solo sonreía la presidenta del club taurino de Rusia. No se alegraron las caras con el primer capítulo, pues el mansito novillo de María Cascón, que regaló alguna embestida humillada en el capote, se partió una «mano» en los inicios y a Borja Álvarez no le quedó otra que coger el acero.
Todo podía empeorar en una tarde en la que cuando arrastraron el tercero ya habíamos visto seis toros. Y todo por el mismo precio, oiga. El desastre futbolero fue una broma al lado del ganadero (tampoco las cuadrillas tuvieron su día). Luego, con el tercero tris, de Hato Blanco, Fernando Flores dio una vuelta al ruedo. Y eso que este flojo novillo, con un pitón escobillado, también fue candidato a abandonar el «concurso». El extremeño dejó esperanzadores naturales y una firme serie diestra a un animal que terminó sirviendo. Antes, había parado al titular, lesionado desde que salió -¿para qué tanto veterinario?- y a un sobrero de San Martín, que se partió un pitón, y había intervenido en medidos quites en los dos de su compañero.
Flojeó el segundo y asomó el pañuelo verde. Salió un remiendo de Encinagrande, que metió la cara con transmisión y sangró una barbaridad en varas. Iba y venía «Jareño», y Daniel Crespo trazó una faena correcta. Se llevó un susto en la decidida hora final.
El segundo tiempo comenzó con el salto al callejón de «Malaguito». Blando y parado, se libró por los pelos de su regreso a chiqueros entre gritos de ¡toro, toro! Y Álvarez nada pudo hacer frente a un astado muerto en vida. El quinto se mantuvo, que ya era noticia a estas alturas. Aun sin clase, se movió más, pero Crespo se puso más pesado que los tertulianos con el VAR. Pasadas las nueve y media, doblaba el último (noveno) tras una dispuesta labor de Flores, desacertado a espadas. Y así se acabó el contrasentido de espectáculo, más próximo, por momentos, a una capea que a una plaza de la categoría de Madrid, con más trabajo para Florito (y sus bueyes) que para los acomodadores.
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