A 28 años de su fallecimiento
Carlos Martínez: El arte que no explican los cánones
Jesús Ramírez "El Tato"
Se cumplieron éste 14 de octubre, 28 años de la partida dolorosa y prematura de Carlos Martínez, el torero venezolano de mayor calidad artística y que aún joven, no pudo superar los males que venían aquejando su salud.
Carlos Martínez, bautizado El Príncipe del toreo, fue un claro intérprete del arte puro, con clase, personalidad y técnica que tuvo un primer maestro en José Rafael Larrazábal, formándose con los toros criollos que conoció y dominó a la perfección, para luego en Guayabita y Los Aranguez, completar esa formación que lo separaba de todos los toreros.
Acompañé una vez a Carlos Martínez a seleccionar en una finca de Mariara, unos toros para un festejo en Maracay. Con un solo capotazo sabía si valía para torear o seguia al matadero.
Fue muy exigente consigo mismo, hasta para vestir de corto o de luces. Ya había destacado en el deporte ecuestre en pista y campo, y por fiestas populares y campeonatos triunfaba como coleador de respeto, es decir que era bueno en todo lo que se proponía, siguiendo la huella de su padre Don Ramón Martínez, quien lo introdujo en el mundo de los caballos, la caza y los toros.
Pero lo que vivió con pasión fue la fiesta brava, que fué su vida, su auténtica vocación, que parecía extraída de un pozo de sabiduría.
Carlos Martínez fue un torero sabio y artista, que profundizó en los secretos del toro con inteligencia y que supo demostrar en la arena, con el fervor heredado de sus tíos Gonzalo, Juan Vicente y Florencio, auténticos aficionados que erigieron las plazas de toros de Valencia, La Victoria, Maracay y Nuevo Circo de Caracas y además, las ganaderias de La Providencia y Guayabita. No ha existido en nuestro país quien haya sembrado más la fiesta brava que Los Gómez, que más que extraordinarios aficionados fueron visionarios y arquitectos de una fiesta que prevalece en el tiempo.
Carlos estuvo en España y fue a Valladolid donde logró el mayor éxito con cuatro orejas y un rabo. Regresó al país de escasas novilladas dónde una fuerte lesión en el nervio ciático toreando en Puerto Cabello, lo mantuvo alejado de los ruedos, hasta que en la monumental de Valencia el 17 de junio de 1972, Luis Miguel Dominguin le otorgó la alternativa con el testimonio de Palomo Linares con el toro "Saleroso" número 93 de 446 kilos con el hierro mexicano de Jesús Cabrera.
Torero de arte íntegro, de técnica y conocimientos abultados, de torear despacio y con firmeza. En sus manos todo parecía fácil acariciado por el temple y la cadencia.
Gran vacío el que dejó Carlos Martínez desde la tarde del 15 de octubre de 1995 cuando sus restos abandonaron la quinta "Doña Cristina" de la Urbanización las Delicias de Maracay, para reposar en el Cementerio La Primavera en el panteón de la familia Gómez. Su toreo se recuerda con la gloria de lo infinito
No hay comentarios:
Publicar un comentario