viernes, 19 de octubre de 2012

ESTADOS UNIDOS




LA AFICIÓN DEL OTRO LADO DE LA FRONTERA CON MÉXICO

Paseillo

Juan Antonio de Labra
Del otro lado de la frontera con Estados Unidos, late una afición un tanto desconocida para la mayoría de los taurinos mexicanos. Y aunque parezca extraño, ahí se vive la afición a  los toros y el tore con la misma intensidad -o quizá más- de lo que percibimos en otras regiones.

Un buen ejemplo de ello es el caso de la peña taurina "Aja Toro" de Jalostotitlán, formada hace casi cuatro años, cuyos miembros viven en la zona de Anaheim, en la vecina California, ese árido pedazo de tierra que algún día fue territorio de México y donde hoy habitan muchas personas que piensan apasionadamente en el toreo.

Ritmo suave
Por una absurda conducta que suele estar tocada de desinterés, existe una tendencia a menospreciar lo que desconocemos; aquello que está lejano y no interviene de forma directa en nuestras vidas, o eso que no ocurre en el lugar nos desarrollamos. Y quizá ni siquiera nos detenemos a pensar un minuto en ello, como si el universo girara solamente en torno a un eje único.

Es importante conocer cosas nuevas y adentrarse en distintos ambientes para aquilatar lo que ocurre en distintos lugares. Sólo así se puede tener un espectro más amplio de lo que provoca el sentimiento del toreo. Porque cada plaza –y su afición– vive la Fiesta a su manera, como bien decía la melodiosa canción de Frank Sinatra.

En este sentido, los integrantes de la peña "Aja Toro" son una muestra fehaciente de que la afición taurina es capaz de traspasar las fronteras del llamado planeta de los toros. Y así como en Londres, Milán o Nueva York, existen emblemáticos clubes taurinos sustentados por una importante historia, del otro lado del a frontera entre México y Estados Unidos, ahí donde la Border Patrol muestra los colmillos, habita una forma de expresión cuyos matices están vinculados a la más férrea tradición taurina, esa que emana de nuestra cultura.

Óscar toreando a caballo
¿Cómo detener un sentimiento que nos hace más libres? No hay forma posible de hacerlo, pues la estirpe alteña de los 17 integrantes de la peña, algunos de ellos nacidos en Estados Unidos, todos vibran con la Fiesta y la sienten más que muchos aficionados que viven en México y están acostumbrados a tener, al alcance de la mano, corridas y ferias en cualquier parte de la República.

Las vacas de Manuel Costa

Después de la gratísima tertulia del viernes pasado en las oficinas de Northgate Market, donde los retratos de la familia González son testigos mudos de esfuerzo, unidad y cariño, el sábado se organizó una fiesta campera en un rancho de la región de Riverside, situado a unos 80 kilómetros de la convulsa ciudad de Los Ángeles, ahí donde los soñadores de gloria cinematográfica buscan una oportunidad.

Los peñistas de "Aja Toro" de Jalos, Los Ángeles California
A las dos de la tarde apareció el ganadero Manuel Costa, de origen portugués, manejando su pick up que jalaba un largo remolque donde venían tres becerras de su ganadería, misma que formó su padre hace más de 30 años con sangre de Lebrija, procedencia Garfias.

Y nada más entrar en el rancho, Manuel se llevó una ovación. Las ansias de novilleros de los peñistas se podían percibir a través de esa algarabía colectiva que permeaba en el ambiente, mientras la convivencia giraba en torno a las botanas y un refrescante "guachicol", una bebida hecha a base de frutas y mucho hielo a la que se añade el característico "piquetito" de alcohol, como se dice coloquialmente, para "darle sabor al caldo".

Casi siete largas horas tuvo que manejar Costa para bajar el ganado desde su rancho, que está cerca de Turlock, próximo a San Fransisco, pero se le notaba satisfecho y feliz de poder contribuir a saciar esta "tarde de toros" californiana. Una cerveza helada fue el mejor recibimiento para este ganadero de lidia que también vibra con el toro y su entorno.

Las "manolas"
Así que para no dilatar más el encuentro con la emoción del toreo, la amplia "cuadrilla" partió plaza en el redondel que cuenta con un manga que también sirve para torear a pie que para practiar suertes charras.

Capitaneados por el matador tapatío Aldo Orozco, que desde hace algún tiempo trabaja en Anaheim, los peñistas se pusieron de acuerdo la manera en que saldrían a torear. Y una vez que estuvo todo dispuesto, y las señoras con sus cámaras en ristre, dan suelta al a primera becerra.

El "Amorantao", todo un personaje

La peña se compone de aficionados de distintas edades, y tal vez sería un poco complicado establecer una media porque lo mismo hay gente un poco mayor que otros más jóvenes, casi adolescentes, hijos, primos o sobrinos, amigos todos, que se reúnen con frecuencia para hablar de toros, ver las corridas por televisión o intercambiar experiencias cuando tienen oportunidad de viajar a distintos lugares de México o el extranjero para ver corridas.

El matador Aldo Orozco
Uno de los más representativos, por su desmedida afición y unas maneras chulescas de una singular simpatía es Carlos Moreno –hermano del actual presidente, Alex–, al que le hierve la sangre y el hablar, con unas ocurrencias que alborotan todo a su paso y se motivan a salirle al toro.

Y como afirma "El Amorantao", que es su apodo de batalla, "cada vez que hay toreada dejo instrucciones a la 'miura' que tengo en casa para que me prepare una tina llena de hielo, porque como me voy a arrimar y a los toreros que se arriman les pegan, hay que llegar a sacar los golpes a la bañera, ¿sabe usté? Porque un simple varetazo tiene el mérito de una corná y es una medalla que se lleva colgá con orgullo", apunta con una gracia singular y ese dejó andaluz en su hablar que le brinda un toque especial a este personaje de la peña.

Los vuelos de un capote
Huelga decir que cada uno de los peñistas tiene su personalidad, faltaba más, y así como Fernando Rodríguez o Chuy González, que están ávidos de seguir aprendiendo, también está Ismael, que es otro de los mayores. A pesar de la diferencia de edades, ambos hacen buenas migas con jóvenes como "El Chary" o Héctor, que le echan mucha afición al asunto. Y ni qué decir de Felipe, que salió a por todas en las tres becerras, con un hambre de triunfo sin parangón.

Claro que se le profesa un respetillo especial a Sergio González, el inteligente y mesurado "Yeyo", como le apodan a este joven que, de haber querido ser torero, hubiera tenido un camino promisorio, pues apunta excelentes maneras cuando sale a torear con capote, muleta y hasta a caballo, para no dejarse ganar las palmas por su tío Óscar, que también le mete las espuelas con alegría a su cuaco cuarto de milla a la hora de templar con mucha clase las embestidas de las vacas.

Gustándose en el remate
Y si el entusiasmo se desborda en este ruedo, de suelo bien apisonado, ahí donde los naranjales que están afuera vienen a refrescar la mirada del visitante, en el rostro de Guillermo López se dibuja una sonrisa de satisfacción cuando nos presenta a su hijo el más pequeño, que se llama, nada más y nada menos: José Tomás. Porque también cabe mencionar que, entre los niños que vienen en el grupo, también hay un Juli.

Así, uno a uno, con el consejo oportuno de Aldo, salen a torear a las becerras, jaleándose, riéndose y disfrutando de este amable compañerismo a través del que dan color y brillo a su afición, esa que cuenta con la complicidad de las "manolas", como les llama jocosamente "El Amorantao", esposas y novias al parejo, casi todas mexicanas, y muchas de Los Altos –¡sí señor!– que también se integran al grupo y conviven con sus maridos en esta bendita locura que es la afición a los toros, allí del otro lado de la frontera.

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