Amor, familia, dinero, nuevos proyectos, miedos... Son los misterios indescifrables del toreo y de la llamada del adiós
El Fandi corta la coleta a Julio Aparicio |
La sangre del torero recorre veredas inextricables.
En medio de tanta verdad y pureza, se agolpa la confusión provocada por
la desazón y los sueños de almas distintas pero herradas con el mismo
sello: la pasión por el toreo. Esa afición no abandona nunca, así que pasen cien años... Pero la llamada del adiós a los ruedos llega a cada matador: a veces, sin previo aviso; otras, después de meses de duermela.
¿Por qué? Ningún motivo es idéntico al de otro, ni el de otro al de nadie. Aunque tengan nexos en común. Todos persiguen irse antes de que los echen,
antes de que la masa deje de movilizarse por ver a «su» torero, si bien
es cierto que sobran ases para nombrar a los que logran esa revolución.
No todos se van en ese momento preciso para que los echen de menos
antes que echarlos de más... Pero los lazos con un arte sin el que la vida no es vida les anclan en los ruedos.
El peso de la púrpura
A la vera de la parte puramente emocional (la más importante), se sitúa la razón económica.
Si el arte no es negociable, lo cierto es que nadie (o pocos) se juega
la vida por amor al arte. Las seis retiradas de este año, especialmente
las de los hermanos Rivera Ordóñez,
han suscitado el debate en la calle: «¿Ya están ricos y se van?»
Francisco y Cayetano ya traían el «abolengo acaudalado». Sus conceptos,
distintos entre sí, gustarán más o menos, pero la afición ha sido el
bastión de su profesión. El mayor,Paquirri enlos carteles finales, ha soportado el peso de la púrpura y de los apellidos durante 18 temporadas como matador. El menor, Cayetano
a secas, escuchó el mugido del toro a los 28 años, cuando tenía una
prometedora carrera por delante en otros ámbitos. A eso se le llama
afición, un deseo irrefrenable de crear bajo el respeto a una familia de ilustres apellidos en la Fiesta.
Dejar el toreo por una hija
Al parecer, Cayetano se marcha para dedicarse a otras facetas profesionales; no en vano, estudió cine
en Los Ángeles. Cine, moda... Esos serán los caminos. También el otro
nieto de Ordóñez tiene un futuro lleno de negocios: desde el de la
chatarrería hasta el mercado gourmet en Sevilla, al alimón con Carlos Herrera. Pero en Francisco existe una razón de peso mayor: su hija,
su pasió número 1. Colgar el chispeante le permitiría una vida más
tranquila al lado de Cayetana, por cuya custodia lucha. El papel cuché
habla de posibles bodas: que si casorio con su novia Lourdes, que si lo propio del hermano con Eva González...
La familia es la gran sufridora de un arte que convive con la muerte
El amor, la familia,
la búsqueda de la tranquilidad, son motivos por los que un espada
guarda en el baúl capotes y muletas. Padres, mujeres e hijos son los
grandes sufridores de una profesión en la que se vive en el filo de la
muerte cada tarde. El corazón acelerado en medio de capillas y rezos,
las manos esperando a que suene el teléfono y una voz diga: «Todo bien».
Demasiadas púas peinan el camino: el torero deja muchas heridas, y no solo las cornadas.
Hay percances que acaban con carreras (y con vidas), porque volver a
ponerse en el sitio exige una mentalización fuera de lo común. Cuentan
los hombres de luces que lo más duro es no saber por qué te cogió un
toro, y a veces que el dolor psíquico es más terrorífico que el físico, el que genera los verdaderos aullidos del alma.
La superación del miedo
La superación del miedo es tarea ardúa. Dialogar con los
temores en la soledad, tratar de ahuyentarlo o aprender a convivir con
él sólo está al alcance de elegidos, de hombres con una coherencia lumínica positiva y especial,
según la teoría del profesor Alcalá, analista de la mente del torero.
Cada paseíllo va minando el depósito del valor (para otros lo aumenta y
ni por el boquete de la cornada lo pierden).
Dicen que las cornadas de espejo son las peores, porque son aquellas que te hacen recordar en cada cristal que un toro afiló sus puñales. Así fue la de Julio Aparicio, que sorprendió con su coraje para volver a la arena después de un bestial percance en la boca. Se apretó los machos y
regresó esta primavera a Las Ventas, el escenario del drama. Pero
Aparicio no lo vio claro y, en un arrebato de torería, se cortó la
coleta. Es el único que se ha desprendido de ella de los seis que se han
retirado esta temporada: El Fundi, Pepe Luis Vázquez, los hermanos Rivera (Paquirri hizo el ritural del corte coletero en el hotel de manos de su pequeña) y Antonio Barrera son los otros cinco.
La crisis, espada de Damocles
Época de adioses en tiempos de crisis,
difíciles para el mundo taurino como para cualquier otra parcela. La
crisis ha sido la espada de Damocles que ha cortado la coleta a alguno
de ellos, que no están dispuestos a torear por menos caché y que han
visto reducidos sus números de paseíllos con el recorte de festejos. No
solo los toreros se cortarán la coleta, también los ganaderos...
¿Despedidas definitivas? Puede que algún caso puntual sí, pero alguno como Cayetano ha anunciado que es temporal. Probablemente todos actuarán en festivales, porque, con coleta o sin ella, nunca dejarán de ser toreros. ¿Y por qué vuelven los toreros? Conchita Cintrón lo explicó en una obra genial. Ya lo dijo José Tomás: vivir sin torear no es vivir... Son los misterios indescifrables del toreo.
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