Madrid - España. El
camino hacia la tauromaquia del siglo XXI. Ahora que seguimos, en todo,
en los toros
del XIX, sería avanzar más de 100 años a la modernidad,
aunque sea empezando por sus infraestructuras.
El anuncio de la instalación, en breve, de una cubierta desmontable en
la Plaza de Toros de Las Ventas está produciendo un debate tan provocado
y provocativo por agentes externos a organizadores y protagonistas como
estéril.
La cubierta es un hecho irreversible por los acuerdos de Taurodelta con la Warner y el visto bueno, acertado, de la Comunidad de Madrid para programar eventos, espectáculos, de primer nivel, entre el final de una temporada taurina y el comienzo de otra con las condiciones de confortabilidad, modernidad y seguridad propias del siglo XXI.
¿Por qué la tertulia de amiguetes elevada a opinión publicada sobre su conveniencia o no de solicitar Taurodelta permiso a la Comunidad y ajustarse con Warner para aprovecharla en los espectáculos taurinos fuera de los abonos está por el incordio?
Aparte de la preservación (paternalista y pedorra) de su fisonomía exterior por aquello de inmueble protegido (monumento es otra cosa, y si lo fuere sea por albergar un arte único como los toros), la “cubierta” —totalmente interna, funcional, sobria a la vez que elegante según maqueta, climatizada- reportaría grandes beneficios para el espectáculo en general: para los protagonistas en particular; para los abonados proletarios, jóvenes y jubiletas una sustancial mejora y para público y sociedad una imagen de la tauromaquia sobre el soporte de la 1ª plaza del mundo de modernidad.
El camino hacia la tauromaquia del siglo XXI. Ahora que seguimos, en todo, en los toros del XIX, sería avanzar más de 100 años a la modernidad, aunque sea empezando por sus infraestructuras.
Las importantes mejoras con la cubierta en el inicio de temporada hasta las fiestas de Mayo, todo el verano a partir de Arte y Cultura hasta la feria de Otoño y su instalación posterior aprovechando los últimos festejos como teloneros de los eventos extrataurinos son obvias.
En seguridad de celebración sean cuales sean las condiciones meteorológicas. No digamos el famoso viento de Las Ventas que tantas faenas aborta y tanto toro no puede desarrollar su condición por tener que ser lidiado al abrigo de las tablas con la brújula dieciochesca de los papelillos.
Para los espectadores en general “el techo” y su climatización despojaría del blanco y negro la instantánea de mantas zamoranas, paraguas y chubasqueros en la crudeza y la franela de visera, la paja amarillenta, el gorro cucurucho en la cabeza durante la canícula. Amén de ser el antídoto de pulmonías o insolaciones que reducirían el gasto en botica, ahora que la CAM quiere disuadirnos de acudir a la farmacia por la módica tasa de 1 euro por receta.
Para el abonado, más para el de alpargata que el de clavel -que solo acude en feria-, le propicia una reubicación en estos festejos óptima.
Se produciría una mayor igualdad entre ricos y pobres, sol y sombra. Permitiría cambiar usos y costumbre en cuanto a días tradicionalescaducos en julio y agosto, y horarios. Todo más atrayente -por referencias próximas en sus aficiones y ocio- para atraer a la juventud, cuestión que parece ser preocupante para algunos.
Y, quizá, para mí, lo más importante: con la reducción de aforo, la foto deprimente y la reseña redundante del “cuarto de plaza” sufriría un cambio radical: en imagen y sonido; en calor y pasión; en motivación para los actuantes; y por cercanía y concentración en un mayor —menos disperso- protagonismo del público.
Si se preserva la estética, si se dota
de comodidad, si para los parias todo son mejoras y a los “borjamari”
(isidros con ropaje diplomático) no les afecta por no ser San Isidro
tema en cuestión ¿cuál es el hándicap? ¿qué no se puede fumar?La cubierta es un hecho irreversible por los acuerdos de Taurodelta con la Warner y el visto bueno, acertado, de la Comunidad de Madrid para programar eventos, espectáculos, de primer nivel, entre el final de una temporada taurina y el comienzo de otra con las condiciones de confortabilidad, modernidad y seguridad propias del siglo XXI.
¿Por qué la tertulia de amiguetes elevada a opinión publicada sobre su conveniencia o no de solicitar Taurodelta permiso a la Comunidad y ajustarse con Warner para aprovecharla en los espectáculos taurinos fuera de los abonos está por el incordio?
Aparte de la preservación (paternalista y pedorra) de su fisonomía exterior por aquello de inmueble protegido (monumento es otra cosa, y si lo fuere sea por albergar un arte único como los toros), la “cubierta” —totalmente interna, funcional, sobria a la vez que elegante según maqueta, climatizada- reportaría grandes beneficios para el espectáculo en general: para los protagonistas en particular; para los abonados proletarios, jóvenes y jubiletas una sustancial mejora y para público y sociedad una imagen de la tauromaquia sobre el soporte de la 1ª plaza del mundo de modernidad.
El camino hacia la tauromaquia del siglo XXI. Ahora que seguimos, en todo, en los toros del XIX, sería avanzar más de 100 años a la modernidad, aunque sea empezando por sus infraestructuras.
Las importantes mejoras con la cubierta en el inicio de temporada hasta las fiestas de Mayo, todo el verano a partir de Arte y Cultura hasta la feria de Otoño y su instalación posterior aprovechando los últimos festejos como teloneros de los eventos extrataurinos son obvias.
En seguridad de celebración sean cuales sean las condiciones meteorológicas. No digamos el famoso viento de Las Ventas que tantas faenas aborta y tanto toro no puede desarrollar su condición por tener que ser lidiado al abrigo de las tablas con la brújula dieciochesca de los papelillos.
Para los espectadores en general “el techo” y su climatización despojaría del blanco y negro la instantánea de mantas zamoranas, paraguas y chubasqueros en la crudeza y la franela de visera, la paja amarillenta, el gorro cucurucho en la cabeza durante la canícula. Amén de ser el antídoto de pulmonías o insolaciones que reducirían el gasto en botica, ahora que la CAM quiere disuadirnos de acudir a la farmacia por la módica tasa de 1 euro por receta.
Para el abonado, más para el de alpargata que el de clavel -que solo acude en feria-, le propicia una reubicación en estos festejos óptima.
Se produciría una mayor igualdad entre ricos y pobres, sol y sombra. Permitiría cambiar usos y costumbre en cuanto a días tradicionalescaducos en julio y agosto, y horarios. Todo más atrayente -por referencias próximas en sus aficiones y ocio- para atraer a la juventud, cuestión que parece ser preocupante para algunos.
Y, quizá, para mí, lo más importante: con la reducción de aforo, la foto deprimente y la reseña redundante del “cuarto de plaza” sufriría un cambio radical: en imagen y sonido; en calor y pasión; en motivación para los actuantes; y por cercanía y concentración en un mayor —menos disperso- protagonismo del público.
Si se llevara a cabo esta propuesta, seguro —estoy- de su éxito, sería el gran paso hacia un concurso de proyectos entre la crema universal de los arquitectos para diseñar una cubierta fija, respetuosa con la fachada y equilibrada con sus ancianos anclajes —algún erudito de la bigotera y el compás ya propuso una cobertura integral de todo el entorno —voladiza- ¿tipo Calatrava?
Todo para que Las Ventas, sin perder su identidad, fuera un recinto del siglo XXI….
Luego el taurineo ya se encarga de envejecerla 200 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario