viernes, 27 de septiembre de 2019

Calerito, herido grave en la Feria de San Miguel



Rafael González da la única vuelta al ruedo, con difíciles novillos de Villamarta

Calerito, en el momento del percance
Calerito, en el momento del percance - Raúl Doblado
 
Andrés Amorós
Sevilla

La cornada en la axila izquierda a Calerito, de pronóstico grave, es la nota triste de la novillada que abre la Feria de San Miguel. Las reses de Villamarta sacan dificultades. Rafael González aprovecha el único bueno pero prolonga la faena: petición de oreja y vuelta al ruedo. Después del paseíllo se guarda un minuto de silencio por Andrés Luque Gago, gran torero de plata, sevillanísimo, excelente persona.

El primer novillo de Villamarta es claramente manso y huido. Lo lógico sería sujetarlo pero la actual moda le lleva a hincarse de rodillas… y el toro sale huyendo. Cuando le baja la mano y lo somete, logra muletazos de mérito y agarra una buena estocada. El cuarto derriba en el primer puyazo, saca buena clase y el diestro logra una serie de muletazos llevando la muleta «muy rastrera» (como decía Antoñete), que suscitan los primeros olés rotundos de la tarde. El remate mirando al tendido desdice del anterior clasicismo.. Mata bien. Por alargar la faena, suena un aviso y pierde el trofeo pero da la vuelta el ruedo.

El sevillano Calerito (el mismo apodo de aquel valiente matador cordobés) apunta cualidades pero todavía ha toreado poco. En el segundo, que pega derrotes, se queda muy quieto, jugándose la voltereta, y se vuelca, con la espada. Va a portagayola en el quinto, que saca genio, pega cabezazos, huye a tablas. Calerito se entrega. La cornada se veía venir y llega: es de pronóstico grave. Ha mostrado que quiere ser torero pero ha de mejorar el oficio. Con el novillo a la defensiva, Rafael González mata mal.

El salmantino Antonio Grande intenta hacer el toreo clásico. El tercer novillo blandea pero saca nobleza. Grande maneja con facilidad capote y muleta, muestra temple y buen concepto aunque la flojera del novillo enfríe al público. Logra una gran estocada. El sexto prueba, huye, protesta. A pesar de eso, le saca algunos muletazos.

Los tres jóvenes acusan lógicas carencias; lo malo es cuando se apuntan a modas actuales, en vez de seguir el camino del clasicismo. Curiosamente, los tres han logrado algunas buenas estocadas: una prueba clara de que, para matar bien, lo primero es… querer hacerlo de verdad. Muchos matadores más expertos deberían recordarlo

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