domingo, 14 de octubre de 2018

Padilla: «Esta plaza me vio caer, pero la Virgen del Pilar y Dios quisieron que resurgiera»



El Ciclón agradece a Zaragoza y a todo el colectivo taurino su cariño en su despedida




Zaragoza

Lo que va del 7 de octubre de 2011 a ayer. Siete años de pasión padillista. La terrible cogida, la zozobra en la enfermería, las interminables horas de quirófano, las durísimas curas. La hombría. Zaragoza y Padilla se entrelazaron. Y en la misma arena en donde «pudo acabar todo» resurgió un 14 de octubre el cariño de una afición y de una ciudad entera hacia el torero de Jerez.

«El hospital fue muy duro, y a la vez tenía que consolar yo a todas las visitas, a todas las figuras del toreo, a toda la profesión, a todo Aragón. Llegaban desconsolados y les tranquilizaba y les daba ánimos». Y todo lo recuerda emocionado, pero sin lamentos: «No le guardo rencor ni a ese toro ni a ninguno».

El sábado visitó a la Virgen del Pilar: «Nunca le agradeceré bastante el capote que supuso su manto», y sintió el calor de los zaragozanos. Ayer se recluyó en la habitación del hotel hasta la hora de salir para la plaza enfundado en un terno blanco y oro. «Lo eligió mi hija Paloma y le prometí que se lo regalaría».

Allí le arroparon muchos toreros, su familia, los médicos, su otra familia; el brindis de Manzanares, y el clamor de una plaza a rebosar, que se lo llevó en hombros como pocas veces se ha visto, seguido de un cortejo de toreros. Antes, con la voz entrecortada, desde el centro del ruedo Juan José Padilla se dirigió a su afición: «Esta plaza me vio caer, pero la Virgen del Pilar y Dios quisieron que resurgiera». Y agradeció esos siete años de gloria, gracias a sus compañeros, gracias a su mujer y sus hijos. El esfuerzo es parte de la gloria.

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