Todo es ahora extraño en el toreo. Ahora y cada año más. Sobra pesimismo y faltan soluciones y la lógica, como en la vida política y económica nacional y también internacional, ha desaparecido. Parece que estamos en un manicomio donde los que mandan son los más locos y dañinos. Nadie –y cuando escribo nadie quiero decir la mayoría- sabe estar en su sitio salvo para ser corrupto o hacer daño. Nadie parece tener sentido común. Nadie da una a derechas, frase muy usada que no sé cómo la han impugnado los otros. Qué humillación de conceptos, como es lo de siniestro.
La siniestra, la mano izquierda, siempre ha sido y es algo negativo referido a situaciones de la vida. Un desprecio para los que no son diestros. Y no digamos cuando a una gran desgracia se le denomina siniestro total. O a las compañías de seguros cuyo departamento de siniestros alberga todas los accidentes que le pueden ocurrir a un ser humano.
La siniestra siempre ha sido, según el diccionario y la costumbre oral hispana, la mano izquierda. También en el diccionario lo siniestro es sinónimo de avieso, malintencionado, infeliz, funesto, aciago. Asimismo lo tienen como propensión o inclinación a lo malo y sirve para definir a los resabiados, viciosos o a los que dañan las costumbres. Como se enteren algunos rodean a la Real Academia o incluso intentan asaltarla. Será raro porque ahora funcionan a miles los analfabetos aunque haya una Universidad en la esquina de cada barrio.
No sé si se me ha venido esto a la cabeza porque voy a escribir de los diestros. Así se llama a los profesionales de capote, muleta y espada. Nunca he oído calificarlos de siniestros, aunque paradójicamente, la siniestra, la izquierda, es la que tiene más valor en el toreo, la que manda romana, abre puertas, consagra, hace almacenar millones.
De unos años para acá, el escalafón de matadores, sus clasificaciones, el número de festejos en los que intervienen los espadas, da una idea de cómo está el toreo. Los mejores toreaban siempre más y los otros menos. Lo lógico. A los buenos quería verlos la afición. Bien es verdad que casi siempre se colaba alguno populista o populachero. O simplemente popular o que caía en gracia. Recuerdo como grandes ejemplos a Curro Girón o Miguel Márquez. Ahora se podría admitir a El Fandi y este año excepcionalmente a Padilla por lo excepcional y meritorio de su especialísima situación (los dos primeros en número de festejos), pero no me digan que los fantasmales Paquirri Segundo o Rivera Ordóñez y el Cordobés Díaz o los fantasmagóricos este año Castella y El Cid estén por encima de El Juli, Perera, Morante y Ponce tiene lógica por mucho que haya jodido el G-10, haya querido torear menos Morante o el cuerpo le pidiera vacaciones a Ponce en sus plazas antipáticas. Sólo lo de Manzanares, por su lesión en período clave de la temporada, se entiende pero no las grandes diferencias de los tenidos por mejores con El Fundi. Sí, ya sé, que están más vistos que el TBO, pero anda que los Fandis, Paquirris hijos y el Cordobés presuntamente hijo no lo están y cómo…
El escalafón advierte de que esto está del revés, pero hay otras lecturas –estas, sí, dramáticas- por la parte baja. De los 204 matadores de toros, 61 han actuado una sola tarde y sólo se vistieron en dos ocasiones 31 de ellos y alcanzaron 14 los tres paseíllos. O sea una ruina. Si, sí, pero para alguno no, no. Alcanzó las minas del Rey Salomón dejándose ver tan poco. Caso que –sea o no redundancia- no viene al caso.
Es una tragedia laboral y artística –y hasta lógica- que el 75 por ciento del escalafón no haya pasado de las diez. O sea, que poquísimos toreros pueden vivir de esto.
Y, si nos fijamos en los novilleros, el 2012 es de traca. El que más se vistió lo hizo 33 veces y la mitad de sus compañeros sólo uno o dos días. Desde 9 actuaciones para abajo, la mayoría. O sea, ni torean ni aprenden, sólo pagan.
Que el atroz, interminable e improductivo silencio del invierno, con tanto taurino estúpido y desde este momento suicida metido en la madriguera, sea ahora todo lo contrario.
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