José Ignacio Ramos corta una oreja en su regreso al Plantío
El diestro extremeño Emilio de Justo, con tres orejas, se erigió en el gran protagonista de la corrida de Victorino Martín celebrada este domingo en Burgos, con la que se homenajeaba al torero de la tierra José Ignacio Ramos, que celebró con una oreja sus bodas de plata de alternativa como matador de toros.
Pero la tarde fue para De Justo, que rayó a buen nivel con el exigente tercero, un toro que no regaló nada y con el que el extremeño anduvo firme y con mucho aplomo para robarle naturales de mucho mérito. Faena de oficio y de muy buena puesta en escena, que, tras una certera estocada, le valió para cortar una merecida oreja.
Pero lo gordo vino en el sexto, otro toro bueno de Victorino al que De Justo toreó a las mil maravillas en una labor en la que dejó constancia que es uno de los toreros que más y mejor entiende este encaste, pues supo esperar, embarcar y vaciar las embestidas del victorino con un temple, una hondura y un gusto inapelables.
Otra vez se tiró a matar o morir con la espada, lo que le valió las dos orejas sin discusión.
José Ignacio Ramos volvía a vestirse de luces por un día en su tierra para conmemorar sus 25 años de alternativa, una efeméride para en la que el diestro burgalés, lejos de buscar un cartel y una corrida más amable, decidió apostar a lo grande para enfrentarse a un envío de Victorino Martín.
Su primero no le puso las cosas fáciles, un "victorino" reservón y difícil, de esos que nunca acaban de entregarse y van desarrollando a lo largo de la lidia. Ramos anduvo con oficio, muy solvente y capaz para, al menos, resolver la papeleta con dignidad. No anduvo fino con los aceros y fue ovacionado.
El cuarto fue un toro más agradecido, y Ramos pudo quitarse el gusanillo de sus siete años de inactividad con una faena de buen corte, en la que se le vio a gusto por momentos, y conectando mucho con sus paisanos, muy cariñosos con él durante toda la tarde. Agarró una gran estocada, que por sí sola ya valía la oreja que acabó paseando.
Paco Ureña dejó escapar uno de los toros de más opciones del sexteto del afamado hierro de la "A coronada", un animal que se desplazó con largura y buen son por los dos pitones.
El torero lorquino anduvo entre notables altibajos, alternando algún pasaje estimable con otros más tropezados y menos sosegados. Falló a espadas y fue silenciado después de que el público ovacionara al "victorino" en el arrastre.
El quinto fue con las complicaciones propias de la poca raza al que Ureña toreó con más aplomo y firmeza en una faena entonada del murciano pero a la que le faltó un poquito más de ritmo para que aquello hubiera despegado de verdad. Otra vez no anduvo acertado con la espada y fue ovacionado.
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