Sale a hombros con Padilla y Doblado en Palos de la Frontera
Nos recibe Palos de la Frontera con galas de época. Lleno
hasta la bandera en la plaza de toros del Descubrimiento en tarde con
mucho ambiente. Muy cerca de aquí, San Jorge y La Fontanilla fueron hace
520 años lugares fundamentales en la gesta colombina. En el templo, Cristóbal Colón y
los hermanos Pinzón oraron ante la patrona, la Virgen de los Milagros,
antes de partir al Nuevo Mundo. Sin restarle un ápice de protagonismo al
navegante genovés, en Palos cada año rinden tributo a sus marinos más
universales, los Pinzón.
Asistir a la tercera edición de la corrida pinzoniana nos retrotrae a
1492. La única distinción ayer entre locales y foráneos era la
vestimenta. Todo el pueblo —con su alcalde, el diputado popular Carmelo Romero,
a la cabeza— se vistió ayer cual marinero de la hazaña descubridora.
Antaño dijeron adiós a la Pinta, la Niña y la Santa María. En esta
ocasión, Palos entero se volcó con tres toreros: El Fundi, que se
retiraba de los ruedos, el héroe Juan José Padilla y el local José
Doblado, enfundados en ternos de terciopelo y boinas de aires quevedescos.
Se despedía el maestro Fundi
tras un cuarto de siglo en la arena de la sangre y la gloria. El de
Fuenlabrada exhibió su maestría con un «Festivo» que se defendía por sus
escasas fuerzas. Después de haberse enfrentado a los toros más
difíciles y duros en su dilatada carrera, este torete debió parecerle
miel, pese a su cabeceo. El estoconazo hasta los gavilanes estrenó el
marcador de galardones, entregados por un alguacilillo cuyo atuendo
recordaba a un soldado de época; otros componentes, al «guerrero del antifaz».
«General», su último toro
Aunque para guerrera la trayectoria de José Pedro Prados,
que no tuvo suerte con su lote, pues el cuarto no valió un euro.
«General» se llamaba el último toro de la carrera de El Fundi, aunque
los toreros prefieren decir «penúltimo». Emotivo fue el brindis a su cuadrilla,
su familia taurina, con la que ha compartido tantas tardes de ilusiones
y sinsabores, de alegrías y miedos. El diluvio quiso ser compañero de
esta despedida, el juampedro se apalancó y al matador, que había
mostrado sus facultades con los palos, no le quedó más remedio que
decantarse por el camino del arrimón y los deseos para alegrar al
tendido. Imposible hacer más con menos. El público onubense, cariñoso con la terna, pidió la oreja, que le abría la puerta grande.
A hombros se marchó con Padilla,
convertido en Ciclón desde el saludo con una larga cambiada de rodillas
frente a un toro que se acobardó tras las dobladas iniciales. Quien no
se vino abajo fue el de Jerez, que lo intentó hasta cortarle una oreja.
Tuvo el gesto de compartir banderillas en el quinto con El Fundi, al que
brindó faena. Tampoco pudo ser redonda por la condición de «Guasón»,
que se apagó, tónica del deslucido conjunto de Juan Pedro Domecq. El
gaditano, que estrenaba el elegante vestido que dejó colgado en el
armario el pasado año por su brutal cornada en el rostro, volvió a
entregarse en una labor premiada con un generoso trofeo.
José Doblado,
con buenas formas dentro de su escaso bagaje, anduvo voluntarioso con
un tercero con más genio que sus hermanos, al que arrancó una oreja.
Otra más paseó en el descastado sexto.
Triple puerta grande en el adiós pinzoniano del maestro Fundi en la cuna del Descubrimiento.
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