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domingo, 26 de agosto de 2018

El guiri que se tatuó en el brazo a Morante de la Puebla



Se llama Szabi, es de Hungría y anoche debutó en Las Ventas

El tatuaje de Szabi
El tatuaje de Szabi - Paloma Aguilar
Natural de Hungría, se llama Szabi y nació en plenos Sanfermines de 1987. «Me encanta Hemingway», dice. Criado en Kalocsa, una bella ciudad en el condado de Bács-Kiskun, ahora reside en Holanda. De espíritu aventurero, viajar es una de sus pasiones. Y viajar le ha llevado a descubrir otras, como los toros. El viernes debutó en Las Ventas, en la última de las novilladas nocturnas, bajo la misma luna en la que se presentaban la divisa de Los Maños, con un más que interesante conjunto, y el novillero Aquilino Girón. «¿De dónde es?», me preguntó Szabi, tras ver su terno ensangrentado por una dura voltereta, desde su barrera del «1», acompañado por su novia, de nacionalidad china.

«De Baza, un pueblo de Granada», les expliqué mientras emprendíamos una conversación a medio camino del español, del inglés, del francés y, como dice un paisano, del «esparragosento».

Los ojos se imantaron pronto al brazo derecho de Szabi, con un enorme tatuaje de Morante de la Puebla. «¡Yes, yes, es "es-pectacular"», exclamó a modo del «im-presionante» de Jesulín. Se lo tatuaron durante dos días a miles de kilómetros de nuestras fronteras. La afición por los toros no tiene límites. Y la pasión morantista de Szabi la lleva ya en las venas. «Tiene buen gusto el guiri», dijo un trabajador de la plaza al ver el hermoso tatuaje, mientras el joven húngaro sonreía.

Comentó que le encantaría ver una tarde a Morante, «torrería, torrería». Y se asombró al ver entrar sin muleta a Ángel Téllez y le cambió el gesto en un volteretón de Girón. ¿Bajaría al ruedo?, le preguntan. «Sí, sí». ¿Ahora? «Con el toro, no, no». Y Szabi, que aplaudió respetuosamente a novillos y novilleros, pisó el ruedo cuando arrastraron al sexto. Impresionado por la magia de la Fiesta y por la belleza de la Monumental, aun en obras... Quería ver un toro de cerca, y subió las escaleras para retratar a los disecados. «Guauu».

Szabi miró entonces a su brazo, con Morante tatuado y en estado puro, corriendo por las venas del guiri de Hungría. Qué buen gusto el suyo. El arte y las emociones tienen un eco infinito, aquí y allá.

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